Pena. Eso es lo que uno siente en un momento como este cuando sabes que una voz que te acompañaba en tus momentos se ha apagado.
Se ha ido silenciosamente, pero su voz ha quedado marcada en cada uno de los que la oímos por sus discos o conciertos. Mercedes Sosa fue una revelación cuando alguna vez traje un disco suyo en mi casa. La había oído por los años 60, llegó con poca pantalla; llegaba mucha gente del folclor argentino y Mercedes Sosa ya era una voz. No tuve la suerte de oírla como soprano, pero la prefiero (y quiero recordarla así) como una bella contralto, una voz llena, cálida, inmensa como sus letras. Volver a los 17, La Carta, Gracias a la Vida eran temas que iba oyendo con una fruición por saber que había música así. Luego, ya creciendo, fui descubriendo a través de su selección cosas tan bellas como Ginastera. Cuando obtuve un disco de ella con sus conciertos luego del exilio en Europa, entré en un limbo hermoso de lo que era oír La Cigarra, Sólo le pido a Dios, Soy Pan, soy Paz; era la música que debería haber oído siempre. Derrumbo a muchos su Canción de las simples cosas, precisamente por simple, por sencilla, por humana.
No la veremos más en escenarios, pero tenemos un patrimonio inmenso que nos acompaña en la memoria personal y colectiva de cada uno de nosotros. Que cada lágrima que caiga en su honor sean bellas canciones que lleguen a todos, sobre todo a los jóvenes. Ellos tienen una misión, quizá ella les dé muchas luces para hallar esos caminos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario