Datos personales

Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
Mostrando entradas con la etiqueta Turismo arqueológico. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Turismo arqueológico. Mostrar todas las entradas

sábado, 29 de enero de 2022

CUSCO, EL VALLE SAGRADO (CRÓNICA DE VIAJE)

 




Domingo, 02 de enero. Una simpática visita al Valle Sagrado: Urubamba. En los días anteriores, estuvimos coordinando para ir sea a Maras y Moray, o Chincheros y otras ciudades del valle. El día anterior, Cecilia y Raúl se unieron a la visita y ellos consiguieron una movilidad para poder ir todos juntos con la hija de Ricardo y Verónica. Quedamos en reunirnos todos a las 9 de la mañana en la Plazuela de San Blas. La iglesia está en reparación y hay una paccha muy simpática que la ponen a funcionar a cierta hora. Llegamos temprano con Goyo, luego de nuestro sustancial desayuno. Estuvimos husmeando algunas tiendas para ver qué recuerdos o artesanías llevar a nuestras casas. El día estaba esplendoroso. Llegaron todos y partimos casi a la hora: nos íbamos a Chinchero.

El camino es siempre un regalo a los ojos. Tanto Raúl como Cecilia han ido adaptándose a esta ciudad y la han hecho suya por toda la inmensa red de contactos que han creado a lo largo de los años. Nos iban explicando los logros y espacios ganados para diversos proyectos educativos en la ciudad e, incluso, la región. Cuando hice una visita a Cusco en 1991 antes de mi partida definitiva a Trujillo, estuve con ellos, otros amigos e Ingrid recorriendo algunos lugares (recuerdo que Cecilia había conseguido un Volkswagen y me dio las llaves para conducirlo) del Valle Sagrado que ahora recorreríamos. Pero íbamos a empezar “al revés”: en el 91, cerramos la visita en Chinchero; en el 2022, empezábamos por esta pequeña ciudad. En el camino nos detuvimos a contemplar desde una suerte de parador una serie de montañas que podían observarse con claridad. Así pudimos ver el Salkantay. Recuerdo que en mi viaje a la sierra de Tacna, en el 2013, tuve oportunidad de detenernos en una zona llamada la Apacheta (hay una pequeña capilla) desde la cual podíamos ver la belleza de algunos volcanes (Yukamani y Turukapa); igualmente en el 2015, en el último viaje al Colca, nos detuvimos en Patapampa, en donde hay toda una señalética especial (los volcanes que uno distingue y las alturas de cada uno de ellos); desde ese lugar miras los siguientes volcanes: Misti, Chachani, Ampato, Sabancaya, Hualca Hualca, Chucura, Mismi y Ubinas. En Francia, en los viajes que hice con Melissa e Isabel me han permitido ver lugares con vistas espectaculares potenciadas por servicios que hacen que las personas disfruten del lugar y permanezcan en la zona. También lo vi en Portugal e Israel. En verdad, nuestro país puede crear conceptos paisajísticos como los que vi en Arequipa en el camino al Colca. Lo pueden hacer en Áncash, en la sierra liberteña, los paisajes que vi en mi visita Ayabaca, Huancabamba en Piura; o Cajamarca y la belleza de Balsas. Nuestra geografía es para explotarla sin destruirla: una vez, una chica francesa me dijo hace años, mientras pasábamos de dunas a zonas arbóreas y ríos profundos, que nosotros tenemos un tesoro, sólo falta imaginación y trabajo para hacer de este nuestro mayor recurso. Con la irritante noticia del derrame de petróleo y la inacción de muchas personas frente a este hecho uno puede preguntarse si nosotros, como ciudadanos, nos merecemos un país como este. Esperemos que Cusco haga realidad eso; sin embargo, uno puede constatar la amenaza en ciernes sobre esta zona: el aeropuerto internacional que está construyéndose. Esa realidad ha hecho que el pequeño pueblito que lo recuerdo del 91 y del 2004, ahora sea una amalgama de edificaciones que muestran la equivocada idea de progreso personal y poder, de dinero y de jactancia o exhibicionismo. Como en todas las ciudades peruanas, vemos edificios de tres o cuatro plantas con acabados inconclusos y vidrios polarizados. Terrible.



Antes de llegar a nuestro siguiente destino, vimos a lo lejos la laguna Puray. De ahí, la primera parada para hacer una buena visita fue Chinchero. Un poco antes pudimos ver a lo lejos los trabajos del nuevo aeropuerto internacional; este sí va a impactar en la zona en lo ecológico. Comentaban que, pese a todo, no podrán recibir aviones de gran calado como los jumbos. La construcción de este generó todo un desplazamiento de familias para ocupar sus terrenos; las autoridades sugirieron un modelo de casas para poder tener un espacio orgánico y armónico; pero muchas de las personas han hecho lo de siempre: construir sus terribles edificios inconclusos con sus vidrios pavonados. Terrible. Aquí información de este nuevo aeropuerto: https://portal.mtc.gob.pe/transportes/concesiones/infraestructura_aeroportuaria/aeropuerto_chinchero.html. Arribamos al estacionamiento del Chinchero para dejar la camioneta. La mayoría del grupo decidió ir al mercado, mientras enfilé hacia la iglesia y, en verdad lo digo, descubrí por primera vez el complejo arqueológico. La primera vez llegamos de noche; la segunda vez sólo pude ingresar a la pequeña bella iglesia; pero ahora pude visitar con más detenimiento el sitio arqueológico. No había comprado boleto turístico, pero este era el primer domingo de mes y eso nos permite ingresar libremente a museos públicos y sitios arqueológicos de manejo público. Entré al sitio con el objetivo de ingresar a la iglesia, que era lo que más me interesaba en realidad, sin tener una idea de los restos incas. Aquí información de esta bella iglesia construida, imagino, sobre los restos incaicos como plan de extirpación de idolatría, una política muy usual muy extendida en nuestro territorio (https://www.facebook.com/1857047297910068/posts/2190567127891415/). En Trujillo, la iglesia de Huanchaco está precisamente sobre una huaca. No me permitieron ingresar a la iglesia, pero vi los murales exteriores y estaban restaurados; espero que el interior también lo esté. Pero me fui a ver el sitio incaico: muy buena decisión. Parte de los restos fueron el palacio del inca Túpac Yupanqui (https://tuguia.net/destinos/centro-arqueologico-de-chinchero). Cuando estuve en 2003, había una feria frente a la iglesia; ahora la feria está reubicada. Viendo las fotos que tomé en ese año (2003), las calles de acceso a la plaza estaban al descubierto con acequias en el centro; ahora está todo empedrado y hay muchos negocios de recuerdos. Por cierto, es un centro vivo cultural; se usan los espacios que fueron hechos tanto por incas como por españoles; esa es la atracción que veríamos también, pero con menor fusión, en Ollantaytambo. El grupo estaba merodeando para ver qué podían comprar: Goyo compró un trabajo en metal y Verónica estaba muy entusiasmada por unos tejidos que al final decidió llevar. Una vez concluidas las compras, nos enrumbamos a Ollantaytambo.








A este lugar he ido varias veces, la última en octubre de 2019. Antes de llegar a nuestro siguiente objetivo, Raúl y Cecilia me comentaban del lugar que habían comprado para un futuro. Además, vimos las cápsulas de este novedoso complejo hotelero suspendido en una montaña (Skylodge Adventure). El acceso a Ollantaytambo es simpático y está bastante organizado. En esa oportunidad, subí a las construcciones de este lugar ligado al jefe militar Ollantay. En esta ocasión no iba a ascender nuevamente, pues reconozco que la caminata sí es exhaustiva y no estábamos con mucho tiempo. Esta información es para ahondar en datos de este sitio arqueológico: (https://www.arqueologiadelperu.com/ollantaytambo-la-ciudad-inca-viviente-en-el-valle-sagrado-de-los-incas/?print=pdf)  (https://docplayer.es/37260356-Arqueologia-y-etnohistoria-de-ollantaytambo.html).  El minibús nos dejó en la plaza ferial (entrada al complejo arqueológico) y rodeamos el sitio para curiosear. Como no pensábamos subir, tanto Raúl como Ricardo nos sugirieron nuevos sitios para ver en el pueblo en sí; además unas vistas para mí bastante nuevas del lugar. Ricardo y Verónica se casaron aquí y tienen un recuerdo entrañable del lugar; Goyo y yo nos dejamos llevar, pues, por los dueños de casa. Deambulando por las estrechas calles, en realidad callejones empedrados fuimos conociendo la magia de este lugar preferido por muchos foráneos para quedarse un buen tiempo o definitivamente. Este es el camino, que se le vislumbra parcialmente a otro lugar que tiene características similares: Chachapoyas. Este lugar no solo tiene lugares arqueológicos de impacto, pues cuenta con cataratas, valles, ríos, montañas y otros lugares atractivos que hay que ir poniendo en valor de manera adecuada. Una vez culminada nuestra breve caminata nos fuimos a tomar un par de cervezas a la plaza del lugar en el que hay algunos árboles bizarros. Ya el hambre nos apretaba y decidimos poner pies en polvorosa. Seguimos camino a Pisac. El viaje era un poco largo. Cruzamos Urubamba, vimos ese nuevo museo Inkary hacia lo lejos, luego Calca: el paisaje es generoso en esta zona. A la altura de Calca exactamente una fuerte lluvia comenzó a caer. En realidad, tuvimos bastante suerte, pues no tuvimos lluvia alguna, salvo este domingo. Llegamos a Pisac hacia las tres de la tarde. Verónica nos había comentado de un lugar en el que íbamos a almorzar muy bien. Tal como nos pasó en Ollantaytambo, Pisac iba a ser un punto para reposar y gozar de un buen almuerzo reparador. Al llegar, buscamos un sitio dónde dejar el minibús. Nos dejaron en un sitio para caminar a nuestro destino: El Encanto. Llegamos un poco tarde y la locación era muy especial; nos comenzamos a dar cuenta de que la gente del lugar, incluido los mozos, no usaba mascarilla. Después nos enteramos del fuerte movimiento anti vacuna en esta zona de Cusco. En un principio, pensábamos que no íbamos a almorzar ahí por el desorden de la atención del lugar por lo que fuimos a husmear por ahí y cerca del restaurante había otro local de cerveza casera, Cervecería del Valle Sagrado. Al salir del ambiente cervecero, vimos que ya el grupo estaba instalado en el restaurante, pero no tenían cervezas así que volvimos con Raúl para comprar algunas botellas para nosotros. Fue un almuerzo entretenido con mucha conversación. Terminado todo, decidimos ir a buscar el postre. Raúl comentaba de una señora alemana que hacía postres deliciosos; nos fuimos hacia la plaza principal, Constitución, que están restaurando. Allí nos encontramos con el hijo mayor de Verónica. Luego nos dirigimos hacia la calle Manuel Prado hasta bajar a la avenida Amazonas; vimos el restaurante, el Chijchipa, que había cambiado de propietario. Pedimos los postres y nos fuimos para ya regresar a Cusco. El punto de recojo era cerca del puente sobre el río Vilcanota, a media de cuadra de donde estábamos. Y así comenzamos el famoso ascenso para regresar a nuestro destino final. En el camino nos detuvimos en el Mirador Taray (http://www.viajesmachupicchu.com/valle-sagrado-cusco/valle-sagrado-de-lo-incas-mirador-taray-cusco-sitio-turistico-cusco.html), donde hay un raro monumento en que se ve un abrazo, por eso la llaman El abrazo imposible. Fue un trabajo hecho por la Cervecera Cusqueña. Nos comentaron que ese monumento estaba inicialmente en el barrio San Blas y desencajaba con el entorno del lugar; así que lo removieron y lo colocaron en este lugar. No desentona del todo.







Llegamos a Cusco por el camino por el que pasamos por Puka Pukara, Q´enqo, Sacsayhuaman. Arribamos a San Blas con algunos intentos más de lluvia. Ya en casa de Cecilia y Raúl nos sentamos a conversar un poco más; nos despedimos de Verónica y Ricardo temprano, pues Ricardo viajaba a Lima en el vuelo más temprano. Un poco después, Goyo recibió un mensaje de su hija que no pasó a mayores posteriormente. Así terminamos nuestra reunión PUCP luego de tantas décadas compartiendo experiencias con los cusqueños, comiendo rico, celebrando con buenos vinos, riendo mucho, compartiendo nuestras fotos en redes sociales. Un fuerte abrazo marcó nuestra despedida. Al día siguiente, regresábamos a la costa: Goyo a Lima, yo a Trujillo.





