La primera semana del mes de febrero tuve la oportunidad de participar directamente en el proyecto educativo BECA 18, que el Gobierno peruano realiza en diversas regiones de nuestro país con el fin de favorecer a las clases sociales más desfavorecidas en uno de los diversos programas de inclusión social. Por esos días, viajamos a la capital de la provincia de Pataz, pudimos tomar el examen a 77 candidatos de la zona e hicimos un viaje de retorno bastante accidentado y largo. Gracias a diversas gestiones institucionales y personales, se gestó este viaje, postergado por una serie de acontecimientos que pusieron en riesgo la vida de las personas involucradas. Hubo diversas adversidades infraestructurales y climatológicas que pude constatar personalmente. Situaciones inauditas como que para ir a esta Región perteneciente a La Libertad uno debe ir por Áncash, puesto que tiene un sistema vial mejor conservado que la que debería corresponder a nuestra Región; o que las lluvias condicionen toda la vida de estas zonas, su economía, su comunicación, su vida diaria.
El día martes 05 salimos hacia la ciudad de Tayabamba con una persona de la oficina de Admisión de la Universidad en la que trabajo, responsable de la parte logística de la evaluación; y el chofer de la camioneta, ducho en la materia y viajero frecuente por la zona. Hora de partida: 6 am. Gracias a la información de colegas de trabajo, el mejor camino para ir era por las provincias serranas norteñas del Dpto. de Áncash. Ya a esa hora, el tráfico por la Panamericana rumbo a Chimbote es penoso. Ya he comentado lo peligroso que es este tramo, una vía de solo dos carriles y con un tráfico pesado que va y viene hacia los valles que conforman el proyecto Chavimochic. A tempranas horas van llegando muchos buses desde Lima y todos hacen una alocada carrera para llegar rápidamente a sus destinos. El viaje se realizó con algunos sobresaltos hasta Puerto Santa, cerca de Coishco. Desde ahí iniciamos nuestro ascenso para cruzar los Andes en tres oportunidades. Por una pista bien asfaltada llegamos a Chuquicara, un pequeño poblado en el que ya uno puede sentir el aire de la sierra. Aquí la gente puede proveerse de algunas cosas para el camino. Desde que se ingresa por esta carretera de penetración uno va, prácticamente, en paralelo al río Santa; en el camino hicimos un alto para ver algunas pequeñas represas que marcan el inicio del proyecto Chinecas. Chuquicara es el inicio de una serie de poblados de esta vía de penetración así como el final de la vía pavimentada; ingresamos a una carretera bastante bien tenida (relativamente) hasta Sihuas. Pero como era temporada de lluvias, los rumores eran variados y algunos de ellos fueron ciertos: puentes caídos, derrumbes. Algo podía pasar. Es un viaje de adrenalina en cualquier época del año, por la contundencia de la naturaleza como tu principal rival. Nos jugó varias “bromas”; por ejemplo, hubo un pequeño puente que está sobre un lecho de riachuelo seco de una pequeña vertiente, el cual estaba en reparación a causa del desgaste de su piso metálico (una suerte de puente Bayly) por lo que hicimos un alto de una media hora más o menos; así comenzaban algunas complicaciones. No es un deporte de aventura, puesto que no escoges vivir estas experiencias.
El tramo de Chuquicara hasta Yuracmarca es interesante, puesto que cruzas una serie de túneles que, en cierta manera, son parte del complejo Cañón del Pato. Si hubiéramos tomado la ruta hacia Huallanca, los túneles se hubieran incrementado e hubieran sido más extensos. Llegamos a una encrucijada siendo un puente una de las vías alternativas; cruzamos el mismo para nuestro camino a Sihuas. En realidad uno debe ser conocedor de estas rutas para no perderse, ya que hay poca señalización y, de repente, te topas con una bifurcación que no se halla en el mapa que llevaba a mano. Una odisea. Así, pues, con este cruce de puente dejábamos la vertiente del Pacífico y comenzamos a remontar nuestro primer cruce cordillerano. El ascenso es bastante interesante, cada vez más se acentuaba la profundidad abismal y el río Santa se volvía una hilacha plateada. El entorno era árido hasta llegar a una zona que se encuentra literalmente “en las nubes”. Lo que sucedía es que existe una gran condensación de humedad, hay una frondosa vegetación y también una tupida (y peligrosa) niebla todo el año. La vía era lo suficientemente ancha para el paso de dos vehículos en ambas direcciones, pero hubo tramos en los cuales peligrosamente se estrecha. Y en algunos tramos hallamos camiones estacionados que hacían la vía peligrosamente estrecha, con una suerte de pista enlodada por las lluvias y por la llegada de otros vehículos en la dirección contraria. Pese a ser temporadas de lluvias, la voluntad de la gente no se detiene y está en permanente movimiento; vimos varios camiones transportando madera, así como varios buses de diversas empresas. Un desafío al equilibrio.
