Loa a las corridas de toros
LEÓN TRAHTEMBERG
En “El Comercio” de hoy Fernando de Trazegnies se suma a los abogados de las corridas de toros con argumentos llamativos (“El Amigo Antitaurino”).
Dice: 1) Comer un anticucho de corazón es producto de un maltrato a un animal mayor que el de una corrida de toros. 2) Las corridas de toros son un espectáulo de valor humano particular, porque a) predomina la razón(torero) sobre la fuerza bruta (toro); b) es una fiesta en honor a este valor humano; c) es una apreciable fiesta artística de color y movimiento.
Lo que escribe Trazegnies, así como muchos otros personajes renombrados como M.V.LL. sobre las corridas de toros, me lleva a pensar tres cosas:
1) Hasta qué punto podemos entendernos los peruanos en temas tan delicados como el proyecto Conga, el 5 de abril, los hallazgos de la CVR, los transgénicos, la píldora del día siguiente, el matrimonio entre homosexuales, si en algo aparentemente tan accesible como las corridas de toros hay una infinita fabricación de argumentos para defender posiciones de tan difícil factura.
2) Justificar la muerte de los toros apelando a argumentos que relativizan la tortura del animal aduciendo que hay otras torturas mayores, distanciándose totalmente de cualquier sentimiento humano que podría suscitar el ir a observar con disfrute supremo el sacrifico “artístico” del toro… sin que haya espacio para una pizca de compasión, identificación con el sufrimiento de otros… es difícil de tragar.
3) Apelar a la tolerancia y respeto mutuo para que los opositores a las corridas de toros no se metan en el derecho que tienen sus partidarios para disfrutar del espectáculo. Algo así como “nadie te obliga a asistir, pero no puedes impedir al que disfruta que sí pueda asistir” con lo que se pretende cultivar la indiferencia de quienes desaprueban una conducta frente a quienes la realizan. (Por extensión “si otro quiere drogarse o suicidarse, ¿por qué te metes…?”; “si X paga una comisión al gobernante para que dé luz verde a un proyecto que ya cuenta con estudios técnicos favorables, ¿por qué te metes?”; "si Z explota a los nativos o campesinos pagando miserias por lo que vale fortunas, ¿por qué te metes?" etc.)
También me ha dejado pensando sobre lo que yo escribo sobre este u otros temas, que por más que me parezca sensato y razonable, y en todo caso una alternativa más para los interesados en esos temas, quizá sea leído por otros como algo disparatado e incomprensible(digamos, Trazegnies leyéndome). ¿Será que uno solo puede entenderse con interlocutores que piensan muy parecido a uno? ¿Aboga eso en favor de la convivencia pacífica en democracia? ¿o hemos aprendido nada del recientemente recordado 5 de abril?
Leer a Trazegnies y los otros fanáticos de las corridas de toros me ha dejado un ánimo muy pesimista respecto a la capacidad de los peruanos de entendernos y compartir algún día los valores y las líneas maestras de un proyecto de nación. Sé que como educador no tengo derecho a ser pesimista, pero estos artículos me empujan muy cerca de ese límite.
LEÓN TRAHTEMBERG
En “El Comercio” de hoy Fernando de Trazegnies se suma a los abogados de las corridas de toros con argumentos llamativos (“El Amigo Antitaurino”).
Dice: 1) Comer un anticucho de corazón es producto de un maltrato a un animal mayor que el de una corrida de toros. 2) Las corridas de toros son un espectáulo de valor humano particular, porque a) predomina la razón(torero) sobre la fuerza bruta (toro); b) es una fiesta en honor a este valor humano; c) es una apreciable fiesta artística de color y movimiento.
Lo que escribe Trazegnies, así como muchos otros personajes renombrados como M.V.LL. sobre las corridas de toros, me lleva a pensar tres cosas:
1) Hasta qué punto podemos entendernos los peruanos en temas tan delicados como el proyecto Conga, el 5 de abril, los hallazgos de la CVR, los transgénicos, la píldora del día siguiente, el matrimonio entre homosexuales, si en algo aparentemente tan accesible como las corridas de toros hay una infinita fabricación de argumentos para defender posiciones de tan difícil factura.
2) Justificar la muerte de los toros apelando a argumentos que relativizan la tortura del animal aduciendo que hay otras torturas mayores, distanciándose totalmente de cualquier sentimiento humano que podría suscitar el ir a observar con disfrute supremo el sacrifico “artístico” del toro… sin que haya espacio para una pizca de compasión, identificación con el sufrimiento de otros… es difícil de tragar.
3) Apelar a la tolerancia y respeto mutuo para que los opositores a las corridas de toros no se metan en el derecho que tienen sus partidarios para disfrutar del espectáculo. Algo así como “nadie te obliga a asistir, pero no puedes impedir al que disfruta que sí pueda asistir” con lo que se pretende cultivar la indiferencia de quienes desaprueban una conducta frente a quienes la realizan. (Por extensión “si otro quiere drogarse o suicidarse, ¿por qué te metes…?”; “si X paga una comisión al gobernante para que dé luz verde a un proyecto que ya cuenta con estudios técnicos favorables, ¿por qué te metes?”; "si Z explota a los nativos o campesinos pagando miserias por lo que vale fortunas, ¿por qué te metes?" etc.)
También me ha dejado pensando sobre lo que yo escribo sobre este u otros temas, que por más que me parezca sensato y razonable, y en todo caso una alternativa más para los interesados en esos temas, quizá sea leído por otros como algo disparatado e incomprensible(digamos, Trazegnies leyéndome). ¿Será que uno solo puede entenderse con interlocutores que piensan muy parecido a uno? ¿Aboga eso en favor de la convivencia pacífica en democracia? ¿o hemos aprendido nada del recientemente recordado 5 de abril?
Leer a Trazegnies y los otros fanáticos de las corridas de toros me ha dejado un ánimo muy pesimista respecto a la capacidad de los peruanos de entendernos y compartir algún día los valores y las líneas maestras de un proyecto de nación. Sé que como educador no tengo derecho a ser pesimista, pero estos artículos me empujan muy cerca de ese límite.
1 comentario:
Aunque algunos podrían estar a favor de la indiferencia en casos como: "He quedado embarazada, pero quiero abortar, ¿por qué te metes?"
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