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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 15 de diciembre de 2019

BRÜNING Y EL BUEN COMER, DOS ALMAS DE LAMBAYEQUE



Miércoles 31 de julio.  Ahora sí. Había comprado ya los boletos para irnos a Chiclayo con Carmen y su hermana Adela. Nos fuimos en EMTRAFESA, una línea que tiene todas las posibilidades de ser una buena empresa, pero su servicio deja mucho por desear. Además, el viaje ahora se hace bastante largo. Lo bueno es que habíamos reservado un hotel muy cerca del terminal de bus en plena avenida Balta: el hotel Ottavis. Como fuimos ligeros de equipaje, solo nos bastó caminar a nuestro destino. Una vez acomodados en nuestras habitaciones, nos fuimos a almorzar a Lambayeque y visitar el museo Brüning. La ida fue relativamente tranquila, pero el retorno iba a ser otro cantar. Le pedimos a nuestro taxista que nos lleve al restaurante El Pacífico, donde hay una buena selección de platos y los hacen para el gusto de muchos turistas que llegan a Lambayeque a visitar sus buenos dos museos: no los condimentan mucho, ni los hacen muy picantes. Lo bueno (y veo que ya se ha establecido en muchas cartas de diversos restaurantes típcios) es pedir platos llamados rondas en el que tiene casi una muestra variada de la cocina de la Región (https://es.foursquare.com/v/el-pac%C3%ADfico/4d1f81add7b0b1f76d460d9f). Tiene buenas opiniones en páginas de viajeros y los precios son módicos. (https://www.tripadvisor.com.pe/ShowUserReviews-g1926372-d6966971-r268748565-El_Pacifico_Lambayeque-Lambayeque_Lambayeque_Region.html).

Una vez culminado nuestro opíparo almuerzo, nos fuimos a visitar al museo que se halla a dos cuadras. Lo interesante de este museo son sus exposiciones itinerantes y su galería de objetos de orfebrería. En mi época de coleccionista de estampillas conocí muchas piezas de filigrana moche, vicús y chimú que luego vería en estas urnas. El museo acoge los restos e investigaciones de la dama de Chornancap, cuyo descubrimiento, como el de la dama de Cao, han tenido que cambiar los datos que se manejaban en la historia de nuestro país: las mujeres eran poderosas y ostentaban este como lo hicieron los antiguos líderes del Perú precolombino. Aquí más datos: https://arqueologiadelperu.com/la-primera-sacerdotisa-de-la-cultura-lambayeque/. Imagino que el museo está acogiendo esta exposición y creo que va a pasar lo mismo con todo lo que sucedió con el señor de Sipán, cuyos restos y su ajuar se expuso por un par de años en este museo hasta que se construyó el museo definitivo de Tumbas Reales. El museo de sitio del complejo Chotuna Chornancap tomará todavía un buen tiempo para construirlo, pero promete ser un de gran calidad como lo son Tumbas Reales, Túcume, Huaca Rajada y Sipán. Desde el punto de vista museístico y arqueológico, Lambayeque es un paraíso. El mismo Heinrich Brüning, alemán, ingeniero de profesión, quien trabajaba en zonas de industrialización azucarera, quedó fascinado por los restos arqueológicos a lo largo costa peruana. Vio Chan Chan, cuando trabajaba para la hacienda Laredo y se instaló por décadas en Puerto Eten. Hizo un trabajo sistemático de estas culturas, leyendo crónicas, registrando todo: combinó su estudio sistemático propio de las ciencias, así como la creatividad para poder articular vacíos que hallaba con sus nuevos descubrimientos para darles sentido de un rico pasado que recién se está abriendo, ahora, en todo su esplendor. El museo es una extensión de su paciente labor y, además, nos dejó cientos de fotografías y rollos (que se hallan en Berlín) en los que registró la lengua muchic, actualmente extinta y de la que tenemos topografía y toponimia, como vocabulario hablado con el español actual. Brüning escribió diversos trabajos reunidos con el título de Lambayeque, Estudios Monográficos. La primera es de 1922 y se hizo una muy interesante en 1989, desde el facsímil de la primera; esta reimpresión fue editada por James Vreeland, Jr. Y bajo el auspicio de la Cervecería del Norte y publicado en Monsefú, uno de los pueblos queridos por Brüning. Es necesario contar con cuenta Scribd. (https://es.scribd.com/document/273878794/Lambayeque-Estudios-Monograficos-de-Enrique-Bruning). Tiene muy interesantes fotografías del autor y hay palabras reflexivas de Juan Mejía Baca, chiclayano de nacimiento. Una última edición prologada por el arqueólogo Walter Alva la hizo la Biblioteca Abraham Valdelomar en 2012 y es más fácil hallarlo en grandes librerías como SBS, donde la compré. Aquí el enlace: http://www.librosperuanos.com/libros/detalle/14796/Lambayeque. El estudio de Brüning puede haber sido superado por los avances de la arqueología, la lingüística, la topografía; pero es un testimonio valioso de nuestro pasado y que no deja de asombrarnos. Las personas mayores que lo leen comienzan a identificar esos lugares que ya están cayendo en el olvido; pero que, gracias a la arqueología, amarrada a la educación y al turismo, están trayendo a la memoria.  






