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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

domingo, 4 de enero de 2015

CRÓNICAS LAMBAYECANAS 2; EL FERROCARRIL PERDIDO

Domingo 16 de noviembre. Teníamos solo la mañana para aprovechar. En realidad, el tiempo queda corto para visitar tantos interesantes lugares: Ventarrón, Mórrope, Huaca Rajada. Pero habrá su momento. En esta oportunidad, nos dirigimos al sur, a Eten.
Había comentado a María sobre el lugar y las construcciones del lugar. Además se habla de hacer un museo de sitio ferroviario de lo que fue un gran parque ferroviario. Y lo constatamos. Primero nos fuimos al viejo muelle que aún conserva su esplendor. El lugar no es vendido como un lugar atractivo y puede serlo. Hay varias cosas de interés: el malecón, la recuperación de sus casas y el posible museo ferroviario. Recuerdo una visita que hice en los años 90 y lo abandonado que estaba el lugar. Ahora se ve más recuperación urbana. Y tiende a convertirse en el balneario de Chiclayo. Pero lo interesante fue encontrarnos con una gran cantidad de locomotoras y vagones de diferentes casas constructoras y años. Muestran el esplendor que tuvieron estas máquinas, las cuales han sido absurdamente desplazadas por priorizar otras formas de transporte terrestre. El primer gobierno de Belaunde fue mal aconsejado por varios lobistas de empresas que estaban interesadas en beneficios para sus intereses empresariales más que por el beneficio público. Espero que el vivo interés de varias personas y entidades de hacer un tren costero de Lima a Piura prospere y tengamos esta forma de transporte rápida, segura, limpia, masiva y, a la larga, barata. Perú es un país que tiene menos de la mitad de línea ferroviaria que Bolivia y tenemos casi la misma extensión con Ecuador, cuando este país es menos de un tercio de nuestro territorio. Cosas insólitas de nuestro país y errores históricos que se pueden enmendar. Voluntad política y pública.


Dejamos Eten y tomamos el camino costanero atravesando Santa Rosa, Pimentel para llegar a Lambayeque. Era un camino que tomaba por primera vez, así que íbamos con cautela. La carretera está totalmente pavimentada, pero no tan bien señalizada. Por error, entramos en la autopista a Chiclayo desde Pimentel y casi llegamos a esta ciudad, si no hubiéramos pedido información. Llegamos por la vía de Evitamiento a la salida de Chiclayo a Lambayeque. Habíamos decidido ir al museo de Tumbas Reales de Sipán. María tenía que viajar más temprano, ya que por un problema de papeles tenía que ir a Lima esa noche. Adelantó su pasaje y ya nosotros íbamos con todo nuestro equipaje en la maletera del auto. Llegamos a las instalaciones del museo e ingresamos a él. Una pena que no se puedan tomar fotos como sí se puede en todos los otros museos de la Región. En fin. La visita es ordenada; María estaba haciendo su primera visita, no lo era para los demás. De todas maneras, siempre hay cosas interesantes para ver. Es un museo destacado. Almorzamos tipo campamento en las afueras del museo y nos dirigimos hacia Chiclayo para dejar a María. César había coordinado con un primo suyo para que podamos llenar el tanque de gasolina para devolver el auto. Se quiera o no, el tiempo pasa rápido. Devuelto el auto, subimos a nuestro bus para retornar a Trujillo.




