Trujillo tiene, según datos del 2020, una población metropolitana de 1´110,220. En los últimos años, el panorama social ha cambiado sustancialmente. Las migraciones internas y externas han sido un factor decisivo en su crecimiento poblacional. Por ejemplo, según datos del 2017, había una población de 148,992 ciudadanos venezolanos residentes. Casi un 11% de la población total. La coyuntura ha cambiado en algo estos datos, no mucho. La pandemia hizo que muchas personas hayan regresado a su sitio de residencia por la modalidad del trabajo remoto, sobre todo aquellos que residían en pensiones o casa de parientes en otras ciudades como Lima. Eso ha generado otras condiciones especiales, fuera del hecho de que muchos han establecido pequeños y medianos negocios de servicios de todo tipo. La posibilidad de una migración masiva hacia el exterior no será significativa para la presión poblacional que la ciudad tiene. Al igual que otras ciudades de la costa, Trujillo tiene un fuerte déficit de infraestructura en muchos rubros: agua y desagüe, sistema vial, electricidad, interconectividad, reciclaje y manejo de residuos sólidos, sistema de sanidad y salud mental, macroproyectos de impacto ambiental, erosión costera. Un largo etcétera que se ha ido agudizando por diversas razones, muchas de ellas por incompetencia de autoridades pertinentes, así como una acentuada corrupción que afecta todo quehacer de nuestra ciudad. La planificación urbana en Trujillo deja mucho por desear: la reiterada edificación de construcciones, incluso de material noble, en zonas prohibidas son el producto de una extensa mafia de terrenos que incluye no sólo a autoridades, sino al aparato judicial y un grupo de empresarios inescrupulosos que fomentan acaparamiento de terrenos, invasiones o actividades ilegítimas en el Poder Judicial sobre títulos de propiedad. Por falta de control y por la misma corrupción, muchas áreas destinadas a parques y zonas de recreo terminaron convirtiéndose en viviendas; nuestras ciudades ofrecen pocos m2 de áreas verdes por cada uno de nosotros. Sin embargo, algunos municipios han comenzado a desarrollar planes interesantes en pro de sus ciudadanos. Moche, por ejemplo, tiene un plan de acopio para uno de los residuos más contaminantes: pilas de cadmio. Esperemos que estos desechos sean correctamente tratados para tener un plan global. Muchas buenas ideas ecológicas, como clasificar la basura, terminan en sólo buenas intenciones al terminar dichos desechos en un relleno sanitario en el que pululan recicladores y negociantes. Las iniciativas ciudadanas de participar activamente en las políticas urbanas deben de ser apoyadas y promovidas para invitar a más personas a sumarse a estas causas.
PD. Jean-Paul Belmondo ha
muerto. Para los cinéfilos, este díscolo actor marcó una época que nos preparó
para la Nueva Ola y el Mayo del 68 francés. Feo pero guapo, tuvo una ceremonia
digna a su memoria. Bon voyage.
3 comentarios:
Hablas, querido Gerardo, de una acentuada corrupción. Que lastima! Que tristeza!
Oui Belmondo nous a quitté, mais c'est sûr que c'est en souriant! Bz
¡Qué triste presente de mi querida Trujillo!
Que tal querido profesor, excelente nota. Una triste realidad de nuestra ciudad, con un potencial de crecimiento enorme pero que la corrupción sigue causando solo la búsqueda de intereses personales.
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