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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

sábado, 10 de enero de 2015

HACIA HUAYLILLAS

Miércoles 08 de octubre. Feriado. Gracias a la invitación del profesor Jesús Ágreda, docente de lengua y Presidente del Consejo Directivo de la Asociación para el Desarrollo Intercultural, fui a la pequeña ciudad de Huaylillas en la provincia de Pataz de la Región La libertad. La forma de acceso más segura a esta zona no es precisamente por la misma Región, sino por Áncash. Esta tiene una infraestructura vial más conservada y más extensa que la nuestra. Y esta deficiencia también se ve cuando una vez que llegas a la frontera que traza el Marañón, las diferencias saltan a la vista. Éramos tres los viajeros al evento: María Ramos, César Alva y yo, invitados para ser jurados en el Décimo Octavo Encuentro de Líderes Juveniles. El viaje toma aproximadamente 18 a 20 horas y vamos por la carretera a Sihuas. Había estado allí en el 2013, cuando fui a Tayabamba como parte del programa de Beca 18. Ir en verano a la sierra tiene sus riesgos, ya que llueve con intensidad y hay varios derrumbes, como así me pasó en ese entonces. Esta vez pude ver el hermoso paisaje que había atravesado con anterioridad bajo una densa niebla. Para este viaje, íbamos con una movilidad especial que había destinado Jesús a todo el grupo viajero. Nos acompañaba también otro bus más pequeño que llevaba a un grupo de estudiantes y docentes que habían “bajado” a Trujillo desde Otuzco para ir por la vía de Áncash. Tratamos de salir lo más temprano posible. Ya había varios jóvenes líderes que ayudan en este interesante proyecto, que habían pernoctado en casa de Jesús. No salimos a las 6 a.m, pues hubo varios retrasos entre los viajeros que no llegaron a tiempo. Salimos de Trujillo y comenzamos a dormir. Nos despertó el sol que ya salí en el horizonte y nos daba de lleno. Además, la carretera pavimentada se convirtió en una carretera de trocha que corresponde al proyecto Chavimochic. Es un tramo que pensé que iba a ser más breve, pero no lo era tanto. Además terminas medio molido por la condición de la carretera. Logramos retomar el tramo asfaltado que corresponde a esta carretera de penetración que se dirige, sea para el Callejón de Huaylas, sea para Sihuas. La carretera está asfaltada hasta cerca del poblado de Chuquicara y luego ya es una camino bastante bien tenido. Antes de llegar a Yuracmarca, el lugar de los cruces, atraviesas una serie de túneles que identifican a esta carretera. Antes de seguir camino, realizamos un breve pascana para ver un poco este lugar, punto neurálgico de comunicaciones.
La primera vez no pude ver el intenso movimiento que tiene este sitio. De ahí comienza un alucinante ascenso para cruzar el primer tramo de nuestra accidentada orografía andina: la cadena occidental. A medida que el bus iba subiendo, veíamos a través de las ventanas el caudaloso río Santa que se iba empequeñeciendo. En sitios como estos, ves la fuerza de la naturaleza, así como la voluntad del hombre por querer dominarla. El viaje es bastante lento, puesto que la carretera no es muy ancha y vamos bordeando cerros. Hubo momentos en los cuales el silencio era general, no solo por el temor, sino por la belleza del paisaje que estábamos viendo. Incluso en un tramo tuvimos la visita de unos loros, muy frecuentes y populares en la zona, a tal grado que hasta una danza típica tiene (como vimos en Huaylillas). Cruzar los Andes y llegar a las zonas cálidas en una experiencia interesante. Cerca de Sihuas, se halla el punto más alto de la travesía y el frío caló nuestros huesos; desde ahí se inicia el descenso no solo hasta Sihuas, capital de la provincia del mismo nombre, sino a nuestro objetivo final.
Sihuas tiene una población de unos seis mil habitantes dedicada al comercio, agricultura y ganadería. Cerca de esta pequeña ciudad hay un centro minero (oro). Espero que esto no convierta la zona en un lugar potencial de minería informal y todos los problemas que esto conlleva.

