El último viernes se inauguró una exposición binacional de grabado en la Casa Orbegoso, devenida en el futuro Museo del Bicentenario de nuestra ciudad. Con esta actividad, uno puede ir respirando una gran bocanada de aire fresco en medio de la zozobra política y sanitaria de nuestro país. No todo tiene por qué ser gris; por lo contrario, espacios como estos nos hacen sentir vivos.
Lentamente el arte presencial
comienza a regresar a las calles, escenarios y galerías. La segunda ola de la
pandemia nos sumió en el temor, la decepción y angustia; todo esto acompañado
por el inquietante e incierto ambiente electoral que aún no culmina y, debido a
las características de esta campaña de comicios presidenciales, está quedando
un ambiente hostil enquistado en nuestra sociedad: peruano contra peruano. En
medio de esta realidad poco alentadora, empero vamos viendo lentamente una luz
diáfana en el camino: arte e intelecto comienzan a abrir sus caminos para estar
presente entre los ciudadanos. Hemos tenido una intensa actividad en lo
virtual, pero se hacía necesaria la presencia física para sentir que el arte sí
unía almas y daban un espacio de entretenimiento y confort personal y
colectivo. He tenido oportunidad de oír las diversas exposiciones de hombres y
mujeres artistas que testimoniaban el duro cambio que les cupo vivir desde al
año pasado. Recuerdo los comentarios de Marco Ledesma y sus primeras
experiencias con el teatro virtual; o las novísimas Ferias del Libro en estas
nuevas versiones. Hemos tenido conferencias de todo tipo que han logrado unir a
personas que hubiera sido su presencia en diversos eventos. Pero faltaba más. La
primera actividad presencial en la que estuve fue el Festival de la Música de
la Alianza Francesa. Los artistas se sentían conmovidos de poder pisar un
escenario, aunque sea con un limitado público por las medidas sanitarias.
Algunas lágrimas vertidas daban cuenta de que estábamos dándole vuelta a la
tuerca. Nuestro Festival de Cine Peruano se hacía presente en espacios amplios
en otras ciudades. Y ahora las exposiciones vuelven a la superficie. Estuve en
la del Bicentenario en el Centro Cultural del Banco de la Nación y era
conmovedor ver a la gente “salir de las sombras” para departir, comentar e,
incluso, recordar a aquellos que ya no nos acompañarán más. La exposición
binacional da pasos más atrevidos: artistas peruanos y mexicanos exponen sus
obras en ambos países para fortalecer el sentido de fraternidad que encierra la
Hermandad Trujillo Metepec, la que acoge esta y otras actividades más de corte
artístico y académico. Es un esfuerzo de artistas grabadores trujillanos,
liderados por Gerardo Salazar, de seguir en actividad y arrebatar el pesimismo
de todos nosotros para llenarnos de belleza tan necesaria en momentos como
estos. Sabemos que el arte e intelecto no tienen el impacto de un mall que se
ve “necesario” ante muchos. Pero están ahí para traernos emoción y esperanza.