En una plataforma streaming estrenaron hace un par de semanas la serie American Primeval (Érase una vez el Oeste), casi coincidiendo con la juramentación del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump. La serie es brutal y nos muestra cómo los colonos europeos iban diezmando a la población nativa, creando rivalidades entre ellos e, incluso, asesinando a sus mismos correligionarios cristianos, con el fin de justificar la usurpación de tierras y el exterminio de los aborígenes, dentro de los cánones de la legitimación divina y el orden civilizatorio que portaban. Algo así como enviados de Dios. El ascenso de Trump significa un nuevo orden o “volver a lo anterior”, si cabe el término. ¿Volver a la “ideología del garrote” de Theodor Roosevelt? Desde su discurso inaugural, muchas personas, instituciones y países se han convertido en los nuevos enemigos que ponen en peligro “el orden mundial”; mejor dicho, “su orden mundial”. Muchos siguen aplaudiendo sus medidas políticas, muchas de las cuales chocarán con los intereses de sus seguidores. Trump es un inveterado nacionalista, cuyo principio “America first”, está molestando a muchas naciones, anteriormente amigas, como Canadá, Panamá o Dinamarca. Su enfrentamiento con el mundo se basa en su rechazo a la globalización. Panamá, que había cedido frente a la política anti China por el uso del Canal, ahora se enfrenta con el dilema de que, según DT, el canal debe ser de uso libre para varios tipos de barcos norteamericanos, sobre todo, los militares. Simpático. DT ha mostrado los alcances de la política norteamericana de las últimas décadas, creando monstruos y firmando tratados que ahora quiere desconocerlos. Desde Saddam Hussein y los talibanes hasta el famoso NAFTA, todo esto es producto de la geopolítica de EE.UU. Aún recuerdo la visita de Nixon a la China Popular con la famosa diplomacia del Pingpong, país al que querían “jalar” hacia sus intereses y su modelo con el fin de neutralizar a la desaparecida URSS. Vale todo. Y va a hacer valer todo lo que sea necesario con el fin de retornar al mundo unipolar que tanto añora y poner en primer, segundo y tercer plano sus prioridades. La amenaza de DT contra una Europa debilitada cae en momentos que Alemania y Francia están en sendas crisis económicas, enfrentando la primera un paulatino desmantelamiento de su industria (al perder el gas barato ruso) y una política de gastos inadecuada en Francia. Deshacerse de tratados de libre comercio, creados en los 90, está en su mira; puede darse el caso de que el famoso arándano peruano sea una competencia desleal al arándano norteamericano (primer productor mundial, ojo); puede ser. Deduzcamos. Incluso Chancay huele mal a los estadounidenses. Le quedan simpatizantes como Milei. Si Argentina tiene algún producto “sensible de ser competencia desleal”, ¿querrá Milei mejor convertir a Argentina en el estado 51 después del rechazo de Canadá? Veamos qué se viene.