Sábado 29 de julio. Ya me quedaban dos días más en Buenos Aires. Había coordinado con Miguel para una visita a su familia en su casa en Pilar a 54 kilómetros del corazón bonaerense. Pasó a recogerme por el hotel a las 9 am. Me había llevado varias cosas de regalo: dos botellas de vino (aún las guardo celosamente, sobre todo ese Latitud 33º, un buen Malbec: https://www.latitud33.com.ar/portfolio/#vinos), una generosa caja de alfajores, mantecados y varios dulces de leche. Un arsenal. Tomamos una vía de alta velocidad (aunque algunos tramos el tránsito era denso, pese a ser sábado) para llegar a nuestro objetivo. Muchas personas prefieren residir en los barrios periféricos para tener más tranquilidad. En el trayecto íbamos atravesando zonas y conjuntos vecinales muy bonitos. Miguel y su esposa tuvieron mucha suerte en comprar un terreno por esa zona durante la época del corralito que azotó a Argentina en el 2001 (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-59494504), tras una década de paridad peso- dólar en la política económica del gobierno de Menem, política que convirtió caro al peso, un fuerte despilfarro del dinero “barato” disponible y una creciente desconfianza en el sistema bancario. Fue un momento difícil que hizo que muchos peruanos que habían emigrado a ese país en el Fujimorato vieran perdidos sus ahorros de años y que nunca recuperarían. Recuerdo que eso afectó a muchos estudiantes en la universidad que trabajaba, cuyos padres y, sobre todo, madres mandaban remesas que les permitía estudiar en universidades privadas; al no recibir las remesas, estos jóvenes dejaron de estudiar afectando el número de estudiantes de esa universidad. He aquí un breve, pero interesante artículo sobre el origen de este famoso “corralito”, pesadilla de los argentinos (https://webs.ucm.es/BUCM/revcul/e-learning-innova/179/art2494.pdf). Incluso ese contexto histórico inspiró, en cierta manera, la genial película argentina 9 Reinas (https://www.youtube.com/watch?v=P63PyjeDoKk). En aquel momento histórico es que Miguel tuvo un golpe de suerte para poder comprar su terreno. Como arquitecto, hizo todos los planos de su casa y esta fui la que conocí ese día. Estuvimos recorriendo su amplia casa, conocí a su esposa Ángela, su cuñada Patricia y su suegra, una simpática señora inglesa que un día conoció a un arequipeño y, a no dudarlo, embarcó sus cosas y se vino a vivir a Arequipa con su flamante esposo. En su jardín ha plantado plantas (vale la redundancia) de ajíes. La familia había decidido ir a almorzar al Brasow Grill (http://brasovpilar.com.ar/). Pedí un Ojo de Bife y acompañamos nuestros platos con buen vino. El Ojo de bife estuvo delicioso, acompañado de una copiosa guarnición de vegetales hervidos. Los platos son generosos, abundantes. Estuvimos un rato más en casa conversando y acordamos encontrarnos en Arequipa en noviembre para nuestro encuentro por los 50 años de egresados del colegio. 50 años. El retorno fue tranquilo, acompañados de Ángela. Me comentaban de los viajes por Argentina, los espacios bellos que hay en este inmenso país que duplica al Perú en su extensión. Un gran pendiente. Me dejaron sobre la Av. De Mayo. Me despedí de ellos con buenos deseos de vernos todos nuevamente. Noviembre será. Dejé mi mochila en el Hotel y salí a caminar un poco, pues tenía que ir al teatro. El día anterior había visto Toc Toc y en mi espera, hice una breve incursión al Teatro Metropolitan, no lejos del Multiteatro Comafi. Tomé la decisión de comprar una entrada para el 29 de julio y otra para el 30, mi última noche. Salí, pues a caminar por la famosa calle Florida para intentar cambiar algo de dinero y hacer un poco de tiempo. La caminata terminó al llegar a la Av. Santa Fe. En el transcurso vi algunas casas de cambios que incluso aceptaban soles; había llevado algo de dos mil soles por si acaso, pues había leído que aceptaban soles en casas de cambio. Al día siguiente iba a darme cuenta de que eso no era del todo cierto. Al retornar sobre la misma Florida, llegué a Corrientes y doblé hacia la derecha para llegar al lugar de mi interés. Estaba a cuadras del Obelisco, uno de los símbolos de Baires (https://www.eldestapeweb.com/sociedad/efemerides/el-obelisco-de-la-9-de-julio-significado-historia-y-curiosidades-202352312380) y está vinculado históricamente a esta gran avenida, la más ancha del mundo (https://www.infobae.com/sociedad/2022/11/16/el-origen-de-la-9-de-julio-un-ancho-increible-un-obelisco-por-una-fuente-y-el-sueno-de-su-creador/). Crucé la avenida y tres cuadras más para llegar a mi destino. El Teatro Metropolitan, como el Multiteatro Comafi, ofrece diversas obras y diversas funciones hasta casi medianoche. Baires no duerme. Fui a ver la obra Votemos, vecinos alterados, dirigida por Daniel Barone (https://www.teatrometropolitan.ar/votemos). Una obra estuvo muy bien lograda, buenos actores y una historia que sólo se puede ver en un edificio de departamentos: interesante, habida cuenta que estoy pensando ir a vivir a un edificio, complejidades que no tienes en tu casa sola. Al salir fui a comprar un simple yogurt y agua para mis pastillas para al día siguiente. Mi último día.
Domingo 30. Había quedado con Patricia para vernos y conversar un poco de nuestras vidas y planes. Tomé mi desayuno y quedamos encontrarnos en el London, es bonito café en el cual estuve el primer día con Miguel. Nos encontramos, luego de unos años y conversamos largo y tendido. Patricia venía de graduarse en una maestría en Gestión Cultural, estaba de celebraciones. Tenía un almuerzo, pero nos dimos un tiempo para hablar, caminar, soñar un poco. Tomé el delicioso té con leche, luego de tantos años que vengo a recuperar ese sabor desde que dejé Arequipa prácticamente. Salimos a caminar y le comenté mi necesidad de poder cambiar dinero para el taxi del día siguiente al aeropuerto. Caminamos buscando una casa de cambio para poder cambiar un poco de soles. La casa de cambio no ofrecía un buen cambio ni para dólares o soles. Patricia decidió sacar dinero de su cuenta y eso me ayudó para tener efectivo para mis últimos momentos en esta fantástica ciudad. Nos despedimos ideando proyectos culturales entre nuestros países (¿por qué no?) y un fuerte abrazo y beso cerró mi encuentro con Patricia. Hasta cualquier momento. Patricia me aconsejó de no ir con mochila a San Telmo, así que fui al hotel a dejar mis cosas. En el trayecto me doy con la sorpresa que toda la Av. De Mayo iba a estar llena de comparsas y puestos de Bolivia. Sayas, sicuris y salteñas se veían por la avenida. Recorrí con ellos hasta llegar a la Plaza de Mayo e ingresé al Cabildo, visita que había postergado días anteriores. Es la historia de la ciudad y del país en este espacio (https://cabildonacional.cultura.gob.ar/info/museo/). Es un museo obligado para conocer la historia de la independencia y lo complicado que fue el Virreinato peruano para los planes de librar todos nuestros territorios de la metrópoli. La independencia termina en 1824 con Ayacucho. El lugar es para mínimo una hora.
Decidí regresar a almorzar a San Telmo, a su mercado como lo había visto el viernes. Pero no había tomado en cuenta lo que significa un día domingo. El mercado estaba a reventar. Felizmente encontré un quiosco con muchas revistas muy interesantes y entre ellas hallé tres muy buenas: Lugares, una revista del Diario La Nación. Compré tres ediciones especiales: Buenos Aires del centenario (arquitectura), Fotografía argentina e Inmigrantes. Buenas revistas. Tres que han satisfecho mi curiosidad por comprar revistas de historia, algo que falta a nuestro país, teniendo una historia tan extensa y rica como la nuestra. Una gran ausencia. Me dirigí nuevamente a la plazoleta Dorrego, que estaba a reventar. Vi a lo lejos la parroquia de San Pedro González Telmo o iglesia de Nuestra Señora de Belén, de origen jesuita (https://www.buenosaires.travel/iglesia-san-pedro-telmo-san-telmo/). La iglesia estaba abierta, felizmente, pues estaban llevando arreglos para una boda religiosa. El interior estaba un poco vacío.
Salí con hambre y llegué a un lugar que estaba con espacio para una persona: el Bar Seddon sobre la calle Defensa y Chile, la que estaba llena de vendedores ambulantes con todo tipo de mercadería como inciensos, ropa, objetos antiguos, discos LP, joyas antiguas, un sinfín de cosas simpáticas (no vi estampillas). Cierto que si te concentras en ver los puestos hubiera, quizás, tenido problemas con mis cámaras fotográficas. Pero el hambre apretaba y este restaurante me salvó. Sin saberlo estaba ingresando a esos lugares que tienen mucha historia en esta ciudad (https://www.todopilar.com/2021/11/13/el-mitico-bar-de-san-telmo-con-41-anos-de-historia-que-es-el-preferido-de-las-estrellas-internacionales/). El lugar es muy simpático y, luego de haber leído su historia, entendí por qué estaba tan lleno de turistas, sobre todo brasileños. Me comí el último bife chorizo en Argentina también rociado de vino. Ya terminando y pagando la cuenta, le pregunto al mozo dónde se encontraba la imagen de Mafalda y esta estaba, con Susana y Manolito, frente al mismo bar. Cosas del destino. Salí, crucé la calle y ahí estaba la inmortal Mafalda (https://www.welcomeargentina.com/ciudadbuenosaires/homenaje-mafalda.html). Mafalda es esa niña que ha desequilibrado a adultos y jóvenes por décadas. Su filosofía destiempla a todos y el conjunto de personajes que la acompañan, Susanita, Manolito, Felipe, Miguelito, Guille, Libertad son la delicia hasta nuestros días; leerla es hacernos cómplices de su sensatez irreal. Quino la quiso desaparecer, pero Mafalda siguió viviendo. Mafalda nos acompañó en nuestra niñez y la compartimos con los más jóvenes para que los perturbe también: https://www.bbc.com/mundo/noticias-54362735, https://hipertextual.com/2020/10/mafalda-quino-vinetas. Cuando murió Quino, muchos sentimos que parte de nosotros se fue con él.