Lunes 03 de agosto: nos levantamos temprano para preparar maletas, dejar todo listo e ir a las últimas compras. Nos fuimos al mercado de San Pedro no sin antes de dejar todo coordinado con Isaac el recojo al aeropuerto. Goyo salió un poco antes y al momento de salir, el conserje del hotel salió a despedirse amablemente y desearnos un feliz retorno. Ya estábamos cerrando un ciclo que había empezado con mucho entusiasmo y algunos contratiempos como mi vuelo cancelado. Ahora ya van quedando en el recuerdo. Fuimos al mercado, Goyo compró sus quesos y luego tomamos un taxi, pues queríamos comprar algunas artesanías en el barrio que las tiene en abundancia: el nuestro que lo fue por casi cinco días. Goyo bajó un poco antes, pues quería hacer el cambio de la punta desgastada de su bastón y yo seguí camino hasta la plaza. Ahí me di cuenta de que no tenía un billete chico, así que me fui a comprar algunas cosas para el viaje y con el cambio, pagué. Ya más tranquilo, comencé a merodear las tiendas; había más tranquilidad que los agitados días de fin de año. Compré mis regalos finales y me fui al hotel a arreglar las últimas cosas. Ya todo listo, esperamos nuestro taxi el cual nos llevó al aeropuerto con buen tiempo. Nos despedíamos de Cusco. En el lugar, hicimos nuestras revisiones finales y las indicaciones que mi destino era Trujillo. Todo marchaba bien. En la sala de espera, me encontré con un amigo de colegio, Héctor Talavera, a quien no veía en años. Sé que un amigo más, Luis Dueñas y su esposa, viven en Cusco; pero no quise arreglar nada con ellos, pues sabía que no iba a cumplir con verlos; la última vez que me comuniqué con ellos fue en 2019 y quedé mal. Igualmente, un exalumno de la universidad en la que trabajaba me mandó un mensaje y le comenté el motivo del viaje, supo comprender. El viaje fue bueno y tranquilo. Llegamos a la hora. A Goyo lo fueron a recoger y nos despedimos con un nuevo fuerte abrazo. Ingresé nuevamente al aeropuerto a Sala de Embarque, todo iba sobre ruedas; tenía hambre así que entré a Tanta a comer algo. Pedí una buena ensalada, un buen jugo y una entrada: papa a la huancaína. Sin darme cuenta, me metí un trozo de papa que estaba muy caliente y me quemó mis papilas gustativas. Ni modo. De pronto, alguien me mandó un mensaje con una foto mía en el lugar: eran dos amigos, Jonathan y Marco, que regresaban de Puno. Estuvimos conversando y Marco me invitó un pisco sour catedral para celebrar el año nuevo. Potente. Medio ebrio de gozo, subí al avión (ventajas de ser adulto mayor en estos casos) para acomodarme. Me encontré con más gente conocida, estaba regresando a casa. Salimos puntuales y llegamos a la hora. Ya en camino a mi hogar fui cerrando este gran reencuentro que espero pronto lo repitamos. ¿Por qué no el Norte playero?







