Viernes 10 de mayo. Ecuador. Este viaje lo planificamos
gracias a los datos de César Alva. El día previo había logrado obtener todos
los documentos necesarios para poder pasar con el auto a territorio
ecuatoriano. Salimos a las 8:30 am con destino a Machala. La distancia entre
ambas ciudades no es mucha; además por el lado ecuatoriano, cuentan con una red
de autopistas que son la envidia de cualquier peruano que ve solo eso en Lima
debido al excesivo centralismo de nuestro país. La distancia entre ambas
ciudades es de un poco menos de 95 kilómetros. De haber estado en el mismo
país, lo hubiéramos hecho en casi una hora; pero el problema estaba en los
trámites de frontera. Años pasados la ruta obligaba la entrada a Zarumilla,
pero ahora se ha hecho un espacio denominado Centro Binacional en el cual se
concentra todo lo necesario para los trámites; ahora ya no ingresas a
Huaquillas o Aguas Verdes. Hay un
espacio entre fronteras que es una situación de limbo. Previamente, en el
camino, hacia la frontera fuimos testigos del gran drama de la migración
venezolana: gran cantidad de personas de todas las edades, hombres y mujeres,
caminan desde el puesto fronterizo hasta Tumbes e, incluso más allá, como lo
habíamos constatado el primer día que nos íbamos a Punta Sal. En el lado peruano, uno se encuentra con
muchos emigrantes venezolanos que colmaban las instalaciones. En las oficinas
tenemos que dejar la documentación del auto en ambas sedes nacionales y sellar
nuestros pasaportes, proceso más rápido que ir con DNI. Nos advirtieron por el
horario de atención para el retorno, lo que tuvimos que tomar en cuenta para no
tener problemas con el vehículo. Hay ventanillas diferentes con el fin de dar prioridad
a los demás viajeros y atender a los cientos de migrantes venezolanos que
estaban ese día en las instalaciones. La ONU ha ayudado instalando tiendas para
que la gente, sobre todo los más vulnerables como niños, mujeres y ancianos,
tengan un lugar donde dormir y algo de comer. El drama es grande.
Una vez culminados todos los trámites salimos a la carretera
e ingresamos a territorio ecuatoriano. Hay varios controles que han aparecido
por el problema de los migrantes, a los cuales facilita para que se dirijan
rápidamente a la frontera peruana. Los días que estuvimos eran previos al
cambio de régimen migratorio que estaba poniendo ahora Perú; por eso, la gran cantidad
de personas que apuraban su paso para ingresar a nuestro país, puesto que
Ecuador no les permite su permanencia. Ecuador, para ellos, es un corredor. La primera
vez que estuve en Machala fue en 1975. Iba a esta ciudad luego de 44 años. Muchos
cambios desde entonces. Ecuador cuenta con un sistema vial de primera. Una amplia
autopista une la ciudad de Machala con la frontera peruana. Aunque el lado
peruano cuenta con un tramo de buena carretera, no se puede decir lo mismo con
el tramo entre Zarumilla y Tumbes, el cual deja mucho que desear, habida cuenta
que en ambos lugares tuvimos lluvias del Niño costero en el 2017. Calles y
carreteras están en un estado estupendo. Mientras que Tumbes, Piura, Chiclayo o
Trujillo… Ecuador es mucho más formal en muchos aspectos que nosotros. La
conducción es de lejos más respetuosa de la ley vial que aquí. Tampoco tienen
cosas impensadas como mototaxis o ticos, aberraciones del populismo fujimorista
que se permitió estos errores para que los miles de despedidos durante las
privatizaciones de empresas públicas y la reducción del Estado lanzaron a la
calle a muchos desempleados. En la ruta cruzamos algunos poblados como
Arenillas o Santa Rosa, a los cuales no ingresas por ser este sistema una
autopista. Mientras que el drama que vivimos con la inacabable Autopista del Sol
cruza ciudades sin tener otros accesos. Una pesadilla. Conducir en Ecuador es
un placer. Casi ya a mediodía llegamos a Machala. La ciudad está mucho más
organizada que Tumbes, calles asfaltadas, buena señalización, amplias avenidas
y un tránsito bastante fluido en el que no ves combis ni mototaxis imprudentes.
La ciudad incluso está mejor urbanizada que Chiclayo o Piura, pese a ser una
ciudad más pequeña en cuanto a número de habitantes, casi unos 250 mil. Se la
conoce como la Capital del Banano, aunque confieso que no vi muchos. Aquí más
datos de la ciudad y región (que llaman cantón): https://www.ecured.cu/Machala_(Ecuador).
Nuestro objetivo era al centro de la ciudad a la plaza principal y hallar un
estacionamiento para el auto. La idea era caminar un poco e ir a una agencia de
información turística para aprovechar nuestro tiempo. Dejamos nuestro auto en
una cochera que hace esquina entre las calles Ayacucho y Rocafuerte a una
cuadra de nuestro objetivo. Llegamos a la plaza y decidimos visitar la catedral,
llamada Nuestra Señora de la Merced ( https://ec.viajandox.com/machala/iglesia-catedral-A656).