En Sihuas nos detuvimos a almorzar. El mejor para hacerlo: el mercado. El lugar es limpio y los platos son prodigiosos. Antes de hacerlo, me fui a dar una vuelta por algunas calles con María y César, y nos topamos con algunos chicos que estaban viendo el busto de José Carlos Mariátegui. Un hecho insólito, pero Jesús me contó que el distrito tuvo un alcalde de izquierda y, en homenaje a este pensador, mandó a hacer este pequeño busto. Luego, ya con el hambre encima nos fuimos a comer. Estaba un poco indispuesto, pero la conversación con los chicos me hizo pasar el mal momento. Conocer a Olinda, Amanda, Luis Ángel, Dennis y el loco Gustavo Rojas fue muy simpático, son jóvenes que estudian en diversas universidades y diversas profesiones; jóvenes que están muy comprometidos con el proyecto y se dan de lleno como lo pude comprobar todos estos días que compartimos la experiencia. Durante la conversación, Gustavo hizo un movimiento que terminó con la rotura de un vaso de vidrio. Lo terrible fue que un niño de unos tres años caminaba jugando cerca al grupo y vio un pedazo de este vidrio, y lo quiso agarrar.  En ese momento, todos saltamos, ya que el niño no era consciente del peligro que estaba pasando. Aunque lo tomó con sus manitas, felizmente no tuvo ningún corte. Fue increíble. Algunos prácticamente se quedaron sin aliento. La adrenalina de todos se puso al tope. Pedimos una escoba para limpiar hasta la última astilla que hubiera en el piso. La gente fue un poco descuidada, puesto que no hubo interés por parte de los dueños de limpiar los restos.

Subimos al bus nuevamente, ya para enrumbarnos a un lugar que nos iba a encantar: el río Marañón.  El encuentro con este río supone también que pocos kilómetros más hacia el sur, cuando lo cruzamos por un puente estemos en la confluencia de tres fronteras regionales: Áncash, Huánuco y La Libertad. Hicimos un breve alto en el puente para las fotos recordatorias. De ahí, ya estábamos en territorio liberteño. En tramo hasta Huancaspata está regularmente preservado. Huancaspata es la primera población grande con la uno se encuentra en la provincia de Pataz. Este distrito se ganó cierta fama a raíz de que en las elecciones municipales y regionales las ánforas fueron quemadas. El distrito además fue destacado como una posible zona roja en potencia a causa del narcotráfico, debido al abandono de las autoridades políticas en que se halla. Bueno, para contactarse con la capital de su Región, Trujillo, el viaje puede llegar, en tiempos de lluvia, a tomar más de un día.
Las paradas nos fueron “robando” tiempo, por lo que nuestra llegada al primer distrito de la provincia fue ya con la caída del sol. Y de noche, todos los gatos son pardos. Tal es así que cuando salimos de Huancaspata en dirección a Tayabamba, no se podía reconocer la ruta. Señalización no hay y todo era un albur.
El tramo hasta la capital de la provincia es de 67 kilómetros y nos tomó casi tres horas y media. Inaudito. Íbamos con la atención “en punta”, puesto que tomar un camino equivocado nos hubiera alejado de nuestro destino final. Hicimos llamadas permanentes con las personas que nos esperaban en Huaylillas. Llegamos a Tayabamba ya bien entrada la noche. Desde aquí nos faltaban otros 19 kilómetros para llegar a nuestro destino final. Entre datos más, datos menos, hallamos el camino hacia el distrito. La lluvia dificultaba el camino (¡qué mal tenidas están nuestras vías en La Libertad!) y en la marcha vislumbramos los primeros destellos de nuestra meta. De pronto, en una curva estos desaparecían. Nuestro chofer, ya bastante molesto y cansado, decía que la ciudad caminaba o desaparecía. Por fin llegamos al lugar, pasada la media noche. La gente nos estaba esperando; hay una suerte de comprensión del destino que no compartimos mucho en la costa. Los profesores comenzaron a emplazar a los chicos del colegio que iba en el bus que nos acompañaban. Luego de esto, con los jóvenes guías, Jesús y su equipo, y nosotros nos instalamos en casas de vecinos ubicadas a una cuadra de la plaza de armas. Estábamos tan casados que lo único que queríamos era dormir. Habíamos viajado casi todo el día.  Así empezábamos nuestra actividad de cuatro días.