martes, 11 de enero de 2022

CUSCO, OMBLIGO DEL MUNDO




Fin del 2021. Reencuentro de los viejos amigos en el ombligo del mundo, en el puputi. Cusco. Un viaje que lo planeamos desde dos meses lo hicimos realidad. Durante nuestros encuentros virtuales (Zoom) comenzamos a planificar el encuentro. Fecha de partida: 28 de diciembre. Y así fue. Compré los pasajes de ida y vuelta con escala en Lima (para mí) con el fin de viajar juntos a tierras cusqueñas para encontrarnos con los amigos de la PUCP que ya llevan muchos años allá. Este viaje iba a ser dedicado a mis amigos universitarios. En Cusco tengo amigos de colegio y de la universidad en que enseñé. Pero esta reunión era exclusivamente PUCP. Años pasados había ido con grupos de estudiantes y ocasionalmente me pude encontrar con Ricardo y Cecilia en tiempos separados; pero las responsabilidades no me permitían tener una reunión con los amigos: iba por trabajo. La última vez que estuve en Cusco por placer fue en 1991. He ido muchas veces a diversos lugares como Machu Picchu u otros espacios, pero la ciudad en sí pocas veces la he visitado como tal. Así que el plan con Goyo y los “cusqueños” era disfrutar la ciudad como tal; además Goyo estaba con un tratamiento que le impedía larga caminatas o ascensos/descensos que hay varios allí. Tampoco había que olvidar las medidas sanitarias que no eran tan respetadas en Cusco, donde vi muchas personas sin mascarillas y mucha presencia de personas antivacunas. El control dependía, pues, de nosotros. Ese 28 estaba todo planificado; los pasajes inesperadamente iban subiendo cada vez que ingresaba para intentar hacer la compra; luego nos íbamos a enterar de algunas estrategias que emplean las líneas aéreas para volver un viaje inicialmente barato en uno caro. Viveza. Fui al aeropuerto de Trujillo temprano para darme con la sorpresa de la cancelación del vuelo: Trujillo dice ser un aeropuerto internacional que no tiene radar. Interesante, habiendo un vuelo a Santiago de Chile desde aquí. Me mandaron para la tarde. Las conexiones iban a ser ajustadas. Goyo sí salió puntual, pero mi llegada a Cusco fue recién a las 8:00 pm cuando esperaba estar a las 1 pm. Medio día perdido. Felizmente los tramos entre Trujillo y Cusco en esta segunda “oportunidad” se cumplieron. Me recogió un taxi del aeropuerto y al llegar a nuestro hotel en San Blas el acceso era de lo más loco: iba a vivir una experiencia parecida el resto de los días de nuestra estancia en Cusco. Las estrechas calles de San Blas son una locura para el tráfico y sólo los lugareños lo entienden: los auto pequeños son los más oportunos, por lo que casi no ves los mastodontes que son las 4X4, pero tampoco ves (maravilloso) ni Ticos ni mototaxis.  Recién llegado me esperaban ya en el hotel Goyo y Ricardo (Chino) para empezar las actividades. Pensé que el soroche iba a hacer estragos, pero no hubo incidente alguno. Nuestra primera salida consistió en tomar una sopa (moría de hambre) y beber un mate de coca. Tampoco era cuestión de abusar. Encontramos a una exalumna del Chino en un restaurante en el que tomé la sopa (deliciosa) para de ahí descender a la Plaza de Armas. Las calles estaban llenas de gente, las tiendas abiertas: había ambiente de fiesta. Sin embargo, Chino no podía quedarse mucho tiempo, pues tenía trabajo y, como nos enteramos luego, vivía relativamente lejos del Centro Histórico, bastante lejos. Así fue la emoción de este encuentro en físico luego de décadas: la última vez que, creo, estuvimos todos juntos como viajeros fue en Trujillo en 1984. Y luego en Lima hasta que cada uno fue tomando su camino. Casi 40 años. Era nuestro momento, nuestro reencuentro. Nos despedimos de Chino en la plaza de armas y nos fuimos a tomar un par de tragos antes del ir a dormir en uno de los restaurantes con mirada a la plaza. Gracias a Isaac del hotel donde estuvimos, coordinó con un taxi para que nos recogiese. A pie el camino es más corto, pero Goyo no podía sostener una marcha larga y con altura, menos. Nos fuimos en taxi que tomaba cierto periplo hasta llegar a la Plaza San Blas y de ahí hasta nuestro hotel, el Home Garden, muy simpático hotel.

29 de diciembre. Miércoles. De ahora en adelante, los días iban a tener una situación rara, peculiar. Ciudad nueva, fin de año; muchas actividades. Tomamos un buen desayuno temprano y decidimos ir hacia la plaza. En Trujillo se me había informado de comprar el boleto de la ciudad, cosa que no hice y fue una mejor decisión a la larga: había hecho una reserva para el Museo Histórico Regional, pero no tenía los boletos. Dejé a Goyo en un café que iba a ser el punto de reunión permanente los días restantes (esquina Portal de Comercio con Mantas). Fui a una oficina de la Municipalidad, pero el paquete no era atractivo. Queríamos hacer la visita a nuestro ritmo e interés, y caímos en cuenta de que los lugares que había planificado no era necesario tener el boleto turístico. Descartado. Primer objetivo: la Iglesia de La Merced. La primera vez que estuve aquí fue en 1973 y luego en 1975. En 2019 ingresé muy temprano a ver el templo; pero lo que íbamos a ver era una fascinación. Ahora tienen un museo muy ordenado, lástima que no cuente con libros del convento, ni con textos especializados del patrimonio que cuenta esta iglesia. Su arquería, la pinacoteca en los muros del claustro; la platería, la bella custodia (impresionante tal como la recordaba de la primera vez que la vi). Goyo se quedó reposando mientras iba husmeando el lugar. Impresionante. Aquí la página que te puede dar más datos del lugar: https://ilamdir.org/recurso/7841/museo-del-convento-de-la-merced. La toma de fotografías en los interiores está prohibida, costumbre que ya no se estila en otras partes del mundo. Después de esta primera visita, uno recuerda la gran importancia que tuvo esta ciudad en la colonia. 







