Este año tuve el privilegio de
presentar dos obras de amigos, a través de cuyos análisis desnudamos al creador
y al ser humano que utiliza la palabra para crear belleza.
El 31 de agosto, Carmen Ortega,
filóloga y educadora, fue la primera en ser desnudada a través de sus textos.
Amante de la lectura, ella busca incesantemente textos para poder motivar a sus
alumnos, pero también para poder saciar su sed de ampliar horizontes en este
apasionante mundo de las palabras. Carmen había propuesto que tres personas nos
acercásemos a su obra (desde la perspectiva kantiana, es muy difícil que
accedamos a conocer íntegramente nuestro objeto de estudio, en este caso su
obra) para poder presentarla, no como tamices implacables, sino como lectores
sensibles, a la comunidad lectora. Fuimos tres los señalados: Karina Bocanegra,
docente y poeta, gran organizadora de eventos poéticos; Orietta Brusa, docente
e infatigable lectora, así como luchadora de los derechos de las personas; y mi
persona. La cita fue en la Alianza Francesa de nuestra ciudad y frente a un
numeroso público, comenzamos (me evoca la imagen de Neruda y su Oda a la
Cebolla) a deshojar su obra para llegar al corazón de la misma. A través de un
diálogo dirigido por mis preguntas, los tres fuimos “pelando” cada una de las
capas que se presentaban en sus palabras, en sus cuentos, en sus metáforas, en
sus diversas figuras. Cerró la presentación, la misma autora, quien con mucha
franqueza reconoció los “finos cortes” que se había hecho a su obra y a ella
misma.
El libro de Carmen tiene diversos
móviles e inspiraciones. Gran amante del cine, muchos de sus cuentos se acercan
a posibles guiones de cortometrajes de corte histórico como es el caso de su
primera obra con la que abre el libro: El Escorial. Este cuento abre la
primera parte: Con el Tiempo. Además este cuento presenta lo que va a ser el
poemario narrativo que tenemos en nuestras manos. La autora, como el
adolescente que rescató la Biblia Regia, regresa ya madura para entregárnosla
(nos convertimos, cada lector, en Benito Arias) en nuestras manos. Nos va a
regalar el valor de las palabras, un poco venidas a menos en estos tiempos, y
frente al fragor de la vida cotidiana nos quiere enseñar la belleza de ellas en
nuestras vidas, como lo han sido para ella a lo largo de trajinar, tanto como
profesora, investigadora, madre, hija, esposa, amiga, mujer. Los siguientes
cuentos peregrinan hacia la memoria, la cual es rescatada por la palabra
(¡quién sino ella!), a la memoria de esa España gloriosa a la cual ella
pertenece y que es su espacio geográfico (como los nombra decididamente). Algo
que duramente se busca entre nosotros para hallar también algo básico que se
busca en la escritura: identidad.
Luego de su viaje a la identidad,
viaja a la intimidad. Y estos viajes son dolorosos, aunque figurados (o quizá
personales), porque van cortando facetas de su vida y de las cuales no se puede
salir muchas veces airoso. Es la más íntima y que valientemente Carmen (sobre
todo para los que la conocemos) ha desnudado en su libro. Deja llagas,
escoriaciones, heridas abiertas. Habla del abandono, de la violación, del
despojo. También en esta parte se encuentran sus dos narraciones más extensas y
que llevan, incluso, nombre propio. Las primeras narraciones breves son como
fotografías de emociones, sentimientos de experiencias personales o de otros,
las cuales las ha hecho suyas. Algunas teñidas de nostalgia, de remembranzas.
Una de las breves más destacadas es Fotografía, con todo el movimiento
escénico detenido y ya tornándose sepia. Muy lograda la memoria congelada y
contemplativa de un retrato familiar simple, de aquellos que terminan en
nuestros álbumes y evocamos con la tristeza de los ausentes. También esta
parte/ sección es la más cargada de sensualidad (por eso Con la Vida). Oasis
Azul es la que abre esa parte del mundo interno tan poco y tan
frecuentemente mostrado. Pero es el sexo también que se muestra con todo su
dolor, cuando es vejado como la triste narración Arena y Caña que ha sucedido
muchas veces a mujeres que se alejaron de sus patrias para compartir sus vidas
con hombres foráneos. Podría ser la historia policial de una violación de una
turista más, pero abordada desde el alma de una mujer que ve violentada su
dignidad, su condición humana, de mujer. Pero Humo de Soledad y La Nada
son obras de nivel discursivo apabullante; fuera de la parte formal, las
historias son marcadas por la soledad y el desengaño. Y ambas tienen personajes
definidos, con nombres propios, con esquemas de vida trazados, que pueden ser
lo de Carmen o los de sus personajes creados que tienen vida propia. La primera
historia-cuento sucede en cualquiera de nuestras inefables carreteras, plagadas
de cruces de muertos que con el tiempo se vuelven anónimos y quedan como hitos
de la vía para los conductores. Triste y dolorosa con un narrador, Alberto,
quien se convierte en una suerte de Pedro Páramo. Me hizo evocar a Bécquer y
María Elena Walsh, cuando hablaban de los muertos y de las estatuas, tan solos
se quedan ambos. La segunda narración se centra en una mujer viajera que vive
un engaño y pierde por esas ilusiones lo que, en cierta manera, había creado
como relación. Es una obra desencantada en tiempos quebrados muy bien
elaborados en breve espacio narrativo.
La última parte, Fantasías,
se centra en reflexiones de la vida, de su vida. Es la que más juega con
elementos de sinestesia para lograr el sentido total; aquí se halla frente a la
inefabilidad, más allá de las palabras (como Vallejo en su poema Intensidad y
Altura). Las obras están inspiradas en vivencias de la frustración vivida
(incluso, una alude a la política externa española de los últimos años) y
presente a otros dos personajes femeninos: Lucía y Rosa. Personajes abandonados
que se refugian en la palabra para seguir viviendo; se recurre a lugares
comunes que pueden significar vida o muerte, como el agua.
La obra narrativa de Carmen está
marcada por un vasto vocabulario, exigente y preciso. El castellano en su vastedad.
Tal como también lo comentaron Orietta y Karina. Un buceo al alma femenina, la
cual me hubiera gustado más compartir. Sólo me queda ser el dual.
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