Recientemente estuve en Arequipa durante los últimos
días de agosto. Era un viaje de reencuentro con mis compañeros de la promoción
1973 del colegio La Salle. Un viaje para ver esta ciudad a la cual llegué desde
Piura teniendo cuatro años cumplidos y en la cual viví doce años de mi infancia
y mi adolescencia. La ciudad ha crecido
de manera un poco más ordenada que otras ciudades de nuestro País. Pero el boom
de la construcción está arrasando tristemente la bella campiña arequipeña que
era orgullo de sus ciudadanos. Todo en aras del extraño progreso que queremos
en nuestras ciudades.
Fuera de la motivación del reencuentro con mis
excompañeros de aulas, otra de mis intenciones iniciales era ir a Toro Muerto,
uno de los lugares arqueológicos más notables en cuanto a petroglifos en el
mundo. Había estado en Miculla (Tacna) a inicios de año y pude ver el otro
vasto territorio de petroglifos y geoglifos en nuestro país. Pero una serie de
descoordinaciones, malas intenciones y falta de comunicación impidieron mi
viaje a esta zona (parece, además, que la están depredando inescrupulosamente
para vender grandes lajas de piedra con petroglifos a coleccionistas privados;
no es novedad). Me había comunicado infructuosamente con una serie de empresas
de turismo y no me respondieron. Incluso llamé a una telefónicamente y se
comprometió a enviarme todos los datos; aún espero su correo. Otra me dio un
cierto precio razonable, luego lo incrementó un 300 por ciento. Penosa
situación y bastante informales nuestros medios turísticos. Como el
30 de agosto era feriado y no quería quedarme en la ciudad, tomé un
viaje al Colca, lugar en el que había estado por última vez en 1992. En aquella
oportunidad, la zona había sido afectada por una serie de erupciones del volcán
Sabancaya y los respectivos temblores que fueron afectando a una serie de poblados
entre ellos, Maca. Todo esto sucedió en 1991 y las secuelas quedan hasta
nuestros días. Decidí comprar, un poco a regañadientes, un paquete turístico
para visitar el lugar por un solo día. Una oportunidad para ver cómo estaba el
lugar.
Me recogieron puntualmente a las 3:15 am. Íbamos en un
pequeño bus holgadamente. Felizmente no iba mucha gente, así podíamos cumplir
con nuestros tiempos de manera más coordinada y rápida. Recogimos a los últimos
pasajeros a las 4:10 am y de ahí a nuestro objetivo. Nos enrumbamos a Chivay,
la ciudad en la que íbamos a tomar desayuno. Dormitábamos en el viaje, cuando
un frío penetrante comenzó a enfriar la
ventana cerca a la cual estaba sentado.
Una fina capa de hielo cubría los vidrios. Ya amaneciendo pude ver el
esplendor del pasaje que iba a disfrutar en la ruta hasta Chivay. En esta época
del año, todas esas zonas (más Huancavelica, Cuzco y Puno) se declaran en
emergencias debido a las intensas nevadas que caen en la región. Hay muertes
entre las personas y el ganado que suele pastar libremente. Esta triste
realidad la iba a recordar mucho después de haber visto el extraordinario
paisaje que se iba abriendo delante de mí. Pedí sentarme adelante, frente al
parabrisas para poder ver cómo la nieve había cubierto la carretera, las
laderas de cerros, las montañas. El blanco resplandecía y enceguecía a quienes
contemplábamos la ruta. Pero ni las carreteras ni los autos están preparados
para este fenómeno y nuestro arribo a la Chivay fue bastante tardío, íbamos
atrasados en casi una hora. Nuestro frugal desayuno fue precipitado por la
presión de ir a la Cruz del Cóndor, un lugar estratégico para ver volar a estas
aves carroñeras. Y la hora apretaba. El camino desde Arequipa hasta Chivay ya
está asfaltado, pero de Chivay hacia el cañón parcialmente asfaltado y ha
sufrido algunos deslizamientos y hundimientos, sobre todo en la zona de Maca.
Cruz del Cóndor es un lugar que ha sido mejorado sustancialmente. En 1992 el
lugar sólo tenía una cruz (de ahí el nombre) para identificar la zona y contaba
con alguna que otra facilidades. Ahora ya cuenta con todo lo necesario, plataformas
de observación que permiten a uno ver con comodidad el lugar. La primera vez
que fui en 1985 al asomarme a ver la profundidad del cañón, sentí la fuerte
atracción de la gravedad; un hilo frío de temor recorrió mi cuerpo al verme
indefenso ante la profundidad. Ahora hay verjas simpáticas sobre las cuales te
apoyas para poder ver con holgura la majestuosidad del lugar. Vimos varios
cóndores que salían de sus nidos a buscar alimento. Comenzamos nuestro retorno
para ir a almorzar y poder llegar a Arequipa a las 5 de la tarde. Ya
regresábamos menos personas, puesto que algunos pasajeros se fueron a
Cabanaconde, lugar ideal para hacer una visita más exhaustiva del lugar. Además
es un punto para visitar otro lugar de interés: Andahua, el valle de los
volcanes pequeños. Ya en el camino nos detuvimos en otros dos paradores para
contemplar otras perspectivas. El lugar sí es impresionante. Pero, y era inevitable,
el lugar también es recordado por el sonado caso de Ciro Castillo y la absurda
parafernalia que se creó en torno a esta muerte. Cuando pasamos por el nevado
Bomboya, el cual no ofrece nada en particular, el guía nos comentó sobre el
caso para incrementar el morbo de los que quedábamos en el bus, puesto que ya
regresábamos solo 15 personas. Antes de almorzar hicimos una pausa para visitar
la iglesia de Maca. En 1992 esta iglesia había resultado bastante dañada por
los movimientos telúricos, había perdido una torre y el techo se había
desplomado. Ahora se ha reconstruido la misma, incluso sus altares han sido
restaurados. Pero la amenaza es latente y todo apunta a que esta población va a
tener que ser reubicada, puesto que la falla geológica crece y la depresión es
cada vez más marcada. No hay que jugar con la naturaleza. En el retorno, nos
detuvimos en un paraje en el cual veíamos los diversos volcanes que se hallan
cerca uno del otro, relativamente hablando. Así podías ver al Ampato en todo su
esplendor. Ya cerca del cruce con la carretera Cuzco-Arequipa vimos una pequeña
manada de vicuñas, rodeadas de mucha suciedad humana: papeles, bolsas y
botellas de plástico. Civilización.
El
viaje de retorno desde ahí fue un poco penoso, debido al tráfico. Al igual que
el tramo Chiclayo – Trujillo
Chimbote-Trujillo, el tráfico pesado es intenso y peligroso. Lo
confirmas con la cantidad de crucecitas que uno ve al borde de la carretera.
Llegamos a Arequipa a las 5 y media con un sol aún esplendoroso. Me fui al
hotel y luego cené en uno de esos estupendos restaurantes que Arequipa tiene.
Una jornada muy vivificante e interesante que me permitió reencontrarme con
este magnífico lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario