Martes 20 de octubre. Casi 7 a.m. El día
anterior, antes de un buen sueño, una ducha caliente no hace nada más que
contribuir a que duermas profundamente. Tomamos un frugal desayuno y salimos a
visitar el cañón en sí. Chivay es una parada frecuente, pero cuando haces la
visita de un día (como la hice en el 2013), te detienes solo a desayunar y
almorzar. Desde la ventana de mi habitación del hotel se vía el Sabancaya siempre activo. Salimos con destino de nuestras esperadas visitas. Esta visita sí colmó muchas expectativas que pudieron ser satisfechas
las visitas pasadas: la iglesia de la Inmaculada Concepción de Yanque, una
visita postergada tres veces y que ahora se hizo realidad. Pese a que llegamos
a la 7:30 a.m. el lugar ya estaba lleno de turistas y los pobladores instalados
en la plaza principal para vender artesanías o tomarse fotos con sus trajes o
sus animales que domestican. La iglesia es de fines del siglo XVII (1690). La
visita fue extraordinaria, aunque bastante tumultuosa (había muchos turistas
como nosotros) a pesar de ser tan temprano. La entrada principal no da hacia la
plaza; sin embargo, la otra puerta (la lateral) es la que se usa como la
principal (está siempre cerrada). Su portada es la más imponente de todas las
iglesias registradas en el Colca; tiene bellos relieves en piedra sillar. Había
un grupo de danzarines que se divertían en la plaza y se tomaban fotos con los
turistas, obvio con su respectiva propina.
Una vez terminada esta extraordinaria
visita nos dirigimos al mirador llamado Cruz del Cóndor. En el camino cruzamos
el pueblo de Achoma y Maca, en camino a nuestra visita esperada, sobre todo
para María y Soraia. A Maca regresamos posteriormente. Llegamos temprano a
Cruz. La primera vez que fui en 1987, el lugar no contaba con facilidades, el
lugar era desolado. En 1992, aún no había hoteles de calidad en Chivay y las
facilidades para llegar al observador eran aún precarias. Pero en mis visitas
del 2013 y de este año, la situación es totalmente diferente. Se han construido
diversas facilidades, hay servicios higiénicos limpios, diversos pisos para
poder observar las aves. En 2013 tuve bastante suerte: vi unos 10 cóndores de
diversos tamaños. Pero esta vez, por la estación, solo vimos un solo, triste y
lejano (nunca se acercó) cóndor. La visita fue frustrante, además del hecho de
estar lleno (hasta el exceso) de visitantes. Oías muchas lenguas, todos con
inmensas cámaras para poder tomar las mejores imágenes de esta majestuosa ave;
lástima, pues se fueron sin haber logrado el objetivo.
De ahí nos dirigimos a
Maca. Hay varias cosas para ver en el camino, pero eso implica quedarse más
tiempo en la zona: hay un géiser (Infiernillo) o ver los pueblos de la otra
orilla del río como Madrigal (una mina antigua, colonial), Lari o Coporaque. El
Colca es como para tres días exclusivamente. Nos fuimos a Maca donde hicimos un
alto de una hora aproximadamente. En realidad, el tiempo se nos estaba
agotando, puesto que teníamos que estar antes de las 6 p.m. en Arequipa. En
Maca ingresamos a la iglesia, el templo de Santa Ana, iglesia colonial que fue
muy afectada con el problema de la falla geológica de 1991 y que causó el
derrumbe de una de sus torres y parte de la interesante estructura de todo el
cuerpo arquitectónico. En la visita que hice en 1992 se veía al monumento
bastante colapsado. Varias entidades han permitido la restauración del
monumento. Otra de las cosas tristes es que mucho de su patrimonio artístico ha
sido saqueado. Se ven marcos sin las pinturas o yeserías hurtadas, así como
algunos detalles de las imágenes de la santería que adorna sus altares. Una vez
fuera nos fuimos a ver una muestra de la inmensa variedad de maíz de la zona;
impresionante. Otro detalle fue el hecho de tomarnos un jugo de sancayo, un
extraño fruto con un delicioso sabor un poco ácido. (http://veracidadprimero.blogspot.es/tags/el-sancayo/)
Tanto éxito tuvo que repetimos la bebida
para calmar la sed y darnos el gusto. Además comimos chichasara, una delicia.
Soraia nos daba consejos médicos de no comerlo por ser fritura, pero eso no
impedía que los tres continuemos comiendo como vicio. Eso es uno de mis mejores
recuerdos de niñez, con el cañihuaco; productos que eran tan frecuentes en
nuestra dieta como el delicioso pan de tres puntas que comíamos en nuestro rico
desayuno.
Así iniciamos nuestro camino de retorno.
Hicimos un alto en un paradero que se ha dejado de visitarlo a causa de un
derrumbe que causó la muerte de un turista. Este tiene una piedra que, según
recuerdo, era una suerte de maqueta de la andenería. Además se ven unas tumbas
ubicadas en un lugar casi inaccesible por lo escarpado de la zona: Choquetico.
Estas tumbas son de origen Collagua (zona que le corresponde en el río, ya que
al frente se ubican los Cabana). Aunque pueblos muy vinculados desde la era Huari,
los collagua hablan aimara y los cabana, quechua (https://www.academia.edu/9560193/COLLAGUAS_Y_CABANAS)
Nuestro retorno ya se hizo bajo un conato
de nevada y lluvia. Nuestro país tiene climas, espacios y personas tan
diferentes. La geografía de la zona es aplastante, los Andes son montañas de
respetar, estructuras que tienen toda la razón de ser adoradas (apus) por estos
pueblos tan viejos. En el camino veíamos nuevamente las llamas, vicuñas y las
alpacas. Ya cerca de la carretera que une Arequipa con Juliaca, nos cruzamos
con un gran rebaño de vicuñas que cruzaban nuestro camino.
Llegamos a Arequipa casi a las 5:30 pm.
Nos instalaron en un hotel que tuvo problemas de conexión de agua. Una pena,
pues esto iba a ser la nota negra de nuestro viaje. Algo limpios, salimos para
hacer algunas compras. Las chicas querían cosas de alpaca. Fuimos a un lugar de
tiendas selecto: El Ekeko, un centro de tiendas en la calle Mercaderes (que es
peatonal hace varios años). María veía un bello abrigo de vicuña, pero el
precio la dejó muda: 29,900 soles. Nos fuimos a cenar como siempre delicioso en
la Creperíe. Preparamos nuestras maletas, puesto que al día siguiente,
miércoles 21 regresábamos a Trujillo.
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