Seguí mi camino, hasta llegar al Convento de Santo Domingo, al cual me hubiera gustado ingresar. Aquí se encuentran los restos del general Belgrano (https://disfrutemosba.buenosaires.gob.ar/lugares/convento-de-santo-domingo). Es una construcción monumental (https://argentinatrip.org/buenos-aires/convento-santo-domingo/). Seguí en mi camino hasta la Plaza de Mayo e hice una pequeña caminata con el fin de llegar a Puerto Madero, pero cambié de parecer: tenía que ir al barrio La Boca. Tomé un taxi y sostuve una conversación interesante con el taxista sobre la situación mundial y la realidad de nuestros países. Me llevó hasta Caminito, el lugar emblemático de este pintoresco barrio con sus casas de maderas pintadas de diversos colores. La Boca es un barrio muy popular (https://www.disfrutabuenosaires.com/la-boca) y Caminito es un referente de la cultura musical, del tango (https://www.buenosairesfreewalks.com/spanish/que-ver/caminito-la-boca/caminito-la-boca/).
Interesante es leer que este lugar se había convertido en un basural y gracias a los vecinos el lugar se convirtió en lugar de atracción de Baires. Hice una breve caminata para ver la ciudad, las casas y los numerosos murales que tiene este barrio (https://www.elebaires.com/es/caminito-en-boca/). Y luego me fui a descubrir un interesante museo de arte moderno, la Fundación PROA (http://proa.org/esp/information.php). Había una exposición interesante, El Dorado, un territorio, perfecta instalación (https://proa.org/esp/exhibicion-proa-el-dorado-2-textos.php). Una exposición que espero siga una trayectoria por nuestros países. Al salir vi una calle cerrada por un concierto de música de rock en español. Decidí tomar un taxi para que me deje en el hotel. Como la Av. De Mayo estaba llena con las comparsas bolivianas, el taxista me llevó tuvo que dejarme en la 9 de Julio. Cuando salíamos de La Boca, pasamos por la famosa Bombonera (https://turismo.buenosaires.gob.ar/es/otros-establecimientos/estadio-de-boca-juniors-la-bombonera), el estadio que recuerdo mucho por un partido clasificatorio para el Mundial de México en 1969 (https://www.youtube.com/watch?v=RiHgh88uOT0). El taxista entró al viaducto Arturo Frondizi para ir más rápido. Al llegar, me encontré con las comparsas. Coordiné lo del recojo del taxi y el horario para levantarme. Tenía que estar temprano en Ezeiza. Pero esta noche también me iba al teatro a ver una obra de terror: El cuarto de Verónica de Ira Levin (https://www.teatrometropolitan.ar/elcuartodeveronica). No me gustó mucho la obra, el tema no me convenció mucho.
Lunes
31 de julio. Temprano tomé un duchazo y me dirigí al aeropuerto ahora llamado
Ministro Pistarini. Hay una serie de impuestos o cobros que no te avisan con
anticipación. Me informaron que el trayecto me costaba cierta cantidad de
dinero, pero el chofer me dijo que había que agregar una comisión. Creo que me
estaba timando con unos 500 pesos, que ya no disponía, pues tenía lo justo para
no tener pesos argentinos. Tenía un billete extra que usé, pero me dio mala
espina. Ya estaba un poco apurado, embarqué mis dos maletas sin problemas pensando
que iban a exceder los 23 kilos una de ellas, pero no. El trámite es rápido y
el aeropuerto es amplio por lo que no ves las aglomeraciones con las que uno se
encuentra en el aeropuerto Jorge Chávez, siempre abarrotado e incómodo. Al
llegar a Lima, tenía que hacer trasbordo para Trujillo. Almorcé en el Tanta.
Pero luego, de manera irresponsable, cambiaron nuestra puerta de embarque; en
este trajín perdí mi gorra que compré en Uruguay y casi pierdo otras cosas más
que traía en mano. Al llegar a Trujillo, María me recogió del aeropuerto. Otra
vez al mundo del desorden, de las calles y avenidas arruinadas: esa es la
realidad de nuestra ciudad.
Fin del viaje.