Cerrando el año, hemos sido testigo de una chorreada de leyes y pronunciamientos por lo demás populistas con el propósito de “cumplir con la sociedad” (según muchos de los congresistas actuales) y, por otro lado, combatir el creciente crimen organizado, ese que es fomentado y protegido por el actual Estado en todos sus poderes, del lado del Legislativo (los peores), el Ejecutivo y las díscolas decisiones del TC. Estas acciones tienen pocos asideros argumentativos y generarán consecuencias no muy positivas para la sociedad en su conjunto. Todo esto sucede en momentos que la presidente trata de justificar sus rinoplastias y otras operaciones evidentemente estéticas, y el congreso se remece por el escándalo de una posible red de prostitución, fuera de otras aberraciones que nos depara cotidianamente este poder del Estado. Me quiero centrar en un hecho: la promulgación de la ley para la creación de 20 nuevas universidades en diversas regiones de nuestro país y ¡con la posibilidad de crear 24 más! La creación de más universidades se da en un país plagado de universidades chichas, muchas de las cuales tuvieron su licencia retirada por la SUNEDU y que ahora algunas instancias del PJ o, incluso, el TC les den luz verde para volver a funcionar. En las últimas décadas, la creación de tantas universidades distorsionó todo el sistema educativo superior en desmedro de universidades públicas y las privadas de buen nivel, y de institutos superiores cuya oferta de estudios se ajustaba a una necesidad más real de las demandas laborales de una ciudad o región. La sobreoferta de carreras y de graduados en el mundo universitario es una anomalía que ha generado descompensaciones en la oferta laboral de una ciudad como Trujillo, por ejemplo; el número de profesionales que salen a laborar en mucho más de lo requerido y crean deformaciones de toda índole. Este exceso hace que muchos graduados no trabajen de acuerdo con sus estudios realizados, fuera del hecho de que muchos estudiaron en universidades de bajo nivel o presionados por el prestigio de tal o cual carrera. La apertura de estas universidades, como una cartera de carreras ofrecidas, graduará a más profesionales en las carreras más frecuentes, no necesariamente más demandadas. Sus preparaciones son deficientes y compiten con los graduados de universidades de mejor nivel. Demás está decir que estas nuevas instituciones harán presión sobre el presupuesto nacional y será cuestión de ver qué rubro se verá más afectado para asumir ese nuevo costo para su implementación y sostenimiento en medio del descontrol del manejo del dinero público por parte de este Congreso. Surgen varias preguntas: ¿Habrá un buen número de profesionales que asuman estas nuevas plazas en esas remotas regiones? ¿Se han hecho los estudios adecuados para ofrecer las carreras que se están ofertando en la población que se instala? Desde mi perspectiva, populismo ramplón y de clientelismo.
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