CRÓNICAS LAMBAYECANAS: HACIA EL MUNDO DE LA CULTURA LAMBAYEQUE

La idea de visitar Túcume me estuvo rondando todo este año, habida cuenta que habían inaugurado un flamante museo de sitio y eso era una verdadera justificación que movilizaría a algunas personas más para ir a Chiclayo. Tres iban a ser mis secuaces viajeros: María Ramos, Isabelle Lemoal y César Alva. Los cuatro decidimos salir el viernes 14 de noviembre para llegar por la noche y comenzar nuestros periplos por día y medio. Antes había hecho gestiones para alquilar otro auto y fue una buena decisión. El auto nos lo entregaron por la noche del viernes mismo y nos decidimos ir a cenar a Pimentel. Antes de hacerlo, fuimos a un supermercado a premunirnos de todo el material disponible: íbamos a tener un largo sábado y así fue. Pero la ingrata sorpresa la tuvimos esa misma noche: al salir de las compras, nos dirigimos hacia Pimentel, pero no sabía que a lo largo de la amplia autopista que tenían, por obra y gracia del alcalde u otras autoridades incompetentes, habían decidido hacer varios óvalos en una avenida de alta velocidad. Y como las autoridades, varias de ellas, estaban en la cárcel, todo el sistema vial era un caos.  La impresión de mis amigas viajeras no fue nada agradable y nubló lo que pudo ser un viaje muy bonito. Para evitar ir hacia la deriva, decidimos retornar a Chiclayo a cenar.  Había estado una semana antes por invitación de Liz Moreno, organizadora, promotora cultural y artista de teatro y tuve la oportunidad de conocer algunas personas simpáticas. Esa noche nos acompañó a cenar un joven arquitecto, Lyman, quien nos dio algunos consejos para nuestro largo periplo del día siguiente.

El sábado 15 tomamos nuestro desayuno temprano y fuimos por César que estaba en otro hotel. Lo recogimos de la plaza de armas y nos dirigimos hacia Túcume, nuestro objetivo principal de ese día. Atravesamos Lambayeque con un denso tráfico y, desde la desviación hacia Piura, el transporte, sobre todo el pesado, amainó un poco. Sí veíamos muchas camionetas de turistas; en realidad, el nuevo museo es una fuerte atracción turística, pero con esa infraestructura vial no dudo que varios de ellos se habrán ido un poco (o bastante) decepcionados. Los conductores de esos vehículos son bastante irresponsables y corren de manera salvaje. Quizá para muchos de los que iban en ese transporte inseguro era una experiencia de adrenalina, pero esos choferes no reciben sanciones y no creo que lo hayan hecho previamente, ya que de haber sido sancionados o amenazados de despido no lo harían, ¿o sí? Hubo momentos que tenías dos camionetas intentando pasar a un bus y las dos casi en paralelo. Salvajes.

Llegamos a nuestro destino final: el nuevo museo. Por costumbre, ubiqué el auto en la primera instalación; pero ya no está ahí la entrada. Hay una nueva entrada que da directamente al nuevo museo y luego desde ahí tienes dos grandes zonas arqueológicas para visitar. El anterior tenía una arquitectura peculiar que reproduce la usanza de construcción de la zona con adobe, troncos de algarrobo. Ese detalle lo encontramos en la tradicional iglesia de Mórrope, la cual no pudimos visitar esta oportunidad. Pendiente.
El nuevo museo de sitio, abierto en el mes de setiembre, es un verdadero homenaje a la cultura Lambayeque. Este nombre viene de Ñam Pallec (retrato del hijo de Ñam La) y la historia tiñe la identidad de esta región, aunque todavía falta mucho por sensibilizar a la población del rico pasado que tienen y lo que pueden hacer con este. Es una verdadera mina de oro y no solo como última cultura, ya que hay lugares como Ventarrón que se remontan más allá de los cinco mil años. La Región Lambayeque cuenta con cinco grandes museos de civilización precolombina; y hay la posibilidad de convertir uno, Huaca Chotuna, en otro gran museo de sitio y la inclusión de Ventarrón para la construcción de otro. Y otro espacio que puede incluirse en Batán Grande. Es un lugar fascinante, pero hay mucho por hacer. Volviendo al museo, las instalaciones son cómodos, frescas, interactivas (cosa que hay repensar en los demás museos peruanos, así como educar a la gente en el uso de este material que es para el beneficio de todos). La visita puede hacerse de manera personal. Hay buenas maquetas, fotografías y museografía “amable”, si cabe el término. Las salas amplias y vinculan la actualidad con las documentos arqueológicos hallados y la cosmogonía que generalmente conocemos a través de su cerámica pictórica y sus murales. Los datos etnológicos, lingüísticos, geográficos son profusos, acompañado de buena documentación histórica. Además, el museo de por sí es una joyita arquitectónica que ha malogrado el espacio intervenido para la obra. La construcción equidista con los dos puntos más importantes del lugar: las huacas que rodean al cerro Purgatorio (o La Raya) y la huaca Las Balsas.