domingo, 4 de enero de 2015

CRÓNICAS LAMBAYECANAS 2; EL FERROCARRIL PERDIDO

Domingo 16 de noviembre. Teníamos solo la mañana para aprovechar. En realidad, el tiempo queda corto para visitar tantos interesantes lugares: Ventarrón, Mórrope, Huaca Rajada. Pero habrá su momento. En esta oportunidad, nos dirigimos al sur, a Eten.
Había comentado a María sobre el lugar y las construcciones del lugar. Además se habla de hacer un museo de sitio ferroviario de lo que fue un gran parque ferroviario. Y lo constatamos. Primero nos fuimos al viejo muelle que aún conserva su esplendor. El lugar no es vendido como un lugar atractivo y puede serlo. Hay varias cosas de interés: el malecón, la recuperación de sus casas y el posible museo ferroviario. Recuerdo una visita que hice en los años 90 y lo abandonado que estaba el lugar. Ahora se ve más recuperación urbana. Y tiende a convertirse en el balneario de Chiclayo. Pero lo interesante fue encontrarnos con una gran cantidad de locomotoras y vagones de diferentes casas constructoras y años. Muestran el esplendor que tuvieron estas máquinas, las cuales han sido absurdamente desplazadas por priorizar otras formas de transporte terrestre. El primer gobierno de Belaunde fue mal aconsejado por varios lobistas de empresas que estaban interesadas en beneficios para sus intereses empresariales más que por el beneficio público. Espero que el vivo interés de varias personas y entidades de hacer un tren costero de Lima a Piura prospere y tengamos esta forma de transporte rápida, segura, limpia, masiva y, a la larga, barata. Perú es un país que tiene menos de la mitad de línea ferroviaria que Bolivia y tenemos casi la misma extensión con Ecuador, cuando este país es menos de un tercio de nuestro territorio. Cosas insólitas de nuestro país y errores históricos que se pueden enmendar. Voluntad política y pública.


Dejamos Eten y tomamos el camino costanero atravesando Santa Rosa, Pimentel para llegar a Lambayeque. Era un camino que tomaba por primera vez, así que íbamos con cautela. La carretera está totalmente pavimentada, pero no tan bien señalizada. Por error, entramos en la autopista a Chiclayo desde Pimentel y casi llegamos a esta ciudad, si no hubiéramos pedido información. Llegamos por la vía de Evitamiento a la salida de Chiclayo a Lambayeque. Habíamos decidido ir al museo de Tumbas Reales de Sipán. María tenía que viajar más temprano, ya que por un problema de papeles tenía que ir a Lima esa noche. Adelantó su pasaje y ya nosotros íbamos con todo nuestro equipaje en la maletera del auto. Llegamos a las instalaciones del museo e ingresamos a él. Una pena que no se puedan tomar fotos como sí se puede en todos los otros museos de la Región. En fin. La visita es ordenada; María estaba haciendo su primera visita, no lo era para los demás. De todas maneras, siempre hay cosas interesantes para ver. Es un museo destacado. Almorzamos tipo campamento en las afueras del museo y nos dirigimos hacia Chiclayo para dejar a María. César había coordinado con un primo suyo para que podamos llenar el tanque de gasolina para devolver el auto. Se quiera o no, el tiempo pasa rápido. Devuelto el auto, subimos a nuestro bus para retornar a Trujillo.




CRÓNICAS LAMBAYECANAS: HACIA EL MUNDO DE LA CULTURA LAMBAYEQUE

La idea de visitar Túcume me estuvo rondando todo este año, habida cuenta que habían inaugurado un flamante museo de sitio y eso era una verdadera justificación que movilizaría a algunas personas más para ir a Chiclayo. Tres iban a ser mis secuaces viajeros: María Ramos, Isabelle Lemoal y César Alva. Los cuatro decidimos salir el viernes 14 de noviembre para llegar por la noche y comenzar nuestros periplos por día y medio. Antes había hecho gestiones para alquilar otro auto y fue una buena decisión. El auto nos lo entregaron por la noche del viernes mismo y nos decidimos ir a cenar a Pimentel. Antes de hacerlo, fuimos a un supermercado a premunirnos de todo el material disponible: íbamos a tener un largo sábado y así fue. Pero la ingrata sorpresa la tuvimos esa misma noche: al salir de las compras, nos dirigimos hacia Pimentel, pero no sabía que a lo largo de la amplia autopista que tenían, por obra y gracia del alcalde u otras autoridades incompetentes, habían decidido hacer varios óvalos en una avenida de alta velocidad. Y como las autoridades, varias de ellas, estaban en la cárcel, todo el sistema vial era un caos.  La impresión de mis amigas viajeras no fue nada agradable y nubló lo que pudo ser un viaje muy bonito. Para evitar ir hacia la deriva, decidimos retornar a Chiclayo a cenar.  Había estado una semana antes por invitación de Liz Moreno, organizadora, promotora cultural y artista de teatro y tuve la oportunidad de conocer algunas personas simpáticas. Esa noche nos acompañó a cenar un joven arquitecto, Lyman, quien nos dio algunos consejos para nuestro largo periplo del día siguiente.

El sábado 15 tomamos nuestro desayuno temprano y fuimos por César que estaba en otro hotel. Lo recogimos de la plaza de armas y nos dirigimos hacia Túcume, nuestro objetivo principal de ese día. Atravesamos Lambayeque con un denso tráfico y, desde la desviación hacia Piura, el transporte, sobre todo el pesado, amainó un poco. Sí veíamos muchas camionetas de turistas; en realidad, el nuevo museo es una fuerte atracción turística, pero con esa infraestructura vial no dudo que varios de ellos se habrán ido un poco (o bastante) decepcionados. Los conductores de esos vehículos son bastante irresponsables y corren de manera salvaje. Quizá para muchos de los que iban en ese transporte inseguro era una experiencia de adrenalina, pero esos choferes no reciben sanciones y no creo que lo hayan hecho previamente, ya que de haber sido sancionados o amenazados de despido no lo harían, ¿o sí? Hubo momentos que tenías dos camionetas intentando pasar a un bus y las dos casi en paralelo. Salvajes.

Llegamos a nuestro destino final: el nuevo museo. Por costumbre, ubiqué el auto en la primera instalación; pero ya no está ahí la entrada. Hay una nueva entrada que da directamente al nuevo museo y luego desde ahí tienes dos grandes zonas arqueológicas para visitar. El anterior tenía una arquitectura peculiar que reproduce la usanza de construcción de la zona con adobe, troncos de algarrobo. Ese detalle lo encontramos en la tradicional iglesia de Mórrope, la cual no pudimos visitar esta oportunidad. Pendiente.
El nuevo museo de sitio, abierto en el mes de setiembre, es un verdadero homenaje a la cultura Lambayeque. Este nombre viene de Ñam Pallec (retrato del hijo de Ñam La) y la historia tiñe la identidad de esta región, aunque todavía falta mucho por sensibilizar a la población del rico pasado que tienen y lo que pueden hacer con este. Es una verdadera mina de oro y no solo como última cultura, ya que hay lugares como Ventarrón que se remontan más allá de los cinco mil años. La Región Lambayeque cuenta con cinco grandes museos de civilización precolombina; y hay la posibilidad de convertir uno, Huaca Chotuna, en otro gran museo de sitio y la inclusión de Ventarrón para la construcción de otro. Y otro espacio que puede incluirse en Batán Grande. Es un lugar fascinante, pero hay mucho por hacer. Volviendo al museo, las instalaciones son cómodos, frescas, interactivas (cosa que hay repensar en los demás museos peruanos, así como educar a la gente en el uso de este material que es para el beneficio de todos). La visita puede hacerse de manera personal. Hay buenas maquetas, fotografías y museografía “amable”, si cabe el término. Las salas amplias y vinculan la actualidad con las documentos arqueológicos hallados y la cosmogonía que generalmente conocemos a través de su cerámica pictórica y sus murales. Los datos etnológicos, lingüísticos, geográficos son profusos, acompañado de buena documentación histórica. Además, el museo de por sí es una joyita arquitectónica que ha malogrado el espacio intervenido para la obra. La construcción equidista con los dos puntos más importantes del lugar: las huacas que rodean al cerro Purgatorio (o La Raya) y la huaca Las Balsas.

