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Trujillo, La Libertad, Peru
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miércoles, 11 de septiembre de 2013

VIAJE AL COLCA: ENTRE CIRO Y NEVADAS


Recientemente estuve en Arequipa durante los últimos días de agosto. Era un viaje de reencuentro con mis compañeros de la promoción 1973 del colegio La Salle. Un viaje para ver esta ciudad a la cual llegué desde Piura teniendo cuatro años cumplidos y en la cual viví doce años de mi infancia y mi adolescencia.  La ciudad ha crecido de manera un poco más ordenada que otras ciudades de nuestro País. Pero el boom de la construcción está arrasando tristemente la bella campiña arequipeña que era orgullo de sus ciudadanos. Todo en aras del extraño progreso que queremos en nuestras ciudades.
Fuera de la motivación del reencuentro con mis excompañeros de aulas, otra de mis intenciones iniciales era ir a Toro Muerto, uno de los lugares arqueológicos más notables en cuanto a petroglifos en el mundo. Había estado en Miculla (Tacna) a inicios de año y pude ver el otro vasto territorio de petroglifos y geoglifos en nuestro país. Pero una serie de descoordinaciones, malas intenciones y falta de comunicación impidieron mi viaje a esta zona (parece, además, que la están depredando inescrupulosamente para vender grandes lajas de piedra con petroglifos a coleccionistas privados; no es novedad). Me había comunicado infructuosamente con una serie de empresas de turismo y no me respondieron. Incluso llamé a una telefónicamente y se comprometió a enviarme todos los datos; aún espero su correo. Otra me dio un cierto precio razonable, luego lo incrementó un 300 por ciento. Penosa situación y bastante informales nuestros medios turísticos.  Como el  30 de agosto era feriado y no quería quedarme en la ciudad, tomé un viaje al Colca, lugar en el que había estado por última vez en 1992. En aquella oportunidad, la zona había sido afectada por una serie de erupciones del volcán Sabancaya y los respectivos temblores que fueron afectando a una serie de poblados entre ellos, Maca. Todo esto sucedió en 1991 y las secuelas quedan hasta nuestros días. Decidí comprar, un poco a regañadientes, un paquete turístico para visitar el lugar por un solo día. Una oportunidad para ver cómo estaba el lugar.
Me recogieron puntualmente a las 3:15 am. Íbamos en un pequeño bus holgadamente. Felizmente no iba mucha gente, así podíamos cumplir con nuestros tiempos de manera más coordinada y rápida. Recogimos a los últimos pasajeros a las 4:10 am y de ahí a nuestro objetivo. Nos enrumbamos a Chivay, la ciudad en la que íbamos a tomar desayuno. Dormitábamos en el viaje, cuando un  frío penetrante comenzó a enfriar la ventana cerca a la cual estaba sentado.  Una fina capa de hielo cubría los vidrios. Ya amaneciendo pude ver el esplendor del pasaje que iba a disfrutar en la ruta hasta Chivay. En esta época del año, todas esas zonas (más Huancavelica, Cuzco y Puno) se declaran en emergencias debido a las intensas nevadas que caen en la región. Hay muertes entre las personas y el ganado que suele pastar libremente. Esta triste realidad la iba a recordar mucho después de haber visto el extraordinario paisaje que se iba abriendo delante de mí. Pedí sentarme adelante, frente al parabrisas para poder ver cómo la nieve había cubierto la carretera, las laderas de cerros, las montañas. El blanco resplandecía y enceguecía a quienes contemplábamos la ruta. Pero ni las carreteras ni los autos están preparados para este fenómeno y nuestro arribo a la Chivay fue bastante tardío, íbamos atrasados en casi una hora. Nuestro frugal desayuno fue precipitado por la presión de ir a la Cruz del Cóndor, un lugar estratégico para ver volar a estas aves carroñeras. Y la hora apretaba. El camino desde Arequipa hasta Chivay ya está asfaltado, pero de Chivay hacia el cañón parcialmente asfaltado y ha sufrido algunos deslizamientos y hundimientos, sobre todo en la zona de Maca. Cruz del Cóndor es un lugar que ha sido mejorado sustancialmente. En 1992 el lugar sólo tenía una cruz (de ahí el nombre) para identificar la zona y contaba con alguna que otra facilidades. Ahora ya cuenta con todo lo necesario, plataformas de observación que permiten a uno ver con comodidad el lugar. La primera vez que fui en 1985 al asomarme a ver la profundidad del cañón, sentí la fuerte atracción de la gravedad; un hilo frío de temor recorrió mi cuerpo al verme indefenso ante la profundidad. Ahora hay verjas simpáticas sobre las cuales te apoyas para poder ver con holgura la majestuosidad del lugar. Vimos varios cóndores que salían de sus nidos a buscar alimento. Comenzamos nuestro retorno para ir a almorzar y poder llegar a Arequipa a las 5 de la tarde. Ya regresábamos menos personas, puesto que algunos pasajeros se fueron a