Al salir de las instalaciones del museo en sí tienes dos caminos a escoger: hacia la derecha vas al conjunto de huacas; hacia la izquierda, Las Balsas. Optamos por ir hacia la derecha, ya que es un conjunto más grande para visitar.
Segunda parte de nuestra visita. En realidad, lo que se puede ver es el cerro en sí, ya que toda esta zona está en excavaciones, por ejemplo Huaca Larga. Esperemos que estas estén abiertas en los próximos años. Visitar esta zona por la mañana, pese a no ser verano, es fatigante, así que hay que ir con un buen sombrero, mucha crema protectora y zapatos cerrados (no soy muy proclive por sandalias para caminar o subir a lugares donde hay vegetación espinosa). En el trayecto se encuentran dos lugares de interés: un mirador que permite ver el complejo en torno al cerro Purgatorio y un vivero, donde hallas todas las plantas prehispánicas del lugar. Interesante fue ver los diversos tipos de algodón, el cual ha caído en desuso y crece como una suerte de mala hierba. Hay plantas que se usan en la actual culinaria de la región, como el ají o el loche. Varios caminos están “enmarcados” con enredaderas para lo cual se han construido soportes para que puedan adherirse y crear pasajes que dan frescura bajo el intenso calor.


La tercera y última parte de nuestra visita a Túcume culminó con la visita a Las Balsas. Antes de llegar al lugar a través de un camino que pudo haber sido mejor trazado y con material del lugar (punto en contra). En el camino se ha construido una réplica en miniatura de un pueblo de la zona, con su iglesia y todo. Es una zona temática que sería el disfrute de los niños; como no había alguno en el viaje, no sé cómo reaccionarían ante este. Y cerramos nuestra visita a esta bella huaca profusamente decorada de frisos. Esta huaca nunca la había visitado previamente, he estado más de diez veces en este lugar y jamás había recibido información de la misma. El lugar está bastante bien protegido contra las lluvias que suelen asolar esta zona en las visitas de “El Niño”. La zona ha sido protegido gracias al apoyo del fondo contravalor Perú-Francia. Las instalaciones cuentan con un pasadizo colgante que te permiten ver toda la estructura desde una altura cómoda. Además cuenta con carteles informativos que te contextualizan los espacios ya derruidos por el tiempo.



La visita al museo fue un logro, llenó nuestras expectativas. Y teníamos que complementarlo con más.
Así pues tomamos un atajo para llegar a Ferreñafe y ver dos lugares de extraordinario interés: el museo Sicán y el bosque de Pómac. El atajo está muy maltratado (¡Qué han hecho con sus carreteras¡), ya no queda nada del pavimento que te permitía recorrer esto en poco menos de media hora; ahora está muy maltratada. Pese a todo llegamos a Ferreñafe para encontrarnos con otra realidad: todas las calles han sido abiertas para realizar los cambios de tubería de agua y desagüe. Ingresar y salir de esta ciudad es un calvario.

Alcanzamos el museo y lo visitamos sin contratiempos. El lugar es pequeño y la construcción no es tan apabullante como otros museos de la Región, pero la colección amerita una visita pausada; como el museo de Kuntur Wasi en Cajamarca, este también está dirigido por japoneses, pulcros en sus observaciones y profusos en la información. Las réplicas de las técnicas empleadas son buenas y mejor todo lo que uno va a encontrar en este lugar: el entierro de un soberano degollado y su cuerpo de cabeza como si se intentara regresarlo al vientre materno. Es un entierro único en el mundo. Lo triste es ver las dos docenas de mujeres que fueron sacrificadas para acompañar a este soberano, algunas de las cuales eran sus parientes directas por el estudio hecho de ADN. Además el tesoro que encierra, aunque no llega a la riqueza de las Tumbas Reales de Sipán, no deja de ser interesante, sobre todo las famosas máscaras de ojos alados que representaron la identidad arqueológica de esta zona con el famoso tumi, que fue robado del Museo de Arqueología de Lima y fundido por el inefable ladrón que quiso venderlo como oro puro. Francamente, si hay que desaparecer gente… Las escenificaciones de las técnicas metalúrgicas son buenas. Pero indudablemente, luego de visitar este museo, se debe ir al lugar donde se hallaron todos estos objetos: el bosque de Pómac.



Y para cerrar la visita nos fuimos a Pómac. La carretera sí está buena, salvo un tramo y se puede visitar el lugar con el mismo auto. Llegamos un cuarto de hora más tarde y quedaba menos de una hora que cierren las instalaciones. Pómac es un bosque seco la mayor parte del año y ha sido depredado por sus árboles. Ahora cuenta con protección y las visitas turísticas han generado conciencia entre sus pobladores de lo que significa preservar este lugar. Las numerosas huacas están en medio de la vegetación y hace recordar esas vistas de las pirámides mayas en Yucatán o América Central. Logramos ir hasta la huaca El Oro o El Loro y ver sus ruinas, como parte del inmenso complejo que es Batán Grande. Luego de esta visita a la huaca nos fuimos al gran mirador que nos permite tener una visión del valle del río La Leche. Hubo varios turistas que llegaban al lugar a pie. Hay lugares para hospedarse.



Así decidimos regresar a Chiclayo. María condujo hasta la entrada de la ciudad. Nos fuimos a descansar para estar listo para nuestra visita del domingo 16 y retorno a Trujillo.

lunes, 29 de diciembre de 2014

CRÓNICAS PIURANAS VII: EN LA LUNA DE PAITA

29 de julio, nuestro último día en Piura. Ahora nos enrumbamos hacia Paita para ver esta ciudad portuaria de día. La visita de mayo nos permitió ver algo de ella, pero las visitas nocturnas son muy engañosas. “De noche, todos los gatos son pardos”, además la visita fue breve por la premura de retorna a Piura.
Tomamos la carretera a este puerto, extraordinariamente pavimentada y señalizada. En el trayecto vimos varias plantas industriales y de energía. Piura es una región con un desarrollo extraordinario en todos lo campos.
Antes de entrar a Paita, nos desviamos hacia la izquierda para ir a dos balnearios, cuyos nombres había oído con frecuencia: Yacila y Cangrejos. Entramos a este último inicialmente. La pequeña bahía se veía desde las altas dunas de la carretera: un mar azul y brillante y el pequeño balneario. Cangrejos tiene toda la pinta de un pueblo fantasma. Muchas casas están derruidas y parcialmente cubiertas de arena. No es temporada alta (julio), pero se ve el abandono del lugar. Sin embargo contrasta con la belleza de la playa en sí. Y como comentó una amiga al ver las fotos, en cierta manera es mejor que quede así para tener este remanso de paz cerca de las bulliciosas ciudades en las que se han convertido Piura, Paita, Sullana. Estuvimos no más de una hora y luego nos dirigimos hacia Yacila. Es un balneario que tiene más vida y cuenta con un pequeño puerto para lanchas. Esto atraía muchas aves guaneras.
Dejamos el auto en una zona cercana al muelle, pero nos dimos cuenta que había una zona residencial y que tenía movimiento. Retornamos al auto y nos metimos entre las estrechas callejas del balneario. Nos encontramos con una zona pequeña de restaurantes y amplias residencias de veraniego. Atractivo lugar para una caminata y eso hicimos. Vimos unas formaciones rocosas por las que nos escabullimos y pasamos por un breve túnel. Aquí nos dimos una sorpresa: mientras conversábamos y teníamos nuestras impresiones de tan simpático lugar, escuché la voz de una persona que me llamaba, era Pedro Mendoza. Pedro había sido Rector de mi Universidad hace varios años. Un hombre simpático y jovial, quien estaba acompañado de Marta, su esposa, y su hijo, quien estudia Ingeniería Marina en Italia. Un grato, gratísimo encuentro. No lo pensé. Luego de compartir nuestras experiencias, partieron para almorzar y nosotros proseguimos nuestra inspección del lugar. La zona es muy simpática, pero tiene ya los rastros de la “amable” civilización: basura plástica. Sería bueno que vayan tomando medidas y alertar a la población para no perder tan agradable lugar.


