Sábado 28, ya casi terminando el 2024. Nos levantamos temprano para aprovechar el día y preparar nuestras maletas, pues ese día dejábamos nuestro alojamiento para irnos a Concepción. Coordinamos con las personas de portería para poder dejar nuestras maletas en guardianía y enviar los regalos a casa de Sergio, donde pasaríamos el Año Nuevo 2025. Salimos a buscar algún lugar para desayunar por la Av. Nueva Providencia, pero no encontrábamos lugar alguno, hasta hallar un lugar que ofrecía café y pastelería (ni modo): Krispy Kreme (https://www.krispykreme.cl/sucursales/). Algo no muy sano para desayunar, pero teníamos prisa. Como pensábamos dejar las cosas en el nuevo hospedaje y las cosas para Sergio, tomamos un buen tiempo en hacer la gestión. Teníamos que regresar a las 8:30 pm a recoger las cosas para dejarlas en nuestro nuevo lugar y de ahí salir al Terminal Sur de buses para viajar a Concepción a las 11:30 en Pullman Tur. Ya coordinado todo (nos faltó haber hecho todas estas operaciones el día anterior: aprendizaje de viajero), nos fuimos al centro a visitar nuestros objetivos: teníamos una buena agenda. Tomamos la línea 1 del metro desde nuestra estación, Los Leones, en dirección a San Pablo y bajamos en la estación Baquedano para tomar la 5 en dirección de Plaza de Maipú; tras una estación, ya estábamos en Plaza de Armas. Genial el servicio de Metro; así te ahorras un montón de tiempo y te evitas los atolladeros de tráfico. Santiago (y todo el país) no tiene esas pesadillas que son las combis, los mototaxis ni ticos. Hay choferes algo imprudentes como veremos en algunos taxistas, pero por lo general la gente respeta las reglas de tránsito: las cebras, usar cinturón de seguridad, el uso de direccionales (aquí la mayoría de conductores no saben para qué sirven). Desde ese punto de vista, comparado con Perú, es todo un paraíso: ¡No hacen sonar el claxon como locos!
Ya en la Plaza de Armas, vimos un espectáculo simpático de varios percusionistas que se ubicaron en una esquina cerca de nuestra meta: el Museo Chileno de Arte Precolombino. Luego de disfrutar el trabajo de los diez músicos bailarines, nos dirigimos con varias expectativas de todo el museo. Este museo es uno de los pocos en el que íbamos a pagar entrada. Además, felizmente, tenía algunos libros del material que hay en este espacio. La optimización del uso de recursos ha hecho que muchos museos ya no publiquen libros ni folletos. Algunos espacios culturales han sido bastante inteligentes, pues no sólo incluyen esos materiales, sino estampillas, monedas y medallas. Eso lo vi en el Museo Sorolla (toda la colección de sellos que España ha impreso en una serie de pintores españoles) y en la Fortaleza San Felipe del Callao en el que te ofrecen la moneda de 1 sol que representa este monumento que es patrimonio cultural de nuestra nación. Chan Chan podría pensar en hacer eso; es también un bonito recuerdo de una visita a estos lugares emblemáticos. Volvamos a nuestro Museo. Este está cerca de la Plaza, a una cuadra en esquina entre las calles Compañía de Jesús y Bandera. Está ubicado en un edificio del siglo pasado que ha sido transformado de manera óptima con buenas intervenciones para crear tres pisos, dos con exposiciones permanentes y uno con diversos ambientes bastante amplios para las temporales. La exposición se llama Chile antes de Chile, pues habla de las culturas precolombinas que se desarrollaron en lo que es actualmente el territorio chileno, así como algunas culturas relevantes del espacio americano desde México hasta el altiplano. En el piso -1, está la muestra permanente de una exhibición que abarca 8 mil años de ocupación de diversas partes del territorio chileno, que incluye las islas Rapa Nui (Pascua) y Juan Fernández. Hay una muestra interesante de las momias de Chinchorro, ubicado en el desierto de Atacama. También es interesante la muestra de las culturas mapuche y lo que corresponde a la isla de Chiloé (un lugar pendiente para visitar en el futuro). Uno de los problemas que pudimos percibir era la débil luminosidad del lugar, salvo el rincón donde se hallan unas grandes estatuas de madera de Rapa Nui; es una forma de proteger las piezas que tienen un alto valor incalculable desde el punto de vista arqueológico.
