Jorge Saito, un buen amigo, nos dejó hace una semana; hombre de ideas comprometidas para generar cambios necesarios en nuestra sociedad, ha partido.
Lo conocí en los años 80.
Tuvimos la oportunidad de conversar en su desaparecido instituto Matisse. Lo
había creado con el fin de poder ofrecer a nuestra ciudad un espacio de arte y de
innovación para una Trujillo que iba creciendo en población juvenil que se veía
en la necesidad de emigrar para poder realizar estudios de arte y comunicación.
Cuando me instalé en Trujillo definitivamente, hubo más oportunidades para
conversar sobre diversos temas que Jorge veía urgentes e importantes para
ayudar a las personas y, a través de estas, a la ciudad. Jorge era un firme
creyente que la ciudad y el ciudadano tienen una íntima relación y ambos
influyen sobre el otro de manera decisiva. Trataba de ver a la ciudad de manera
holística integrando cada uno de los elementos que la constituyen, viéndola
como un tejido integrado. Durante las campañas de sensibilización desarrolladas
por nuestra desaparecida Marcela García en Los Tallanes, Jorge fue un agudo
crítico de los numerosos planes presentados por diversos organismos privados e
instituciones públicas para abordar temas álgidos como el transporte público o
la planificación urbana; criticaba las visiones de corto plazo, nada
integradoras y que, a la larga, iban a causar más problemas que soluciones. Con
él y un grupo de amigos integramos una asociación con el fin de aportar
propuestas para una ciudad golpeada por siete huaicos, sea por inoperancia
municipal o regional, sea por intereses económicos y políticos. En sus
propuestas, veía la necesidad de incorporar recursos naturales (arborización,
por ejemplo) para amortizar daños y actuar sobre las zonas de riesgo con un
plan sistemático de desplazamiento para ayudar a los ciudadanos afectados; soñaba
una ciudad con más áreas verdes para atenuar el deterioro ciudadano a todo
nivel (desde contaminación hasta mejora de calidad de vida), parques
metropolitanos, un eficaz manejo de residuos sólidos, una interesante red de
transporte en las que las ciclovías son importantes. Soñaba con crear ciudades
satélites para evitar los monstruos urbanos en la que se ha convertido Lima,
por ejemplo. Y, sobre todo, educar al ciudadano a tener una conciencia urbana
para que este sea el elemento coercitivo sobre otros ciudadanos y sus
autoridades con el fin de evitar el rápido deterioro en el que nos estamos sumergiendo.
Ese proceso toma su buen tiempo; pero es una solución a la que están apuntando
todos los países que son conscientes de su entorno. Así los ciudadanos
entenderíamos con más razón por qué un derrame de petróleo en lugares naturales
son verdaderos crímenes por los que hay que protestar y no esperar que esta
tragedia suceda en tu propia casa para darte cuenta de esta desgracia como ha
sucedido en las costas limeñas. Ojalá que su memoria no caiga en el olvido.
Pd. Esto ya no figura en el publicado en el Diario Correo. La naturaleza, nuestra aliada y vecina permanente, ha sido amenazada por nuestra propia acción. La naturaleza, de la cual venimos, nos ofrece miles de oportunidades para vivir bien. Lo sucedido en las costas limeñas es una acción más de las miles que hacemos todos los días, consciente o inconscientemente. Jorge nos pedía aprender de ella para vivir mejor. Duro aprendizaje para una sociedad desmemoriada.