Al salir de las instalaciones del museo en sí tienes dos caminos a escoger: hacia la derecha vas al conjunto de huacas; hacia la izquierda, Las Balsas. Optamos por ir hacia la derecha, ya que es un conjunto más grande para visitar.
Segunda parte de nuestra visita. En realidad, lo que se puede ver es el cerro en sí, ya que toda esta zona está en excavaciones, por ejemplo Huaca Larga. Esperemos que estas estén abiertas en los próximos años. Visitar esta zona por la mañana, pese a no ser verano, es fatigante, así que hay que ir con un buen sombrero, mucha crema protectora y zapatos cerrados (no soy muy proclive por sandalias para caminar o subir a lugares donde hay vegetación espinosa). En el trayecto se encuentran dos lugares de interés: un mirador que permite ver el complejo en torno al cerro Purgatorio y un vivero, donde hallas todas las plantas prehispánicas del lugar. Interesante fue ver los diversos tipos de algodón, el cual ha caído en desuso y crece como una suerte de mala hierba. Hay plantas que se usan en la actual culinaria de la región, como el ají o el loche. Varios caminos están “enmarcados” con enredaderas para lo cual se han construido soportes para que puedan adherirse y crear pasajes que dan frescura bajo el intenso calor.


La tercera y última parte de nuestra visita a Túcume culminó con la visita a Las Balsas. Antes de llegar al lugar a través de un camino que pudo haber sido mejor trazado y con material del lugar (punto en contra). En el camino se ha construido una réplica en miniatura de un pueblo de la zona, con su iglesia y todo. Es una zona temática que sería el disfrute de los niños; como no había alguno en el viaje, no sé cómo reaccionarían ante este. Y cerramos nuestra visita a esta bella huaca profusamente decorada de frisos. Esta huaca nunca la había visitado previamente, he estado más de diez veces en este lugar y jamás había recibido información de la misma. El lugar está bastante bien protegido contra las lluvias que suelen asolar esta zona en las visitas de “El Niño”. La zona ha sido protegido gracias al apoyo del fondo contravalor Perú-Francia. Las instalaciones cuentan con un pasadizo colgante que te permiten ver toda la estructura desde una altura cómoda. Además cuenta con carteles informativos que te contextualizan los espacios ya derruidos por el tiempo.



La visita al museo fue un logro, llenó nuestras expectativas. Y teníamos que complementarlo con más.
Así pues tomamos un atajo para llegar a Ferreñafe y ver dos lugares de extraordinario interés: el museo Sicán y el bosque de Pómac. El atajo está muy maltratado (¡Qué han hecho con sus carreteras¡), ya no queda nada del pavimento que te permitía recorrer esto en poco menos de media hora; ahora está muy maltratada. Pese a todo llegamos a Ferreñafe para encontrarnos con otra realidad: todas las calles han sido abiertas para realizar los cambios de tubería de agua y desagüe. Ingresar y salir de esta ciudad es un calvario.

Alcanzamos el museo y lo visitamos sin contratiempos. El lugar es pequeño y la construcción no es tan apabullante como otros museos de la Región, pero la colección amerita una visita pausada; como el museo de Kuntur Wasi en Cajamarca, este también está dirigido por japoneses, pulcros en sus observaciones y profusos en la información. Las réplicas de las técnicas empleadas son buenas y mejor todo lo que uno va a encontrar en este lugar: el entierro de un soberano degollado y su cuerpo de cabeza como si se intentara regresarlo al vientre materno. Es un entierro único en el mundo. Lo triste es ver las dos docenas de mujeres que fueron sacrificadas para acompañar a este soberano, algunas de las cuales eran sus parientes directas por el estudio hecho de ADN. Además el tesoro que encierra, aunque no llega a la riqueza de las Tumbas Reales de Sipán, no deja de ser interesante, sobre todo las famosas máscaras de ojos alados que representaron la identidad arqueológica de esta zona con el famoso tumi, que fue robado del Museo de Arqueología de Lima y fundido por el inefable ladrón que quiso venderlo como oro puro. Francamente, si hay que desaparecer gente… Las escenificaciones de las técnicas metalúrgicas son buenas. Pero indudablemente, luego de visitar este museo, se debe ir al lugar donde se hallaron todos estos objetos: el bosque de Pómac.



Y para cerrar la visita nos fuimos a Pómac. La carretera sí está buena, salvo un tramo y se puede visitar el lugar con el mismo auto. Llegamos un cuarto de hora más tarde y quedaba menos de una hora que cierren las instalaciones. Pómac es un bosque seco la mayor parte del año y ha sido depredado por sus árboles. Ahora cuenta con protección y las visitas turísticas han generado conciencia entre sus pobladores de lo que significa preservar este lugar. Las numerosas huacas están en medio de la vegetación y hace recordar esas vistas de las pirámides mayas en Yucatán o América Central. Logramos ir hasta la huaca El Oro o El Loro y ver sus ruinas, como parte del inmenso complejo que es Batán Grande. Luego de esta visita a la huaca nos fuimos al gran mirador que nos permite tener una visión del valle del río La Leche. Hubo varios turistas que llegaban al lugar a pie. Hay lugares para hospedarse.



Así decidimos regresar a Chiclayo. María condujo hasta la entrada de la ciudad. Nos fuimos a descansar para estar listo para nuestra visita del domingo 16 y retorno a Trujillo.

lunes, 29 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS VII: EN LA LUNA DE PAITA

29 de julio, nuestro último día en Piura. Ahora nos enrumbamos hacia Paita para ver esta ciudad portuaria de día. La visita de mayo nos permitió ver algo de ella, pero las visitas nocturnas son muy engañosas. “De noche, todos los gatos son pardos”, además la visita fue breve por la premura de retorna a Piura.
Tomamos la carretera a este puerto, extraordinariamente pavimentada y señalizada. En el trayecto vimos varias plantas industriales y de energía. Piura es una región con un desarrollo extraordinario en todos lo campos.
Antes de entrar a Paita, nos desviamos hacia la izquierda para ir a dos balnearios, cuyos nombres había oído con frecuencia: Yacila y Cangrejos. Entramos a este último inicialmente. La pequeña bahía se veía desde las altas dunas de la carretera: un mar azul y brillante y el pequeño balneario. Cangrejos tiene toda la pinta de un pueblo fantasma. Muchas casas están derruidas y parcialmente cubiertas de arena. No es temporada alta (julio), pero se ve el abandono del lugar. Sin embargo contrasta con la belleza de la playa en sí. Y como comentó una amiga al ver las fotos, en cierta manera es mejor que quede así para tener este remanso de paz cerca de las bulliciosas ciudades en las que se han convertido Piura, Paita, Sullana. Estuvimos no más de una hora y luego nos dirigimos hacia Yacila. Es un balneario que tiene más vida y cuenta con un pequeño puerto para lanchas. Esto atraía muchas aves guaneras.
Dejamos el auto en una zona cercana al muelle, pero nos dimos cuenta que había una zona residencial y que tenía movimiento. Retornamos al auto y nos metimos entre las estrechas callejas del balneario. Nos encontramos con una zona pequeña de restaurantes y amplias residencias de veraniego. Atractivo lugar para una caminata y eso hicimos. Vimos unas formaciones rocosas por las que nos escabullimos y pasamos por un breve túnel. Aquí nos dimos una sorpresa: mientras conversábamos y teníamos nuestras impresiones de tan simpático lugar, escuché la voz de una persona que me llamaba, era Pedro Mendoza. Pedro había sido Rector de mi Universidad hace varios años. Un hombre simpático y jovial, quien estaba acompañado de Marta, su esposa, y su hijo, quien estudia Ingeniería Marina en Italia. Un grato, gratísimo encuentro. No lo pensé. Luego de compartir nuestras experiencias, partieron para almorzar y nosotros proseguimos nuestra inspección del lugar. La zona es muy simpática, pero tiene ya los rastros de la “amable” civilización: basura plástica. Sería bueno que vayan tomando medidas y alertar a la población para no perder tan agradable lugar.


Culminada nuestra sesión fotográfica, nos dirigimos a Paita, nuestro objetivo principal y lugar de nuestro almuerzo. Fuimos hasta las instalaciones del Club Liberal. Subimos por unas escaleras que nos mostraban el esplendor que tuvo este Club y que tuvo entre sus miembros, dicen, a Don Miguel Grau. Los muebles, ya deteriorados, nos dicen lo bello que hubo sido con la vista hacia el mar. Ojalá alguien tome las riendas para tomar este edificio, el de aduanas y el de la vieja iglesia de madera para rescatarlos. Son bellas construcciones que nos hablan de una Paita esplendorosa.
Ahora hay una voluntad de hacer renacer económicamente este sector, pero ojalá no demuelan este bello patrimonio. Con la Compañía de Bomberos de Paita se hace un bello conjunto de inicios del siglo XX.  Caminamos por el muelle. Aquí fuimos, María y yo, bastante imprudentes. Hubo incluso un policía de turismo que nos acompañó por ciertas calles a cierta distancia para evitar ser atacados por ladrones. Es una ciudad portuaria. Orietta se reía de nuestra inconsciencia, pero seguimos adelante.
Creo que Orietta fue nuestro ángel de la guarda. Desde el muelle puedes ver un conjunto amplio de casas de madera que podrían ser tomadas por un patronato y darles vida. Algunas ciudades portuarias que reciben cruceros han estado trabajando en la restauración de sus centros históricos. Según la información de una amiga que opera en estas actividades, me contó que algunos de estos grandes barcos podrían acoderar en nuestras costas si tuviéramos la voluntad de convertir estas instalaciones en lugares atractivos que ameriten la escala. Todos estos son conceptos que se arman y que nuestro país, más rico en patrimonio, lo deja pasar para permitir el acceso a una modernidad mal concebida y a la larga dañina. Lugares hay, personas con ideas faltan.







Salimos de Paita e hicimos un alto para ver el puerto desde las alturas. Fue acción riesgosa. Incluso María fue a ver una barriada que estaba ubicada en una zona peligrosa, zona de deslizamiento. Me temo que las próximas lluvias de un Niño harán estragos en el lugar. Sin embargo, muchos incluso han construido casas de material noble al borde de un precipicio con poca tierra estable. Espero que no suceda nada grave. Quisimos ir a ver la iglesia de la virgen de las Mercedes, construcción moderna en la que se hallan los famosos vitrales de Adolfo Winternitz, abierta en 1974 y que es el actual santuario que reemplaza al que vimos frente a aduanas. Sin embargo, nos aconsejaron ya no ir por la hora. Una lástima.


Regresamos a Piura ya para arreglar nuestros últimos asuntos: dejar el auto, cancelar las deudas de hotel y cenar rico por última vez en esta cálida ciudad. Así cerramos el segundo periplo piurano.