El piso 2 tiene una buena colección de ceramios, estelas, telares y trabajos metalúrgicos de las diversas culturas que se desarrollaron en los Andes y Mesoamérica antes de la llegada de Colón. La Sala Textil tiene una gran muestra de obras textiles de las culturas que se ubican sobre todo en el Perú actual: hay piezas de Paracas, Moche, Chancay y Tiahuanaco. Hay un manto Paracas de bella factura, así como piezas con plumas de origen Moche. En la Sala Andes Centrales, hay una buena colección de huacos retratos Moche, así como huacos Nazca.
En la primera planta había una exposición muy interesante sobre textiles andinos virreinales acompañados de bellos cuadros de la escuela cuzqueña, uno de los cuales mostraba los matrimonios que unían españoles con damas de la nobleza inca en la ciudad de Cuzco (https://precolombino.cl/wp/, https://museo.precolombino.cl/). Demás está decir que la museografía y los servicios de esta institución eran de calidad.
Una vez concluida la visita nos fuimos a almorzar nuevamente al Nacional que estaba cerca del Museo. Estábamos atrasados en cuanto a nuestro plan inicial de visitas, ya que nos tomó casi tres horas ver qué íbamos a hacer con algún equipaje que no llevaríamos a Concepción. Quisimos ir a pie desde el restaurante que queda en la misma calle Bandera hasta este museo que, según Google Maps, indicaba sólo 16 minutos a pie (https://maps.app.goo.gl/3fFe1uGcxaERHPEg6). Pero mi pierna ya me enviaba ondas dolorosas. Taxi (entre cuatro no es oneroso el costo). Llegamos así al Museo Nacional de Bellas Artes que contiene, también, al Museo de Arte Contemporáneo. Esta visita osciló entre la decepción y la admiración. Bellas Artes tenía una exposición interesante sobre la mujer en el arte chileno, pero con escasa información sobre todo el material expuesto, vasto, interesante (https://www.mnba.gob.cl/). Este fue uno de los pocos museos que carecía de ascensor y hay bastantes escaleras tanto para ascender como descender a las diversas salas de este buen museo. Ojalá solucionen pronto ese problema. En la segunda planta había una exposición centrada en la mujer en el arte en Chile. Algunas partes interesantes estuvieron en el comportamiento de muchas mujeres artistas durante la dictadura de Pinochet y el acercamiento de artistas fotógrafas con los pueblos originarios.
En la primera planta se ubican varias exposiciones contemporáneas habiendo un par de ellas bastante notables y en la planta subterránea, otra de muy buen nivel.
A la salida, hay una estatua cuya hechura se explica en la exposición por el uso del cuerpo femenino para estatuas de hombres desnudos. Frente a esta edificación del museo, hay un extenso parque, el de Rubén Darío, con una estatua interesante: La Gloria.
Ahora sí queríamos caminar a nuestro último destino: Centro Cultural Gabriela Mistral, tan sólo 12 minutos (https://maps.app.goo.gl/WiktKcQG4mTBcnPS9). Y en nuestro camino íbamos a tener el encuentro con un barrio alucinante: el Lastarria (https://barriolastarria.cl/, https://disfrutasantiago.cl/barrio-lastarria/). Nuestro objetivo está en medio de este simpático barrio bohemio, cargado de juventud y cultura, como después me enteraría que los museos recién visitados también forman parte de este barrio. Fuimos primero a ver el centro cultural para luego meternos de lleno en sus calles. Este centro cultural es una verdadera joya: https://gam.cl/. Una verdadera sana envidia. En Santiago vimos varios centros culturales gratuitos de calidad, bien tenidos, con todos los servicios y la oferta cultura de alto nivel.