Una vez culminada nuestra visita, nos fuimos a buscar un lugar donde tomar un buen café. Buscamos la casa Descalzi, pero ya estaban cerrando. Los dueños de manea amable nos sugirieron otro lugar por ahí, pero no estaba abierto aún. Entonces decidimos retornar a Chiclayo. Nos fuimos por la Plaza de Armas hasta el paradero, pero en nuestro camino se plantó un auto delante de nosotros y ofreció sus servicios de taxi. El precio fue acordado y nos embarcamos. Fue tremenda odisea. Tal como había comentado líneas arriba, la avenida-carretera que une Chiclayo con Lambayeque estaba con un canal en reparación creando embotellamientos terribles, habida cuenta que aquí es el paraíso de los autos suicidas y los insoportables mototaxis. Nuestro chofer no tuvo la más peregrina idea que ir por la berma sin asfaltar de la vía opuesta. El tráfico era una locura y no había policías de tránsito apoyando para contener esta locura en la que había no solo autos pequeños o camionetas, sino autobuses, puesto que es la ruta de ingreso de unidades que vienen de Piura, Máncora y Tumbes. La locura. Esta sería una advertencia que iba a tomar en cuenta para evitar este infierno en dos días cuando con la camioneta alquilada haríamos el trayecto por Ferreñafe y el Norte.
Llegamos a Chiclayo, hasta la Plazuela Elías Aguirre. El tráfico en esta ciudad es terrible. Las calles estrechas y la imprudencia de muchos choferes hacen una pesadilla para cualquier conductor foráneo. Se respetan poco las reglas y muchos vehículos pequeños como ticos o mototaxis se meten por lugares generando un caos inimaginable. Es un punto oscuro para una ciudad con tan buen potencial turístico y que recibe vuelos internacionales. Decidimos bajar del taxi para evitar la penosa espera de un tránsito que iba lentamente, más rápido iba a ser nuestra caminata. Y fue una feliz decisión, pues nos encontramos con un nuevo café en la calle Elías Aguirre: Expresso 414. Buenos café y jugos de estación, tentadores postres. Comer es una delicia en Chiclayo.
Nos fuimos a nuestro hotel para descansar e ir a cenar a un chifa, algo ligero para una noche. Al día siguiente nos íbamos a Zaña, al Sur de Chiclayo.





domingo, 31 de diciembre de 2017

MÁS TESOROS OCULTOS LAMBAYECANOS: MÓRROPE Y BRÜNING (MÁS JOYAS OCULTAS EN EL PERÚ)


