Un
viaje con muchas expectativas. Un viaje para recorrer la historia de Alemania a
través de dos de sus ciudades más grandes: Berlín y Hamburgo. Tatjana Merzyn,
profesora y amante de la cultura musical, había preparado un viaje que resultó
inolvidable, combinando la diversión con el aprendizaje, visitando dos
colegios para conocer el sistema educativo y poder compartir experiencias con
jóvenes y sus familias, tanto en Berlín, como en Hamburgo. Tatjana, como buena
alemana, no descuidó detalle alguno como tiempos, movilidad, ubicaciones, todo
gracias al mundo virtual que nos puede dar una idea de lo que se iba a hacer. Sin
embargo, es la realidad la que nos ayuda a experimentar los momentos que íbamos
a vivir.
Partimos el 01 de mayo desde Trujillo en un vuelo madrugador de LATAM. Salimos 11 jóvenes y los dos profesores acompañantes. En Lima, nos daban el alcance otras dos alumnas. Tuve un percance con mi pasaporte (pronto vencimiento), pero se pudo obtener uno nuevo rápidamente en el mismo aeropuerto. Durante la espera en el terminal aéreo me encontré accidentalmente con mi sobrino Sergio, quien venía “de sorpresa” a Trujillo por el cumpleaños de su padre; estuvimos conversando y conocía a algunos hermanos mayores de los chicos del grupo: Trujillo sigue siendo, en cierta manera, un pañuelo. Almorzamos lo que cada uno quería en el aeropuerto, el cual resulta ya pequeño e incómodo. Ya todos juntos, procedimos al embarque. Desde Trujillo estuvimos viendo los permisos notariales para permitir el viaje de cada uno de ellos, este procedimiento fue igual en la línea KLM. El vuelo estaba previsto para las 5:30 PM, pero se pide a todos estar por lo menos con un par de horas de anticipación. El paso migratorio fue sin contratiempos. El abordaje fue tranquilo, nos preparábamos para un vuelo de 13 horas. El viaje se vuelve tedioso, pero hay un sinfín de entretenimientos en el vuelo. Recuerdo anteriormente que se ponía una pantalla grande para ver un filme o dos en estos vuelos trasatlánticos. Ahora las pantallas son personalizadas y tienes muchas más opciones que sólo filmes. Pero 13 horas son 13 horas. Yendo hacia Europa, perdíamos (en cierta manera) un día. Llegamos el 02 de mayo a Ámsterdam, nuestra primera parada, casi a la 1 PM hora local. Para muchos chicos, era la primera vez que viajaban fuera del país y, en cierta manera, su candidez era vista con simpatía por los agentes aduaneros. Schiphol es un aeropuerto inmenso, teníamos que visar nuestro pasaporte, pues hasta ese momento no estábamos admitidos en Europa. Lo interesante era ver la situación de muchos ciudadanos británicos que usan Ámsterdam como conexión; estos se ven forzados a visar sus pasaportes como los demás ciudadanos del mundo, pues el BREXIT los ha excluido de la Comunidad Europea. Además, se entiende que parte de la crisis que actualmente Gran Bretaña está atravesando se gestó desde los inicios de la separación de este país del espacio europeo. En Schiphol, hicimos una escala de dos horas por lo que nos dirigimos rápidamente a nuestra sala de embarque. El movimiento de este aeropuerto es impresionante, con vuelos a todas partes del mundo, desde Nueva York a Yakarta, desde Tokio a México. Pese a que el vuelo de Ámsterdam a Berlín es bastante corto, estábamos un poco cansados con todo el trajín que había empezado un día antes en el aeropuerto de Trujillo. Todo marchaba bien. El vuelo es bastante corto, como ya había comentado, para ser un vuelo internacional (un poco más de una hora). Llegamos a Berlín, al nuevo aeropuerto llamado Billy Brandt, ex canciller alemán. Está lejos de la ciudad, al sur de esta, a 40 kilómetros aproximadamente ( https://www.disfrutaberlin.com/aeropuerto-berlin-brandeburgo). El recojo de equipaje se hizo sin problemas, pero algunos habían llevado maletas grandes. La idea era y fue movilizarse por el excelente transporte público alemán, módico, limpio, veloz, con unidades nuevas y con puntualidad prodigiosa. La interconectividad es genial y es público; no son empresas privadas como las que manejan el caótico, pésimo y vetusto servicio de transporte público peruano. Basta ver las combis, micros, ticos y autos de más de 20 años de antigüedad para sentirse uno bastante deprimido. Tomamos una línea que nos acercó hacia la ciudad y luego otra conexión hasta nuestro destino final por ese día: la estación de Tegel. La interconectividad entre trenes, buses y metro es impresionante, totalmente para una ciudad tan extensa como Berlín (https://es.berlinmap360.com/mapa-metro-berlin). Repito, el transporte es público, no privado: https://mapa-metro.com/es/sbahn-berlin.htm. Ahí todos nos íbamos a encontrar con las familias que nos iban a hospedar en los próximos cuatro días, antes de partir a Hamburgo. Fue un encuentro para conocernos todos, tanto las familias alemanas como los chicos. Tuve como familia a Michaela Markgraf y su hijo. Michaela fue una excelente anfitriona. Nos comunicábamos en alemán y, sobre todo, italiano, pues ella y su esposo habían vivido por 9 años en Florencia (sana envidia). Michaela resultó ser una persona fascinante: es pastora luterana que realiza diversos oficios para su comunidad; misas, bodas, funerales. Nacida en la ex RDA, es una persona muy bien informada. Podíamos hablar de cualquier tema con comodidad: política, religión, literatura, cultura general. Su visión es muy amplia y sensata frente a muchos temas que serían el escándalo en nuestra sociedad sobre la educación, la familia, la política. Muchos conservadores pondrían el grito en el cielo frente a muchos comentarios que compartía conmigo en el desayuno o la cena. En su persona se sintetizaba mucho de lo que Berlín es e íbamos a descubrir, chicos y profesores, en esa buena visita.
Tercer día, nuestro primer día de visitas: nos encontramos todos, salvo uno, en Tegel. Puntualmente, nos encontramos para ir hacia el centro histórico de la ciudad: nos íbamos a la famosa Avenida Bajo los Tilos (Unter den Linden: https://www.visitberlin.de/es/unter-den-linden) en cuyas cuadras se encuentran los monumentos más cruciales de esta ciudad y que son parte del patrimonio histórico de la humanidad como la Puerta de Brandemburgo, la Ópera estatal o la Isla de los Museos, espacios que iríamos a visitar posteriormente. Nuestro primer objetivo fue visitar rápidamente la Universidad Humboldt, baluarte de la academia alemana y punto crucial de la cultura universitaria de esta ciudad (https://www.universia.net/uy/universidades/universidad-humboldt-berlin.01943.html). De sus aulas egresaron personas que son parte de la historia académica del país y del mundo como Hegel, Schopenhauer, Marx o Einstein. En la entrada que da a Unter se encuentra un monumento con la dedicatoria en español ofrecida por la ciudad de La Habana, Cuba. En las afueras, había un ropavejero que vendía libros de arte, literatura y discos a un precio de ganga. La consabida “regresamos” fue la trampa que nos impidió habernos premunido con algunos buenos libros de arte o discos en buen estado a poco más de dos euros. Caminamos no muy lejos y nos fuimos al Neue Wache (Nueva Guardia) con un monumento (Una Pietà, madre con hijo muerto) de la artista Käthe Kollwitz en homenaje a todas las víctimas de la guerra y de la opresión (https://www.visitberlin.de/de/neue-wache). No hay que olvidar que la historia de Berlín de los últimos cien años está teñida de violencia, odio y separación. Uno de los lugares que nos iba a mostrar precisamente esos momentos iba a ser el Museo de la DDR. (https://www.ddr-museum.de/es). Este museo es muy visitado y es un espacio en el que se invita al visitante a tocar los múltiples objetos que hay en el mismo. Hay mucha historia y el que me impactó de sobremanera fue el auto Trabant que era muy común en al RDA y que en la primera visita que hice a Alemania en 1994, en mi ruta a Dresden, vi muchos de estos autos abandonados en la carretera o los senderos. Me comentaban entonces que hubo un choque cultural muy fuerte: los alemanes de la RDA los abandonaban para comprar los Mercedes o Audi; pero acostumbrados al sistema socialista, muchos perdieron sus autos por embargo, ya que eran demasiados costosos o no eran descontados automáticamente como lo hacía el sistema de la RDA. Esa situación, recuerdo, generó toda una polémica por no haber reeducado a una gran población para entender el modo capitalista de consumo. Aún la polémica sigue abierta, sobre todo en los momentos críticos que, como sociedad consumista que nos está llevando al desastre ecológico (cambio climático, por ejemplo), surge cuestionamientos como los que está viviendo actualmente Alemania, sobre todo por la guerra de Ucrania que ha causado inflación y el retorno a combustibles que se pensaban desterrados como el carbón. No todo es de color rosa. La visita fue simpática. En el museo había la posibilidad de escuchar antiguas bandas de rock o cantantes populares de la ex RDA. Buenas bandas, buenos cantantes: al salir había una tienda de recuerdos y busqué esa música. No había. Una lástima. Pensando en eso, olvidé anotar los nombres de un par de bandas de rock que me hubiera gustado buscar más sobre su música. En fin.