De ahí salimos hacia otra belleza: Santa Catalina. Estuve aquí en 1975 y recuerdo pocos detalles como el del nacimiento armable que, según después me enteré, es uno de los tres que hay en el Perú: el otro lo vi en la iglesia de San Francisco y el tercero en la Iglesia de Santa Teresa en Arequipa. Goyo me acompañó una parte y se fue a descansar. La parte del segundo piso encontré una interesante pinacoteca, así como los cuartos de las novicias y su vajilla. Hace recordar un poco a Santa Catalina de Arequipa, pero el de Arequipa es inmenso (una ciudad dentro de la ciudad). Se pueden tomar fotos libremente. Este convento es de monjas dominicas. Las pinturas son interesantes y entre estas hay tres atribuidas al maestro Diego Quispe Tito. Con buena iluminación y lejos del mundanal ruido, uno disfruta de esta visita impostergable. Aquí hay información del convento y algo sobre el museo: http://www.qosqo.com/qosqoes/catalina.html. Para ahondar más en detalles de este convento y su existencia, leer este ensayo de la mexicana Mercedes Pérez Vidal ( https://czasopisma.marszalek.com.pl/images/pliki/sal/6/sal601.pdf). Cusco tiene un patrimonio pictórico envidiable e imagino la existencia de un mega museo que recoja todo el arte religioso cusqueño.












Goyo había quedado para almorzar con su hija, y se nos iba a unir Ricardo. Así que nos dirigimos hacia la plaza de armas a husmear sitios y hacer tiempo. Subimos por la estrecha calle Procuradores viendo diversos restaurantes de diversas cocinas del mundo; en esta calle vimos una de comida coreana. De pronto, Goyo fue atacado por un lindo felino, confianzudo, avezado. Frente a este furibundo ataque, vimos un simpático lugar como para comer el postre: Qucharitas. Nos dirigimos hacia la calle Teqsicocha. Si doblábamos a la derecha, íbamos a subir un buen bloque de escaleras, así que doblamos hacia la izquierda en donde encontraríamos más restaurantes especializados para visitantes israelíes; pregunté al mozo y este me dijo que la comida era kosher y el menú estaba en hebreo. El restaurante pertenecía a un hotel que recibe viajeros de esa parte del mundo. Doblamos hacia la derecha que seguía siendo la misma calle Teqsicocha hasta llegar a la calle Tigre y dar con la bonita plaza Santa Teresa; bajamos por Plateros y nos fuimos a buscar un buen restaurante con vistas a la plaza y ese fue el Tunupa. Almorzamos bien, regado por cervezas; Goyo se quedó con las ganas de cuy. Chino se unió y luego nos fuimos a buscar el postre. Acordamos encontrarnos más tarde con Cecilia, Raúl y Verónica para planificar nuestro fin de año. Antes de ir al hotel, nos fuimos a ver la iglesia San Cristóbal para tener una visión panorámica de la ciudad; tomamos un taxi de la misma plaza, el cual nos llevaría a la iglesia y luego al hotel para nuestro pequeño reposo. A las 6.30 bajamos a la plaza nuevamente para encontrarnos con la gente, tantos años sin vernos. Luego de los abrazos nos fuimos a cenar al restaurante La Bodega 138 (simpático lugar) y de ahí a casa de los Chiappe Eguiluz. Al día siguiente nos íbamos a conocer la Ruta del Barroco Cusqueño.