El informe final de Amnistía Internacional ha sido, a todas
luces, bastante demoledor. Un informe, silenciado o ninguneado por muchos
medios, que ha tenido repercusiones internacionales que le pasarán dura factura
de este gobierno que se decanta en la ilegalidad. Un documento que debilita la
posición de este gobierno ante la sociedad que, lejos de ser protegida por las
fuerzas del orden, se pueden convertir en su asesino legítimo. Previamente hubo
una marcha de fuerzas policiales el jueves 9 en Lima realizada en el Paseo de la República
evocando la obra 1984 de Orwell o imágenes de filmes distópicos inspirados en
este libro y el sábado 11 ocurrió un sangriento y coyuntural ataque del
narcotráfico. Y para coronar la cereza, Otárola anuncia un bono de
“efectividad” a las fuerzas policiales haciendo un juego sucio contra el sentido
de servicio de esta institución generando malestar en la ciudadanía. Divide y
reinarás. Además, Boluarte recibe la visita de Keiko Fujimori, personaje
causante de la inestabilidad política desde el triunfo de PPK y promotora de la
narrativa del fraude tras el triunfo de Castillo. Turbia reunión. El gobierno
de Dina Boluarte juega en pared con el Congreso, entidad que ha demostrado un cinismo
ramplón y chabacano para justificar su nuevo estatus por los ingresos que se
han acrecentado exponencialmente a costa de la estabilidad de nuestra sociedad.
Mientras que ni el MINJU ni el MINCUL son capaces de solucionar una absurda
acusación contra Ruth Shady, directora del Proyecto Caral, amenazada por
traficantes de tierras y otras alimañas; para cerrar la semana, el Congreso atentó
contra la estabilidad de la SUNEDU, institución que trata de adecentar la
mediocre educación superior de nuestro país. A nivel internacional, ya con
problemas con muchos vecinos, la imagen del Perú está entrando en niveles negativos
y vemos el retorno alarmante del narcotráfico en nuestro país y toda la secuela
de corrupción que este trae.
Por otro lado, en nuestra ciudad el panorama tampoco es alentador por las amenazas climáticas que causan mucha mortificación a toda la comunidad trujillana. La posibilidad de un nuevo escenario como el del verano del 2017 se da en una coyuntura en que nuestras autoridades están enfrascadas en discusiones de poder. La lenta reconstrucción después del Niño de 2017 va a tener que enfrentar un duro escenario, quizás. Una ciudad amante del cemento ha desechado estrategias naturales para mitigar fenómenos naturales como el Niño. Varios urbanistas alertaron sobre esta situación, pero los traficantes de tierras y algunas constructoras corruptas usaron áreas destinadas a parques y jardines para construir viviendas. Esas zonas son colchones de mitigación, no sólo para las lluvias, sino para las olas de calor que estamos sufriendo ¿Las autoridades harán toda una red de parques necesarios para una ciudad carente de áreas verdes suficientes? Espero ver mi escepticismo derrotado.