Salimos del museo y nos fuimos a AlexanderPlatz a comprar chips telefónicos alemanes para poder comunicarnos entre nosotros y nuestras familias alemanas durante los días restantes. En las galerías comerciales, enormes, que llevan el mismo nombre, se hizo la gestión. Lo que se pensaba que iba a ser una compra tediosa, se logró en poco tiempo. Como éramos 15 personas en total, se usaron sólo tres pasaportes por cada 5 chicos para poder hacer la gestión rápido. Pese a todo, ya íbamos tarde para nuestro siguiente objetivo. Teníamos un alumno que debía ir silla de ruedas y muletas, eso nos demoraba un poco. Antes de ir a nuestra siguiente visita, había que almorzar. En el mismo lugar nos fuimos al patio de comida a buscar lo que cada uno tenía por preferencia. Me fui por comida vietnamita: buena, cómoda y muy surtida. Salimos del lugar apresuradamente para tomar un tranvía para nuestro objetivo. Como todavía no se conocían los espacios, algunos chicos se extraviaron; pero felizmente daban con el punto de encuentro. Nuestro siguiente objetivo era el Memorial Hohenschönhausen (Gedenkstätte Berlin-Hohenschönhausen), el lugar tenebroso en el que la policía de la RDA encerraba a prisioneros políticos. Luego de haber visto el museo de la DDR, este sitio era obligatorio: https://www.stiftung-hsh.de/history/. Tatjana ya había hecho una separación oficial que nos permitía tener un guía del lugar, un señor cubano, que había estado en el lugar durante los tiempos de la RDA. Quiso huir hacia USA siendo parte del equipo consular cubano en aquello tiempos y un “amigo” fue utilizado como señuelo para su captura. Su historia es apasionante, dura y triste. Por hablar alemán, corrió toda esta odisea. Al final se quedó en Berlín con una esposa y familia alemanes. Ir a este lugar obliga al visitante ver previamente el famoso filme La vida de los otros (Das Leben der Anderen) (https://www.youtube.com/watch?v=58w0uPmamh0&t=2s). Recorrer sus muros fríos, las técnicas desarrolladas y la evolución de las formas de torturas, de las físicas a las psicológicas, hacen recordar muchos parajes del libro Muerte en el Pentagonito del periodista Ricardo Uceda. Una vez culminada nuestra visita y recogidas nuestras cosas, nos dirigimos hacia un sitio que era nuevo para Tatjana: Futurium (https://www.youtube.com/watch?v=L2IwCsaF4dg). Este espacio combina la ciencia, la educación y el desarrollo de la conciencia ecológica, tan venida a menos en las últimas décadas, pese a todos los intentos de instituciones y gobiernos de cambiar hábitos de consumo de la gente. Construido casi a orillas del río Spree y cerca de la impresionante estación de trenes (corazón del tráfico ferrocarrilero alemán), este edificio futurista ofrece entrenamiento y conocimiento a los usuarios, no importando la edad. Es bastante interactivo, por lo que es la delicia de los jóvenes por todas las posibilidades de información atractiva a la que acceden, un método simpático para sensibilizar a todos (https://www.youtube.com/watch?v=46rtP7B1aQs). En realidad, fue una pena que hayamos llegado un poco tarde para disfrutar tan interesante espacio al cual debe de dársele un par de horas, mínimo.
La mamá de Tatjana, quien nos acompañó en las dos últimas visitas y ya partía hacia Hamburgo. Ya cerrando el Futurium, nos fuimos a comer un postre y tomar algo en la Washington Platz. Desde ahí, ya varios chicos se dirigieron a sus familias. Como comentaba, la red de comunicación es muy buena y nos ayuda a ubicarnos rápidamente. Berlín es una ciudad muy extensa. La mamá de Tatjana se despidió de nosotros, pues ya retornaba a Hamburgo, ciudad a la que iríamos dos días después. Todos los que nos quedamos nos fuimos Tegel para reunirnos con las familias.
Un día intenso para una ciudad intensa.