Cabanaconde, lugar ideal para hacer una visita más exhaustiva del lugar. Además es un punto para visitar otro lugar de interés: Andahua, el valle de los volcanes pequeños. Ya en el camino nos detuvimos en otros dos paradores para contemplar otras perspectivas. El lugar sí es impresionante. Pero, y era inevitable, el lugar también es recordado por el sonado caso de Ciro Castillo y la absurda parafernalia que se creó en torno a esta muerte. Cuando pasamos por el nevado Bomboya, el cual no ofrece nada en particular, el guía nos comentó sobre el caso para incrementar el morbo de los que quedábamos en el bus, puesto que ya regresábamos solo 15 personas. Antes de almorzar hicimos una pausa para visitar la iglesia de Maca. En 1992 esta iglesia había resultado bastante dañada por los movimientos telúricos, había perdido una torre y el techo se había desplomado. Ahora se ha reconstruido la misma, incluso sus altares han sido restaurados. Pero la amenaza es latente y todo apunta a que esta población va a tener que ser reubicada, puesto que la falla geológica crece y la depresión es cada vez más marcada. No hay que jugar con la naturaleza. En el retorno, nos detuvimos en un paraje en el cual veíamos los diversos volcanes que se hallan cerca uno del otro, relativamente hablando. Así podías ver al Ampato en todo su esplendor. Ya cerca del cruce con la carretera Cuzco-Arequipa vimos una pequeña manada de vicuñas, rodeadas de mucha suciedad humana: papeles, bolsas y botellas de plástico. Civilización.
El viaje de retorno desde ahí fue un poco penoso, debido al tráfico. Al igual que el tramo Chiclayo – Trujillo  Chimbote-Trujillo, el tráfico pesado es intenso y peligroso. Lo confirmas con la cantidad de crucecitas que uno ve al borde de la carretera. Llegamos a Arequipa a las 5 y media con un sol aún esplendoroso. Me fui al hotel y luego cené en uno de esos estupendos restaurantes que Arequipa tiene. Una jornada muy vivificante e interesante que me permitió reencontrarme con este magnífico lugar.



domingo, 1 de marzo de 2009

VALLE DEL COLCA, GARGANTA DE LOS ANDES

La reciente visita de unos amigos de Arequipa a mi casa me hizo rememorar uno de los viajes más bello que haya hecho en mi vida, no sólo por las experiencias humanas que puede encontrarse ahí, sino por el impresionante paisaje que ha dejado, deja y dejará abrumado a todo viajero que lo visite. Pese a que había vivido por 11 años en dicha ciudad, la difusión de esta belleza era aún escasa y los medios para llegar a éste eran rudimentarios. Mi primer viaje a esta increíble zona fue en 1985. Ya el Cañón sonaba por los medios turísticos y ya muchas agencias lo promocionaban como una de las maravillas de nuestro país; y no les faltaba razón. Mi primer viaje fue de un solo día, un poco agotador; pero bien valió el trote. Salimos a las 6 de la mañana aproximadamente para poder aprovechar el día al máximo. Con Nancy y su esposo, más otros pasajeros fuimos en un combi manejada por un señor que resultó ser amigo de mi padre.El viaje es de por sí extraordinario y la ruta que tomamos no la volví a hacer en la segunda oportunidad que fui. El auto tomó una carretera de grava que iba entre los volcanes Misti y Picchu Picchu; cuando uno está en medio de estos dos gigantes, uno ve un cráter lateral del Misti que siempre emite humo (las llamamos fumarolas). La majestuosidad de estos volcanes conmueven y nos va preparando para lo que vendría después: Pampa Cañahuas.



Antes de ingresar a Cañahuas, pasamos por dos grandes peñascos como si fueran celadores del ingreso a esta extensa pampa poblada por cientos de auquénidos. Me dicen que en verano se suele cubrir de hielo (noches de helada) y algunas veces de nieve. En el camino pude contemplar cascadas de agua congeladas. Impresionante. Pero lo más bello es ver alpacas (como si fuesen pelotas de pura lana) y las gráciles vicuñas corriendo libres por la inmensa pampa; algunas corrían cerca al vehículo y las podías fotograriar con calma. Extraordinario.


Llegamos a Chivay, la capital de la provincia que tiene por nombre mi apellido, Caylloma. Hicimos un alto breve para dirigirnos a ver dos momentos impresionantes de este lugar. En mi segundo viaje, nos quedamos a pernoctar en Chivay, era mejor y además te permite aclimatarte con cierta facilidad, si no tienes la costumbre de caminar más allá de los tres mil metros de altura.


Seguimos camino a un bello paraje desde el cual vislumbras un sistema de andenería impresionante; algunos son de origen preinca (Pueblo Colla) y que los pobladores los siguen manteniendo. Sacan de ahí, papa, oca, ollucos, muña y otras variedades de vegetales, sobre todo tubérculos. En este lugar, vimos una piedra que asemejaba a una maqueta, pues mostraba en pequeño lo que veíamos delante de nosotros: todo el sistema de andenes. Girando y mirando hacia la parte superior había una construcciones que se usaban tanto como tambo (para guardar sobre todo granos) o como tumbas. Nos contaba el guía que se generaba una suerte de microclima que permitía la preservación de alimentos por largo tiempo. Era del pueblo Colla y fueron empleados por los incas como una estrategia en la expansión de su ejército. Interesante, ya que algunas tumbas que vimos en Cajamarca, tanto en Otuzco y sobre todo Combayo, se asemejaba a esta técnica. La vi también en Macro y Rejía en Chachapoyas.


Nuestro destino final era La Cruz del Cóndor, lugar estratégico desde el cual puedes ver volar a los cóndores. El primer viaje no me dio ese placer, pero el segundo (por la pernoctada en Chivay) sí vimos a varios volar. Lo que sucede es que estas tímidas aves salen muy temprano a volar. Por eso es que estuvimos en pie a las 5 de la mañana. Ver planear a estas aves es un placer visual. Otra ave que tiene elegancia para volar es el pelícano, aunque su caminar por tierra sea penoso y desgarbado. Nada es perfecto.


Mi retorno del primer viaje no lo tengo en el recuerdo, ya que caí en un profundo sueño. Del segundo, sí: teníamos una luna llena que iluminaba los cerros dándoles un color plateado, cruzando Cañahua por la noche, pensabas atravesar un lago; acompañado de la música de Rubaja y Hernández, ese retorno se volvió en un sueño.


Colca es lo máximo. Voy a ir otra vez.