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Trujillo, La Libertad, Peru
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miércoles, 9 de mayo de 2018

CELENDÍN Y LA VÍA PORTUGUESA (VIAJE A CAJAMARCA)




Viernes santo, 30 de marzo. Luego de un buen sueño y un suculento desayuno, decidimos ir hacia una zona que siempre anhelé conocer por diversas razones: familiares (la línea familiar de abuelo paterno), históricas (la migración judía en el Perú desde la época de la colonia) y geográficas (había oído hablar de lo maravilloso y espeluznante que es el viaje a Balsas). Por todas estas razones, más las de María (quería conocer la ruta portuguesa de migrantes que vinieron desde el Brasil), hacían de este viaje imprescindible. Salimos temprano del hotel y fuimos a recoger la camioneta. Tomamos el camino a La Encañada y Polloc, zonas que habíamos estado previamente en viajes anteriores. El viaje se hizo sin problema alguno; luego de pasar el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de la Encañada en Polloc, ya era una ruta nueva. Llegamos unos 10 minutos después al pueblo de Encañada, el cual ha aprovechado la fama y estilo de trabajo del santuario para hacer una plaza principal y algunos monumentos al estilo del santuario. De ahí comenzamos un ascenso y un buen tramo sinuoso ya en camino a Celendín. El paisaje es impresionante; no podía detenerme mucho a tomar fotografías, pues el tiempo nos era corto para llegar a completar nuestros objetivos: las distancias y los tiempos eran tan relativos (las personas nos daban diversos datos) acentuado con la lluvia que estaba cayendo por esos días. Llegamos a Cruz Conga, con un tráfico moderado. Había varios vehículos que conectan Cajamarca con Celendín y que corren de una manera alocada; en realidad, es un milagro que no haya accidentes fatales en la zona. No sé si esos locos del volante correrán de igual manera bajo la lluvia copiosa que suele caer. La carretera se vuelve un poco jabonosa. Nuestro destino estaba cada vez más cerca. La carretera asfaltada nos daba comodidad para poder avanzar sin sobresaltos hasta nuestro primer objetivo.



Casi promediando mediodía llegamos a Celendín, el mundo chilico. Celendín es una pequeña ciudad con todos los servicios bien acondicionados y se muestra ordenada e, incluso, limpia; esto no suele suceder con muchos pueblos que hemos visitado por diversas partes de la sierra peruana. Se ve comercio activo (era viernes santo, fiestas de guardar para el mundo católico). Nos dirigimos a la Plaza de Armas, estacionamos la camioneta cerca de un restaurante, típico temor de gente que viene de la costa por el temor del robo. Tomamos algunas fotos en la Plaza y nos dirigimos a la Iglesia Matriz (que es una gran capilla): la iglesia de la Santísima Virgen del Carmen. Al entrar, vimos a muchas personas preparándola para los oficios de la festividad central. El altar mayor está presidido por la imagen de un Cristo crucificado muy realista (dicen que el modelo fue un joven fallecido de la localidad que “prestó” su cadáver para la inspiración) y la imagen de la patrona de la ciudad: la Virgen del Carmen. La gente nos recibió con mucha amabilidad y María se acercó a hablar con algunos de ellos, mientras yo hacía fotos de los altares y vitrales que hay en sus instalaciones. Hay un interesante cuadro de la Virgen del Carmen. Las conversaciones de María dieron sus frutos, los vecinos comentaron tantas cosas, datos, nombres de personas de la zona: María constataba los nombres de hombres y mujeres portugueses que vinieron por estas tierras hace siglos. Todo apunta que hubo una fuerte presencia de judíos portugueses en esta zona. He aquí bastante información al respecto (http://zamorablog.blogspot.pe/2007/11/la-colonia-los-migrantes-portugueses-y.html) (https://sucremus.blogspot.pe/2017/11/memoria-marrana-en-celendin.html). Agrego esta excelente conferencia en el IFEA del investigador histórico Nathan Wachtel en Lima sobre la migración en Cajamarca, en Celendín en especial (https://www.youtube.com/watch?v=b9G8iGdNaEg&t=704s). Nuestro país tiene innumerables lugares por conocer y estudiar. Al momento de salir de la iglesia, vi a un señor ya anciano que me hizo recordar a mi abuelo Rogelio, a quien no conocí mucho pues murió siendo yo muy niño. Lo recuerdo que me llevó un pequeño camión de madera, pero mi recuerdo es muy vago. Nostalgia. Una vez terminada la visita a la iglesia, subimos al mirador para tener una vista panorámica de la ciudad. El problema que todas nuestras ciudades tiene es el de la escasez de enlucido. Las grandes paredes con los ladrillos expuestos se ven por todas partes. De educarnos en apreciar a nuestras ciudades con sus paredes enlucidas, sin el feo aspecto de medio acabar, creo que la gente tendría otra actitud con su entorno. 






Tomamos unas cuantas fotos más y nos enrumbamos hacia nuestro destino final: Balsas.
Salimos de la ciudad con ese destino, ya nos habían advertido sobre la estrechez de la misma, sobre todo en lugares impresionantes, no solo por el paisaje, sino por lo riesgoso del lugar: hondos precipicios nos acompañaban en todo el trayecto y había tramos en los cuales solo pasaba la camioneta. Recordé El salario del miedo, ese film de Clouzot que ponía los pelos de punta. Ascendimos hasta llegar a un punto en que se divisaba el río Marañón, la Serpiente de oro de Ciro Alegría, y a lo lejos, diminutamente, el pueblo de Balsas. Comenzamos el descenso; en un tramo casi por llegar ya al nivel de río Marañón nos encontramos con un camión que cargaba ganado. Lo correcto, y como se hizo, es que el vehículo que desciende debe de dar prioridad al que está subiendo; así pues, tuve que retroceder unos cuantos metros para permitir el paso del camión. Hubo intervalos de lluvia en el descenso, pero no eran tan perturbadores como el que íbamos a tener en nuestro retorno. Hicimos un alto en el camino para comprar nísperos, plátanos. Pero la emoción y adrenalina por lo accidentado de la carretera me hacía comer poco. Tras casi dos horas de viaje llegamos al puente Chacanto que une Cajamarca con la Región Amazonas. Luego de este trayecto de descenso recordé a un turista alemán en Kuélap que había llegado a Chachapoyas desde Cajamarca, vía Balsas. Me acerqué para comentarle lo bonito de la zona y lo único que recibí de respuesta fue una explicación de su viaje en un bus que iba sin llanta de repuesto y que utilizaba una piedra como seguro cuando se detenía en ciertas zonas: estaba aterrado. Creo que su viaje por estas bellas zonas, en esas condiciones, no fue nada placentero e imagino que se llevó a su país la peor de las impresiones sobre los servicios y el sistema vial (que hasta la fecha no deja de ser cierto). De tener una vía como la existente entre Cajamarca y Celendín otra sería la experiencia. Ya cerca al puente Chacanto, la carretera se ha malogrado; imagino por las lluvias que caen copiosamente por la región. Vimos un nuevo puente en construcción, mucho más grande y más alto que permitirá sortear las subidas de agua; pero eso significará la muerte del pequeño pueblo de Chacanto, surgido al costado del puente viejo, ya en el sector de Amazonas. Pero el nuevo puente ya pasó una triste prueba de fuego: la muerte de cuatro obreros en febrero del año pasado en un lamentable accidente con la caída de parte de la infraestructura. Vaya bautizo (https://diariocorreo.pe/ciudad/tragedia-en-chachapoyas-puente-en-construccion-cae-y-deja-cuatro-obreros-muertos-fotos-733284/) . Por un momento, pensábamos que ese era el acceso hacia la Región Amazonas, por eso dimos vuelta para regresar. En el breve recorrido de nuestro primer fallido retorno, preguntamos a un señor que venía con su familia y nos indicó que, si seguíamos la ruta, llegaríamos al antiguo puente Chacanto. Ahora haciendo un recuento de lo vimos, quizá el trabajo de este nuevo puente esté paralizado, aunque era feriado de Semana Santa. Queda como dato pendiente. Así cruzamos el Marañón una vez más (lo hice cuando estuve en Jaén y decidimos ir a Bagua, atravesándolo a bordo de una frágil canoa – una locura-; y también cuando fui a Pataz y Huaylillas) y nos detuvimos a merendar los buenos pedazos de pizza que habían quedado de la cena de ayer. Con unas cervecitas para refrescar, nos cayó de perlas. Mucha excitación por lo vivido meritaba una buena pausa. De ahí fuimos hasta el pueblo de Balsas por una carretera rodeada de una frondosa vegetación arbórea. El paraíso.






El retorno ya correspondía a María. Así que tomó el volante y empezamos a desandar nuestro camino. Cruzamos el pueblo de Balsas, el puente y comenzamos el ascenso para llegar al punto más alto de este bravo serpentín. Fuimos cruzando ya un camino conocido, pero que ahora, como copiloto, apreciaba en su magnitud que provocaba diversas emociones, sobre todo de belleza y temor. En la parte más estrecha de la carretera nos topamos con un auto que descendía. Como se estila, el vehículo retrocedió un poco para que nos dejara pasar. Sé que esos retrocesos son mortales en algunos casos, pues un mal cálculo puede significar la caída de varios cientos de metros y una muerte segura. Luego de un lento ascenso, logramos alcanzar la cima justo con las caídas de las primeras gotas de lluvia y el incremento de la niebla. Hicimos un alto en esta suerte de abra en la que por un lado ves el Marañón y del otro el valle y la ciudad de Celendín.





De ahí ya el retorno fue bajo una fuerte niebla y una fuerte lluvia, sobre todo por la zona de Polloc, que no nos dejaba ver la ruta.  Llegamos a Cajamarca, promediando las 6 de la tarde. Habíamos hecho un viaje inolvidable. Por la noche fuimos a recorrer otro poco de iglesias y nos fuimos a cenar al Cherubino, el cual ya no tiene la misma calidad de antes. Luego nos fuimos a ver la procesión del Santo Sepulcro, a la Recoleta, que fue la vedette durante estas pascuas. Así terminamos nuestro segundo día en Cajamarca.










domingo, 29 de abril de 2018

CAJAMARCA EN SEMANA SANTA: UN BUEN VIAJE A TIERRAS CAJACHAS Y CHILICAS





El miércoles 28 de marzo, María y yo enrumbamos a tierra cajachas. Había coordinado con muchos amigos para poder reservar un buen hotel y una camioneta para visitar diversos lugares de Cajamarca, con muchos lugares escondidos aún. La reservación la hicimos en el Hotel El Cabildo. Habíamos planificado alquilar la camioneta por los tres primeros días, pues el cuarto íbamos a recorrer la ciudad por sus portadas y casonas. Nuestro plan era conocer algunos lugares de los cuales hemos oído mucho como Celendín o llevar a María a conocer algunos ancestrales como Kuntur Wasi, cerca de San Pablo que fue nuestro primer objetivo. Cajamarca es una ciudad que apostó hasta el exceso a la minería, y se olvidó o postergó todas aquellas actividades por las cuales también era conocida. El turismo dependía mucho de tener sus hoteles llenos de mineros y se olvidaron de los turistas que aman la naturaleza, la buena comida natural, el paisaje, la artesanía, la buena calidad de vida.
Luego de haber tomado un suculento desayuno y de habernos instalado en el hotel, tras nuestro viaje nocturno, esperamos al Sr. Cieza que no iba a alcanzar la camioneta. Luego de haber visto todos los detalles del contrato y la camioneta, nos fuimos a llenar el tanque para poder salir lo más pronto posible. Pedimos algunos datos y nos fuimos a Metro a comprar algunas cosas para el camino, prácticamente nuestro almuerzo. Salimos en dirección a Porcón, pues era la ruta natural. Sin embargo, por una confusión nos dirigimos hacia Hualgayoc, zona minera que se ubica a 79 kilómetros. La zona es minera y famosa por sus quesos; pero ese no era nuestro objetivo. Previamente, en el camino nos detuvimos en Porcón Bajo para ver un simpático desfile de cruces ingeniosas, zona por la que es conocida a nivel nacional por este tipo de celebraciones.  Tras haber pasado el ingreso a Porcón alto, seguimos el camino con la idea de que íbamos en el sendero correcto. Felizmente, en la ruta preguntamos a un conductor quien nos dio la información correcta; teníamos que desandar lo caminado y retornar hasta la entrada de Porcón. Eso hicimos: retomamos la ruta de Porcón; luego vemos el desvío hacia la granja y la continuidad hacia San Pablo. Una de las cosas que nos impresionó era ver la cantidad de cerros y colinas completamente desnudas, sin vegetación, producto de la extracción del oro. No sé si lograrán reforestarse.Tengo entendido que la comunidad de Porcón negoció algunas hectáreas de sus famosos bosques de pino para que sean usadas para la explotación minera. El espectáculo era un poco desolador. Ya en el camino la lluvia volvió a caer. Felizmente íbamos en camioneta, pues el aguacero estaba causando algunos problemas con la carretera que estaba un poco dañada. Sin embargo, eso no impedía ver el paisaje nuboso en la carretera por lo que varias veces hicimos un alto.Nos habían advertido que era zona de niebla y lo que vimos valido lo dicho. Al principio nos recibió una lluvia intensa una vez llegados a San Pablo, ya a un paso de Kuntur Wasi. Pensábamos que nuestra visita a las ruinas se iba a cancelar por lo denso de la lluvia. Entramos al museo para conocer la historia de este importante sitio arqueológico y recorrer las pequeñas instalaciones que han mejorado de la última vez que estuve en el año nuevo del 2009 al 2010. Este sitio lo he visitado ya tres veces. Las primeras veces, la visita era prácticamente en soledad, pues el acceso era difícil, sea por San Pablo o el otro acceso que se hacía más largo. La primera visita fue bastante interesante: el museo estaba casi recién inaugurado y usé la misma vía; pero el retorno fue por Chilete. En el camino de retorno, vi una mina abandonada. La visita a San Pablo fue interesante, pues pude visitar su cementerio muy variopinto, además de ver el monumento erigido al costado del camposanto para conmemorar el triunfo de esta batalla durante la ocupación chilena en el Norte peruano (http://gdp1879.blogspot.pe/2013/07/parte-de-santillan.html) (http://www.cajamarca-sucesos.com/efemerides/batalla_de_san_pablo/el-cupo.htm) y una muy conmovedora, pues comprometió a varios estudiantes de un colegio de la localidad (https://diariocorreo.pe/columnista-web/san-pablo-cuando-los-escolares-pelearon-602308/). San Pablo de Chalaques es una localidad muy bonita, tranquila; sin embargo, la niebla no nos permitió ver el tamaño de la ciudad desde las alturas. El atractivo de la zona era Kuntur Wasi; nos dirigimos hacia el sitio arqueológico, bajo la lluvia. De pronto la lluvia cesó momentáneamente. Dejamos la camioneta a la entrada del museo y vi con satisfacción que había más vehículos y varias personas que se dirigían o salían del sitio. Buen síntoma. Me apena que museos tan interesantes como, por ejemplo, el de Leimebamba, extraordinario museo de Amazonas, tengan tan pocas visitas anuales, lo que hace su sostenimiento un poco difícil en un mundo en el que prima la rentabilidad y el lucro.



Entramos al Museo: como primer paso, se nos pidió ver un video en el que mostraba los descubrimientos y los avances de este lugar. De ahí pasamos a ver la colección que tiene el museo entre huacos, monumentos líticos (que merecen estar mejor ubicados como los tiene el Museo de Chavín de Huántar) y su colección de objetos de oro, ahora celosamente guardados en una sala especial con luz tenue. La primera oportunidad no tenía esos detalles. Se nos pidió no tomar fotos en dicha zona, pero hubo un grupo de jóvenes que hizo caso omiso a la instrucción. Tenemos problemas por respetar reglas, ¿o será que no entienden los mensajes? La sección que muestra los ceramios, diversos huacos restaurados son interesantes: muchos tienen rasgos felínicos, y son cromáticos; se ve la influencia chavinoide; hay delicadas piezas que representan rostros humanos fusionados con feroces felinos de los Andes peruanos; es el hábitat de esta cultura. El uso de la piedra y hueso era frecuente. La sección de oro tiene piezas muy interesantes. Una vez culminada la visita al museo, procedimos ir a las ruinas. La lluvia amainó y pudimos subir hacia el sitio, pero rodeados de una densa niebla. A medida que nos acercábamos al sitio, la niebla despejó, nos hizo una tregua. Pagamos la entrada al sitio (el pago es por separado) y subimos a ver los cambios hechos en los últimos años. Una cultura lítica que recién se está estudiando en su dimensión. (http://www.arqueotur.org/yacimientos/complejo-ceremonial-kuntur-wasi-y-museo-de-sitio.html) Terminada la visita al lugar, procedimos a descender y nuevamente la niebla nos envolvió un poco, el paisaje era alucinante. Ya llegando a la camioneta, comenzó a llover. 








Nos percatamos que uno de nuestros faros neblineros estaba dañado. Un amable policía nos ayudó a colocarlo con el fin de no causar un corto circuito. Fuimos a San Pablo, a la Plaza de Armas a comer un sánguche y tomar una cerveza. Nos tocaba el camino de retorno. María condujo hacia Cajamarca. La lluvia retornaba de vez en cuando. Decidimos regresar temprano para poder guardar la camioneta, cenar temprano y ver algo de la ciudad. Llegamos a las 6 pm. Luego de una ducha, nos fuimos a hacer las famosas visitas de 6 o 7 iglesias. Entramos a algunas, siendo la que mostró más actividad, la Recoleta. esta estaba primorosamente iluminada y estaba en pleno movimiento; mientras que la Catedral y San Francisco permanecían oscuras. El parque que está al frente de la iglesia Recoleta tiene intensa actividad de grupos de jóvenes danzarines de saya y otros ritmos. Pese a la lluvia incipiente, seguían con sus ensayos al aire libre. También ingresamos por la puerta lateral de la Iglesia de la Concepción, o de las monjas; la iglesia estaba en reparación; el último día íbamos a entrar parcialmente a su claustro. De ahí nos fuimos a cenar a una simpática pizzería cerca del hotel y de la Plaza de Armas. 





Fue tanta la pizza que la guardamos para el día siguiente, que la íbamos a necesitar. Fin del Jueves Santo.  




https://www.youtube.com/watch?v=n2GzuB-Ox0o