Una vez concluida nuestra rápida visita, nos fuimos al parque a ver la
exposición de artesanía. Para los peruanos, la vida cotidiana es cara por la
dolarización. Un día antes habíamos sacado varios dólares para no tener
problemas con los pagos; vi un nacimiento de madera de origen otávalo y lo
compré. Fue lo único que hice. Luego nos fuimos a una oficia de turismo para
que nos dé la prioridad de visitas: Puerto Bolívar para visitar la isla Jambelí
(https://ec.viajandox.com/machala/puerto-bolivar-A651).
Lo interesante de la realidad geográfica de esta parte que pertenece al Golfo
de Guayaquil es que está llena de manglares y tienen pocas playas de arena. Una
de estas se encuentra en esta isla que es el balneario de los residentes. Antes
de sacar el auto para ir al atractivo señalado, fuimos a dar una vuelta: quise
comprar un polo (que llaman camisetas) y el precio en soles era exorbitante. Ni
modo.
Así que sacamos nuestro auto y nos
dirigimos a este puerto, donde íbamos a almorzar, además. Las autopistas te
llevan rápido al destino. Nos dirigimos al puerto de embarque a Jambelí. Hay
una serie de restaurantes y bares en los cuales puedes comer o refrescarte, pese
a que no era un día muy caluroso. Escogimos uno no muy lejos del embarcadero. Hubo
problemas para entender algunos platos; por ejemplo, pedí uno de camarones,
pero aquí son los langostinos. Luego de haber culminado nuestro almuerzo y con ligera
caminata nos fuimos al embarque. El precio era de 4 dólares ida y vuelta (no
hay que perder el par de boletos que recibes) y esperamos unos 15 minutos para
embarcar. Subimos a una lancha que nos llevaría a nuestro destino. La isla
Jambelí es bastante larga y corre paralela a la costa sur ecuatoriana. El
puerto es el segundo en importancia en Ecuador por lo que ves una flota
interesante de barcos cargueros a la espera de descargar o cargar sus conteiner.
La travesía no es muy larga, un poco menos de una hora. Vas rodeando la parte
noreste de la isla hasta que ingresas en una zona de manglares hasta llegar al
balneario de Jambelí. Es la playa que tiene arena. Aquí hay muchos restaurantes.
Tras una hora disfrutando de la brisa marina y viendo el atardecer, retornamos
al embarcadero. Hicimos el mismo trayecto y fuimos a buscar el auto para retornar
a Tumbes.
El camino de retorno ya fue anocheciendo. Decidimos llenar el
tanque de gasolina, puesto que aquí sí era barata (ahora están en plena
turbulencia por las medidas tomadas por su presidente). Los ciudadanos y
comerciantes ecuatorianos ahora viajan a Perú a comprar cientos de cosas, puesto
con el cambio a ellos Tumbes y Perú les es muy barato. Comida, ropa y electrodomésticos
son la atracción. Por esa razón, Tumbes está viendo ahora este auge de malls
para atraer a los ecuatorianos a consumir. Lo mismo que Tacna con Chile. Por
eso se entiende que en los últimos años se haya incrementado la presencia de muchos
turistas ecuatorianos que van hasta Piura por los costos. He aquí esta noticia
de hace 3 años: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/septimo/1/el-turismo-hacia-el-peru-aumenta-por-la-depreciacion-del-sol.
Aquí vemos una centrada en el problema comercial, también de hace tres años: https://www.elcomercio.com/actualidad/comerciantes-huaquillas-peru-ventas.html.
El retorno lo hicimos por una vía alternativa lo que nos
causó un poco de temor, pues no sabíamos hacia dónde íbamos. Por eso
preguntábamos con cierta frecuencia sobre nuestro destino. Tomamos la vía
Balosa-Machala, que era estrecha, pero estaba en buen estado. Tomamos la
autopista nuevamente a la búsqueda de un grifo para llenar de gasolina. Nos confundimos
a la altura de Santa Rosa e ingresamos un breve tramo regresando nuevamente a
la autopista. El tiempo nos estaba quedando corto para cruzar la frontera
previa entrega de papeles y certificados en ambos lados. Un poco antes de
llegar a la frontera vimos una estación que estaba a la otra orilla, así que
tuvimos que dar una vuelta en la zona indicada. Llenamos el tanque (ahora con la tensa situación esto cambiará) y comenzó el retorno.
La salida de Ecuador tomó más tiempo, pues se había caído el sistema fuera del
hecho que algunos funcionarios eran para ahorcarlos por su actitud. Quizá
estaban fastidiados por todo este problema de la migración masiva, aunque
nuestras ventanillas eran en otra zona de atención. En fin.
Ya en territorio peruano llamamos al dueño del auto para
indicarle que ya estábamos prestos para llegar a Tumbes y devolver el auto. Llegamos
casi a las 9 pm. Fuimos a cenar en nuestro restaurante para tomar unos cuantos
tragos y comer rico.
Una jornada apasionante.