Cosas así no he visto en cantidad en Lima, menos en provincias (como sí los tiene Valparaíso, por ejemplo). La libertad de expresión es evidente en estos espacios, como lo veríamos en las calles de Lastarria luego: parejas hetero y homosexuales caminaban libremente sin escándalos, pero libres. La coerción social hecha por esta sociedad contra los racistas y homofóbicos es notable, un camino que nuestra sociedad debe caminar en la construcción de sus valores cívicos, el respeto hacia el otro, el respeto a la diversidad, el respeto a las normas. Principios básicos de buena convivencia que hacen que un barrio, una ciudad sean lugares dignos para vivir. Y cultura, mucha cultura accesible. En este centro cultural, vimos a chicos haciendo sus danzas urbanas, sus coreografías en un espacio para ellos, no se ven forzados de buscar otros sitios desguarecidos, expuestos a malos elementos: son espacios seguros para los jóvenes. Cierto es que las últimas olas de migrantes han cambiado el rostro de esta sociedad y hay demonios que los incomoda como la violencia que los invade (ahí están los famosos Pulpos trujillanos, como los de Tren de Aragua, y otras bandas). Esos son los temas que íbamos a comentar con los taxistas, algunos venezolanos, otros peruanos, algunos chilenos en este viaje. Los tópicos que iban a ser frecuentes: el estallido social del 2019, la violencia criminal y el terremoto del 2010 (sobre todo en Concepción como veremos luego). Ojalá Chile no se deje doblegar por la violencia que ahoga a los peruanos, esa que incluso ejercen nuestros descarados políticos. Volvamos a nuestra visita: en el Centro había una exposición audiovisual y otra en montaje. Estábamos a fin de año y era una suerte de poder ver algo.
Lo que sí encontramos fue una tienda de libros: la del centro (https://gam.cl/tu-visita/tiendas/libreria-del-gam/). Nos fuimos a bucear por libros: aquí me compré varios textos: “La Patria insospechada” de Rodrigo Lara y “Historias desconocidas de Chile” de Felipe Portales, ambos libros deliciosos de esas historias que pueblan la narrativa popular de cada nación; un libro sobre los interminables terremotos chilenos “Relatos de terremotos en Chile 1575 – 2010, bajo amenaza de lo sublime” compilación de Felipe Moreno; “Cuando hicimos historia. La experiencia de Unidad Popular”, textos compilados por Julio Pinto. Pedí un texto sobre la Guerra del Pacífico y la vendedora me dio el libro de Sergio Riquelme, “Chilenos expulsados del Perú con ocasión de la Guerra del Pacífico” que tiene por prólogo un texto de Jorge Ortiz Sotelo, un exmarino de la Marina de Guerra peruana, historiador y quien fuera designado Jefe Institucional del Archivo General de la Nación. Tantos libros que nos queríamos llevar. Al salir, las vendedoras nos indicaron de otra librería en la que había también filmes y CD. Salimos para caminar por las calles del barrio, para ver sus cafés, bares, ríos de gente que caminaban libremente por las aceras y pavimento por la restricción del tránsito en varias calles. Vimos una pequeña parroquia, de la Veracruz, en el que había un concierto en vivo de instrumentos de viento, en un escenario que mostraba los daños de esta iglesia que fue quemada en el estallido social (https://www.theclinic.cl/2024/02/04/iglesia-de-la-veracruz-del-barrio-lastarria-alista-su-restauracion-a-cuatro-anos-del-incendio-en-el-estallido-social-que-obligo-a-mantenerla-cerrada/).
Cuando vimos nuestros relojes, nos dimos cuenta de lo rápido que había transcurrido el tiempo y la necesidad de recoger nuestros equipajes, dejarlos en el nuevo alojamiento, ir a cenar y, por último, ir a la Estación Sur para tomar nuestro bus a Concepción. Hicimos todo: recogimos nuestras cosas, dejamos varios paquetes en nuestro nuevo lugar en la calle Cano y Aponte en una zona muy bonita en el mismo barrio de Providencia. El portero, muy amable, recibió nuestras cosas, nos vestimos más abrigados para el viaje, nos fuimos a cenar al restaurante Puerto Cabulco (https://www.instagram.com/puertocalbucorestaurant/?hl=es) y tomamos el taxi para la estación. Nos advirtieron de tener mucho cuidado con nuestras cosas. El sistema es rápido, aunque pareciera un poco desordenado. Salimos puntualmente a nuestro destino a las 11:30 PM. Anteriormente, el inquilino de nuestro hospedaje había sido muy tajante con César, así que se decidió cambiar de hotel: Hotel con C. Carmen los llamó para advertirles que íbamos a llegar muy temprano al lugar. Nos dieron el OK. Fin de nuestra segunda jornada.