La semana cierra con dos
eventos que podríamos verlos dentro de un amplio espectro de contraste que
dependen del cristal con que los veamos.
El primero lo llamaremos
Lamento boliviano. Las elecciones presidenciales realizadas el 20 de octubre
tuvieron un inicio turbulento, tras un cúmulo de errores que provocó una serie
de suspicacias, adversas al entonces presidente, Evo Morales Ayma al variar
resultados que indicaban una segunda vuelta. Un conteo irregular de votos y una
suspensión de dicho conteo tenían como antecedente a una cuestionada
candidatura de Evo generando malestar por la figura de reelección (tan
tristemente recordada por muchos peruanos). El cambio de reglas molestó a
muchos ciudadanos, incluso a aquellos a quienes la figura y liderazgo del
expresidente boliviano les genera total simpatía. La reacción popular era
comprensible desde el punto de vista de la ruptura del juego democrático. Dada
la reacción, Evo aceptó la segunda vuelta con el fin de atenuar una escalada de
violencia en una sociedad marcada por hondas diferencias sociales y una pesada
carga racial que movilizan a grupos adversos al liderazgo del partido MAS y
Evo. Pero se abrió la caja de Pandora. La reacción de grupos religiosos y
extremadamente racistas afloraron en diversas partes del país llegando a La
Paz. Ver a líderes políticos, como Jeanine Añez, con crucifijo o Biblia en mano
acompañados de un lenguaje cargado de mesianismo y verticalidad despertó
temores entre muchas personas e instituciones por las consecuencias que una
situación como esta podría generar en Bolivia por la gran presencia de
población indígena que preserva una identidad histórica en diversas
manifestaciones cargadas de sincretismo que la misma iglesia católica ha
respetado a lo largo de las últimas décadas. Carlos Mesa, contendor de Evo,
debe exigir una posición clara en cuanto a las nuevas elecciones, sino Bolivia
puede caer en una espiral de violencia incontenible.
El segundo tiene nombre
propio: Casos Complejos. El miércoles 13 fue el Avant Première de este filme en
Trujillo. En la ceremonia estuvieron el director de la película, Omar Forero, su
equipo de actores y el equipo técnico. Y estuvo presente el fiscal William
Rabanal, principal fuente de inspiración de la historia narrada, quien no dudó
de dar unas palabras emotivas una vez culminada la proyección. Además, invitó a
parte de su equipo con el cual trabajó para atacar la violencia del crimen
organizada y la corrupción de las instituciones del Estado. El filme fue
filmado casi su totalidad en Trujillo y alrededores, y nos muestra ese periodo
de zozobra que envolvió a nuestra sociedad por las impunes acciones hechas por
diversas bandas y sus cómplices en el Poder Judicial y la Policía Nacional. Es
un justo reconocimiento a hombres y mujeres que decidieron no seguir la
corriente y hacer su trabajo. Es una luz de esperanza que amerita ser vista por
todos nosotros.
Entre la oscuridad y la
claridad.