Culminada nuestra sesión fotográfica, nos dirigimos a Paita, nuestro objetivo principal y lugar de nuestro almuerzo. Fuimos hasta las instalaciones del Club Liberal. Subimos por unas escaleras que nos mostraban el esplendor que tuvo este Club y que tuvo entre sus miembros, dicen, a Don Miguel Grau. Los muebles, ya deteriorados, nos dicen lo bello que hubo sido con la vista hacia el mar. Ojalá alguien tome las riendas para tomar este edificio, el de aduanas y el de la vieja iglesia de madera para rescatarlos. Son bellas construcciones que nos hablan de una Paita esplendorosa.
Ahora hay una voluntad de hacer renacer económicamente este sector, pero ojalá no demuelan este bello patrimonio. Con la Compañía de Bomberos de Paita se hace un bello conjunto de inicios del siglo XX.  Caminamos por el muelle. Aquí fuimos, María y yo, bastante imprudentes. Hubo incluso un policía de turismo que nos acompañó por ciertas calles a cierta distancia para evitar ser atacados por ladrones. Es una ciudad portuaria. Orietta se reía de nuestra inconsciencia, pero seguimos adelante.
Creo que Orietta fue nuestro ángel de la guarda. Desde el muelle puedes ver un conjunto amplio de casas de madera que podrían ser tomadas por un patronato y darles vida. Algunas ciudades portuarias que reciben cruceros han estado trabajando en la restauración de sus centros históricos. Según la información de una amiga que opera en estas actividades, me contó que algunos de estos grandes barcos podrían acoderar en nuestras costas si tuviéramos la voluntad de convertir estas instalaciones en lugares atractivos que ameriten la escala. Todos estos son conceptos que se arman y que nuestro país, más rico en patrimonio, lo deja pasar para permitir el acceso a una modernidad mal concebida y a la larga dañina. Lugares hay, personas con ideas faltan.







Salimos de Paita e hicimos un alto para ver el puerto desde las alturas. Fue acción riesgosa. Incluso María fue a ver una barriada que estaba ubicada en una zona peligrosa, zona de deslizamiento. Me temo que las próximas lluvias de un Niño harán estragos en el lugar. Sin embargo, muchos incluso han construido casas de material noble al borde de un precipicio con poca tierra estable. Espero que no suceda nada grave. Quisimos ir a ver la iglesia de la virgen de las Mercedes, construcción moderna en la que se hallan los famosos vitrales de Adolfo Winternitz, abierta en 1974 y que es el actual santuario que reemplaza al que vimos frente a aduanas. Sin embargo, nos aconsejaron ya no ir por la hora. Una lástima.


Regresamos a Piura ya para arreglar nuestros últimos asuntos: dejar el auto, cancelar las deudas de hotel y cenar rico por última vez en esta cálida ciudad. Así cerramos el segundo periplo piurano.   



CRÓNICAS PIURANAS VI: LAS ENTRAÑAS

28 de julio, día de la independencia de nuestra patria. Días festivos, días en la que muchos servicios básicos colapsan por los turistas. Esa es la razón por la cual decidimos no ir hacia los balnearios, sino internarnos hacia Chuculanas a buscar las famosas cerámicas de renombre internacional, así como ir a Yapatera, uno de los últimos reductos de población negra en nuestro país. No íbamos a encontrar ni uno ni el otro, pero el recorrido sí valió “la misa”. Chuculanas se encuentra a unos 80 kilómetros de Piura y está conectada por una estupenda carretera. Cabe resaltar que la red vial que recorrimos en estos dos viajes me ha provocado mucha envidia y la comparo con las pobres carreteras que tenemos en La Libertad. Según datos de Provías, al 2011 la Región Piura tenía más del doble que nuestra Región; esto se ha incrementado con la reciente inauguración en octubre de tramos correspondientes entre Sullana, Paita y Piura. Solo la costa liberteña tiene una carretera digna de ser nombrada como tal; recientemente se ha concluido la ansiada carretera a Huamachuco. El día que la recorra daré fe de lo que comentan.
Ya rumbo hacia Chulucanas, fue nuestra primera llenada de tanque. En realidad, es bastante módico alquilar un auto entre tres o cuatro personas: ahorras tiempo, no te fatiga el viajar en tu propia movilidad desde tu ciudad de origen y dispone de libre maniobrabilidad y tiempos. Previamente habíamos tomado un buen desayuno en el centro de la ciudad y nos fuimos para las compras necesarias para almorzar en alguno de los lugares que nosotros creíamos adecuado. Este turismo no está desarrollado en el Perú, el del viajero en su auto que busca la comodidad inmediata, que te permite tomar bebidas frescas en la ruta o poder hacer una buena pascana para tomar tus alimentos con comodidad. En Francia y España pude ver esa organización para los viajeros en sus vehículos. Espero algún día lleguemos a ese tipo de facilidades.
Llegamos a Chulucanas luego de haber atravesado una buena extensión desértica y atravesado varios pueblos “santos”. Esto es muy pintoresco: Santa Ana, San José, etc. Al retorno nos detuvimos en Virgen de Fátima para tomar una foto a María en recuerdo de su tierra. Interesante, Fátima es un nombre muy común en la lengua árabe y uno de los mayores santuarios, ubicado en Portugal, tiene ese nombre.
Chulucanas, tierra de algunos amigos,  es una pequeña ciudad que visité por primera vez en 1993. En ese entonces los talleres de los maestros ceramistas estaban cerca de la plaza de armas. Ahora se hallan en otro lugar llamado La Encantada. Eran oriundos de ese lugar, pero no se contaban con las facilidades de poder acceder a este pequeño poblado, dentro de los campos de cultivo.
Chulucanas es una ciudad agrícola, capital de la provincia de Morropón, famosa por sus limones y su gruta; aquí se respira ese mundo ligado al campo. La  modernidad la ha invadido con restaurantes, farmacias, tiendas de artículos agrícolas. Recordaba brevemente algunas de las historias que Luis Eduardo García había escrito sobre su niñez en esta localidad. Como ese gracioso cuento Adiós Sofía en el que narra su estrepitosa captura por parte de la policía local cuando quisieron entrar al Cine Municipal para ver una película de Sofía Loren, una de mayores de 21 años. Esas épocas ya no existen, ni el cine ni la Chulucanas de su niñez.  Siendo día festivo, la ciudad tenía visos de haber celebrado un izamiento. La plaza estaba engalanada, nada más. Fuimos a ver su moderna iglesia matriz con una bella escultura en la portada. Antes de ir a La Encantada, decidimos ir a Yapatera. Nos indicaron el camino y para cerciorarme, nos detuvimos al costado de una imponente morena; ella nos confirmó el camino remarcando que era oriunda de ese pequeño pueblo y que nos iba a gustar. El camino está en buen estado y llegamos pronto al lugar. El calor arreciaba. Llegamos al poblado, pero no tiene una buena señalización por lo que seguimos el camino. A cierta altura decidimos regresar. En realidad nos estábamos yendo hacia Tambo Grande. Retornamos y tomamos algunas fotos a la vetusta comisaría; una simpática construcción, ya en el abandono.
Un poco más allá, logramos ver lo que fue la casa hacienda del lugar. Ingresamos y comenzamos a tomar fotos. De repente apareció un señor con su burro, su piajeno. No tenía buena pinta, puesto que se acercó hacia nosotros con un machete; él pensaba que habíamos ingresado para hurtar algo, ya que contiguo a las antiguas instalaciones, se han edificado aulas modernas del colegio de la zona. Aquietadas las aguas, le pedí información, pues teníamos curiosidad de ver los antiguos almacenes de algodón. Le agradecimos sus datos y decidimos partir hacia La Encalada por seguridad. Ya en Trujillo me enteré por Rosa Gulman que esta había sido hacienda de su familia. Cosas de la vida.
Nos fuimos hacia La Encalada, por la ruta vimos los restos de lo fue otra casa hacienda. Una pena. Hay varias casas así en esta región que podrían ser rescatadas para ser parte de un sistema más complejo de un turismo nada despreciable, para aquellos que buscan la tranquilidad en lugares cálidos e incluso un refugio “lejos del mundanal ruido”. Las edificaciones monumentales como Sojo, Yapatera o La Encalada son construcciones bellas, como las que vi en Lambayeque y las que aún quedan en La Libertad. Pero, la visita sí fue frustrante. Los artesanos ya no trabajan con creatividad, sino que trabajan en serie en modelos que no reflejan su mundo, sus experiencias, su vivencia. Entre lo que vi en 1993 a lo que he visto en este julio del 2014 siento un retroceso; aquí el “mercado” les mató el gusto y el sentido práctico terminó por ser el sentido común generalizado. Tal fue nuestra frustración que María solo compró un cenicero para Orietta. Punto.
Iniciamos retorno a Piura, más tranquilos por la bonita calzada de árboles que limitan la carretera de salida de Chulucanas – La Encalada hacia la carretera Panamericana. Llegamos a Piura más o menos a las 6 pm. Una buena ducha y una cena opípara como de costumbre.

Al día siguiente nos tocaba ir a la playa otra vez.