El domingo 05 iba a ser un día corto de visitas. El día anterior habíamos devuelto la camioneta en el aeropuerto. Ena nos dijo que podíamos usar su amplia camioneta, pues ella iba a estar en sus clases universitarias. Ante tan grato ofrecimiento, nos arreglamos todos en ella, una vez que habíamos arreglado las cuentas en el hotel y haber preparado nuestras cosas. Ena y su esposo nos iban a dar el alcance a Lambayeque para almorzar. Así que llevamos  nuestros maletines con cámaras para ir a conocer un espacio que en julio se nos había negado: las iglesias de Mórrope.
En julio fuimos Orietta, María, Carmen y yo para conocer el lugar, pero llegamos tarde; ahora venía nuestra revancha. Enfilamos nuestro rumbo y raudos partimos para ir a conocer el lugar y luego ir a Lambayeque a ver dos museos: Tumbas Reales de Sipán y Brüning. Para suerte nuestra (depende como lo veamos también) era primer domingo de mes por lo que las visitas a ambos museos era gratis. Fuimos a Mórrope como primer objetivo. Ya es camino conocido por nosotros. Al llegar a la ciudad, fuimos directamente a la plaza de armas para ubicar nuestros objetivos. Había una ceremonia (mucha gente vestida para ello) y pregunté a un grupo de fotógrafos por la llave de la iglesia de indios que se halla al lado de la española. El conjunto arquitectónico es interesante, más la iglesia de indios sobre la cual he escrito en anteriores visitas. Pero este viaje nos permitió ver, lastimosamente, el daño causado por las recientes lluvias de febrero-marzo que causaron mucho daño a todo el Norte peruano. En la secretaría, un joven amable nos alcanzó la gran llave que se usa para abrir la puerta (le tomé una foto para que quede la evidencia) e ingresamos a ver el estado de esta interesante iglesia que fue popularizada por National Geographic en los 80, cuando se hizo el gran hallazgo de las tumbas de Sipán. Aquí les alcanzo los numerosos datos de una crónica anterior  de hace un año (https://elrincondeschultz.blogspot.pe/2015/12/cronicas-de-lambayeque-1.html). Lo que sí me parece impresionante es la rapidez con la que cambian el color de la iglesia virreinal. Antes tenía un rojo ocre simpático, ahora tiene un color casi celeste. El que estaba muy interesado por la técnica de construcción era Christian, pues como técnico le interesaba ver el tramado y la estructura empleada. Un gesto simpático fue el ver la lista de futuros esposos y sus respectivas fotos avisando a la comunidad su pronto matrimonio.









Luego de concluida nuestra breve visita a Mórrope, nos dirigimos a Lambayeque. Primero nos fuimos al Museo Tumbas Reales, recién ahí nos percatamos que el ingreso era gratuito. Dejamos la camioneta en el estacionamiento y María decidió quedarse para seguir avanzando con su trabajo. La visita a este museo siempre es grata y es una de las joyas del turismo peruano. Estaba repleto y fuimos avanzando a nuestro ritmo, pues ya era una marea humana. Una vez concluida la visita, nos dio tiempo para ir a Brüning, la otra joya de la ciudad de Lambayeque: esta vez no estaba abierta la exposición de la Dama de Chornancap, pero la sección de tejidos siempre es un gusto volver a ella. La visita de julio fue una agradable sorpresa que siempre tendremos presente y que registré en la siguiente crónica: https://elrincondeschultz.blogspot.pe/2017/08/ciudad-de-lambayeque-joyita-para-el.html. Una vez concluida la visita, nos dirigimos a la Casa Descalzi que es un restaurante simpático en una bella casa como las que hay en Lambayeque y que urge rescatar para convertir a Lambayeque en un verdadero polo turístico. Ena nos dio el alcance y almorzamos como se debía. Delicioso. 






Pero faltaba algo más: un postre y un café. Eso lo íbamos a lograr en nuestro retorno a Chiclayo. En las rutas había visto una heladería,  tomamos el camino al hotel y nos topamos con el Mapache Frío. Bajamos todos ansiosos para comer un delicioso helado y un café express como se merece. Una combinación de una bola de chocolate belga y otra de cereza y arándanos fue perfecta, toda rociada con un café amargo como se debe. Nos dirigimos al hotel para recoger nuestras cosas. Orietta y Lorena regresaban con Ena y su hija en la camioneta; los demás, en bus. Fin de nuestra corta jornada lambayecana.




TESOROS OCULTOS LAMBAYECANOS (VIAJE AL VIEJO TÚCUME)



Una rápida visita a Chiclayo siempre depara sorpresas. Esta vez fue la primera semana de noviembre con la visita de Isabelle Lemoal, quien vino desde Francia con un amigo suyo, Christian Mage, a apoyar el proyecto que tienen en Río Seco. Quedamos en salir el viernes 03 por la tarde para llegar a cenar a Chiclayo. Orietta y Lorena vendrían al día siguiente. Compré los pasajes en EMTRAFESA para salir a las 4:30 pm y llegar a las 8 pm e instalarnos en el hotel Embajador. Lo malo del hotel, aunque simpático, es la ubicación; este se halla en la calle 7 de Enero, el cual está plagado de restaurantes y al lado de una galería comercial. Felizmente, pese a ser fin de semana, el lugar no era ruidoso. Habíamos quedado alquilar una camioneta por un día (el sábado 04) pues el domingo pensábamos ir a Lambayeque y regresar a una hora moderada para estar en Trujillo temprano. Esos eran nuestros planes iniciales.
Salimos casi puntuales de Trujillo en dirección a Chiclayo. La gente del hotel nos estaba esperando para recogernos. Nos subieron en dos taxis muy pequeños con las  maletas; es un problema en Chiclayo hallar taxis grandes debido a la estrechez de las calles. Ya acomodados en nuestras habitaciones, acordamos salir a cenar a un lugar de carnes: La Parra. Nos fuimos caminando al lugar, pues no estábamos tan lejos de la Plaza de Armas y el restaurante tampoco lo estaba sobre la Balta en dirección a Santa Victoria. Cenamos bien, los platos eran generosos, todo rociado de buen vino. Retornamos al hotel para dormir temprano, pues el sábado 04 teníamos varios planes por cumplir. Íbamos a ir a Túcume y visitar, inesperadamente, Eten por la tarde. Teníamos que estar atentos, pues Orietta venía al día siguiente. Eso también cambiaría algo nuestros planes iniciales.
El sábado 04 nos levantamos temprano con el fin de ir a recoger la camioneta. Tomamos desayuno en el hotel y acomodamos nuestras cosas para ir al aeropuerto a recoger una camioneta 4X4. Las condiciones han cambiado, pues antes te dejaban el vehículo en el hotel; ahora debes de recogerlo en el aeropuerto. Fuimos a hacer la gestión para recoger el vehículo que estaba bastante usado. Luego nos fuimos a hacer compras en un supermercado como las ocasiones anteriores para comprar nuestro almuerzo: frutas, pan, huevos duros, atún. De ahí nos dirigimos raudos a Túcume para ganar tiempo y conocer algo nuevo. El museo ya lo había visitado en julio reciente, pero en el mismo había un detalle que me interesaba: la antigua iglesia de Túcume viejo.




La salida por carretera a Túcume fue toda una experiencia fascinante para Christian; había viajado en el panorámico de Emtrafesa y había visto cada cosa, impensables en Francia. Estaba viviendo la peruanidad. La carretera a Túcume fue una experiencia alucinante, exorbitante. Cada maniobra de buses o combis eran para él motivo de acercamiento a la divinidad en su más pura esencia o a los avatares, dioses hindúes que esperaban su ascenso a la inmortalidad. Nada de eso ocurrió; llegamos a Túcume y gracias a su experiencia como hombre práctico, nos ayudó muchísimo en apuros que pasamos por diversas razones. Una plantada de auto no era más que un truco del encendido; un espejo casi descolgado era solo una pequeña maniobra suya para que todo quede OK. Pese a todo, llegamos al museo de sitio que abarca ahora todas las pirámides y los otros espacios que han sido arreglados a modo de circuitos. La zona es extensa y por razones de tiempo teníamos que priorizar. Tanto María como Isabelle habían estado aquí (incluso juntas) así que con Christian fuimos a ver los lugares interesantes como ascender al cerro Purgatorio y ver una panorámica de la zona. Desde arriba tiene una visión bastante interesante de la zona. Además ahora muchas huacas están siendo intervenidas para salvarlas del deterioro natural y humano. Nunca hay pierde. Lo malo fue que al descender nos salimos del sendero y fuimos a parar a una suerte de hoya por la que bajamos de manera accidentada. Llegamos a nuestra meta. Isabelle y María no habían subido, pasamos por ellas y nos dirigimos al museo; pero en el camino para grata sorpresa nuestra había una reunión muestra de varios chamanes venidos de diversas partes del Perú, cada uno con su rito y estilo, haciendo limpias a la gente que se acercaba a ellos. Un poco incrédulos, nos aproximamos a ellos y vimos parte de los ritos; pero estábamos un poco apurados, pues tanto Orietta como Lorena estaban que llegar y no sabíamos la hora de su arribo, pues venían en el auto de otra amiga: Ena Obando. Decidimos ir al museo no sin antes haber visto el vivero. Al museo entramos con relativa calma viendo detalles que en visitas anteriores había pasado por alto.  Y esos datos pasados por alto era precisamente la vieja iglesia de Túcume, muchos de cuyos detalles son parte de la exhibición. Así que una vez concluida nuestra visita al museo, indagamos sobre esta iglesia, la cual se ubica en el pequeño caserío Túcume Viejo; este no es muy visitado por la gente. Es una iglesia de buen tamaño. Quiero tomar el texto de Fernando Vela Cossío, quien escribió un ensayo al respecto, llamado La construcción de la iglesia de Túcume Viejo. Algunos aspectos constructivos de la arquitectura religiosa virreinal de la Costa Norte del Perú. El extracto que tomo dice así: “Estas ruinas constituyen posiblemente uno de los ejemplos más interesantes de arquitectura religiosa que puede verse en toda la región norte peruana. Se trata de un templo presumiblemente de tres naves, divididas quizá por soportes intermedios de madera, sin capillas, de unos 164 pies, 8 de longitud por 52 pies de anchura, con una cabecera sencilla de 21 pies de ancho y 32 de largo, con remate recto tras el que se sitúan una serie de estancias de difícil interpretación mientras no se lleve a cabo la excavación arqueológica del conjunto, pero de uso muy probable como sacristías y espacios auxiliares. Esta clase de templo, de gran desarrollo longitudinal, es corriente como hemos visto en la arquitectura peruana de época virreinal, pudiendo encontrarse ejemplos del mismo por toda la geografía de este extenso y diverso país andino”. Felizmente el conjunto religioso se ha incluido en el programa de prevención de monumentos históricos por lo que en la actualidad hay toda una instalación que cubre el monumento. Además indagando encontré el blog de un bachiller de arquitectura, Piero Benites, quien alcanza una propuesta de preservación: http://pieroaq92.blogspot.pe/2013/06/templo-colonial-de-tucume-viejo-tema-y.html





Esta visita fue fructífera, pero tuvimos que apretar nuestros tiempos pues los demás viajeros estaban por llegar. Así que regresamos a Chiclayo.
En el hotel nos encontramos con las recién llegadas y almorzamos lo que habíamos comprado temprano. Todo lo regamos con cerveza. Por la tarde nos fuimos un grupo pequeño en la camioneta a Eten para que vean el muelle que aún queda en pie y conocer con un poco más de paciencia la capilla colonial del Divino Niño Jesús, en torno al cual hay varias leyendas (milagros) que se ven graficados en varios murales en la nueva capilla erigida no muy lejos de ahí. Es una pena que tan bella edificación colonial haya quedado en el olvido, como bien comenta el ensayo arriba nombrado y el libro de Juan Castañeda Murga, Templos virreinales de los valles de Lambayeque. Esos descuidos terminan matando la identidad de la zona, así como una posible ingente fuente de riqueza que atrae a turistas especializados que tienen gustos más precisos y que gozan de buen patrimonio personal.





Por la noche nos fuimos a cenar y, para cerrar mi ciclo de decepción, decidí que vayamos a Vichayo. El lugar estaba abierto. Había llamado y, ciertamente, había atención regular. Al sentarnos y recibir las cartas hicimos la consabida pregunta: el tipo de pescado que usaban para la preparación. Cuando el mozo nos dijo que era tollo, mi estómago se revolvió. Pregunté si había otros pescados, y nos dijo unos dos o tres más, los cuales variaban de precio y, sin embargo, esa información no estaba en la carta. Decepcionante. Última definitiva visita a este lugar que alguna vez fue bueno y ahora va de mal en peor. Nos fuimos a Casa Andina para cenar en el lugar.

Así cerramos nuestro primer día.