Después de cruzar esta zona de nieblas y despejado ya el paisaje, comenzamos a ascender un poco más para llegar a ciertas zonas mineras. Antes de llegar a Sihuas, el camino está trazado como una gran serpentina. Ya era casi mediodía y aún no se vislumbraba algún gran pueblo. El descenso fue rápido y a lo lejos contemplamos Sihuas. Luego de varias acentuadas curvas, llegamos a esta capital de provincia y no veremos otro gran poblado sino cuando ingresemos al Dpto. de La Libertad. Y para eso faltaban muchas horas más. En Sihuas almorzamos algo contundente para el resto del tramo. Sihuas tiene todos los servicios necesarios y además arreglamos mejor las maletas que iban en la tolva de la camioneta y eran mojadas por las persistentes lluvias. Y en verdad que actuamos rápidamente, puesto que una vez que salimos de Sihuas, se desató una fuerte lluvia. Ahora nos dirigíamos hacia la Serpiente de Oro de Ciro Alegría: el río Marañón. Es la frontera natural entre Áncash, La Libertad y algo de Huánuco. El camino ya muestra algunos derrumbes, deslizamientos y también, para suerte nuestra, un permanente mantenimiento. Corriendo paralelamente al río Sihuas, llegamos al Marañón. Las aguas bajaban cargadas y en el resto del tramo que nos faltaba íbamos ver un par de afluentes más. Recorrimos un breve tramo en el margen occidental y, luego, atravesamos un puente para ir al tramo oriental, el cual nos llevaría a nuestro destino. Pronto llegaríamos a Mamaguaje, punto de bifurcación para ingresar a Huánuco, a la ciudad de Huacrachuco. De ahí, hicimos un ascenso de casi dos horas y media hasta el primer gran pueblo de La Libertad: Huancaspata. La lluvia era persistente y el tramo recorrido, que ya es la región La Libertad, estaba mal tenido en comparación de los tramos de Ancash. De Huancaspata a Tayabamba, el tramo duró casi tres horas y lo hicimos cayendo la noche. La carretera está plagada de agujeros y, por las precipitaciones pluviales, se hacían pozas peligrosas llenas de agua enlodada que no nos permitían conocer su profundidad. La llegada fue a las 9 de la noche. Ya no llovía, pero las calles estaban enlodadas y sentías la presión de la altura. La ciudad está ubicada un poco más de los 3,200 metros y eso ya pesa en nuestras actividades físicas. Una breve cena y luego instalarse a dormir para que el cuerpo se adapte.
El miércoles 06 fue el día central: por la mañana tuvimos una reunión en la UGEL Pataz. Las autoridades han puesto mucho interés y energía en el éxito del proyecto de BECA 18 y les preocupa, con justa razón, el futuro de esta juventud que, una vez concluidos sus estudios, puedan retornar a su Región para poder aportar a su desarrollo y resolución de problemas (que son muchos). A las 10:15 am. Fernando, el consejero de admisión y encargado de la logística del viaje, tuvo la oportunidad de presentar la Universidad tanto a alumnos como padres de familia. Esta reunión matutina fue bastante interesante, puesto que oíamos las dudas y temores de ambas partes. Estas regiones tienen todo el derecho de dudar de este tipo de proyectos, debido a que han sido (y son) víctimas de permanentes engaños electorales, pues han oído y oyen promesas y no reciben nada posteriormente. Los jóvenes candidatos postulaban a carreras de ingeniería para poder solucionar el problema infraestructural de esa rica Región, pero con graves carencias. La ciudad queda a merced del capricho pluvial, puesto que, en las temporadas de lluvias, Tayabamba quedaba aislada por días. La ciudad, también, tiene problemas con el abastecimiento de agua potable (zona de estrés hídrico) y sus calles están en un estado lamentable que se acentúa con la lluvia, como pudimos constatar personalmente. Como la historia es fascinante, recurrimos a ella para saber un poco más de esta zona y el profesor Orlando Peña, y luego corroborado por Iván La Riva, nos dijo que fue en esta Región que el investigador Antonio Raimondi acuñó la frase “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”.
La prueba fue tomada por la tarde, exactamente a las 4 pm. Se presentaron 77 candidatos, algunos de los cuales les tomó casi dos días para llegar a Tayabamba, ya que se desplazan a pie u otros medios. La realidad es tremenda. Pero el espíritu de estudio es envidiable, es una ola de energía que uno puede percibir cuando habla con cada uno de ellos, chicos y chicas con ansias de poder seguir una carrera universitaria y ven en este proyecto la oportunidad de sus vidas. Quizá no todos estén en la capacidad de poder seguir estudios universitarios, quizá sea mejor para varios de ellos seguir estudios técnicos (están participando otras dos instituciones técnicas de buen nivel). Y espero que todos estos jóvenes ansiosos de estudiar tengan una buena oportunidad para seguir los estudios correctos para su bienestar y el de todos aquellos que apuestan por estos jóvenes. Reto tremendo.
Una vez concluidos los exámenes, nos fuimos a dar una vuelta por la bonita plaza de armas. La pausa entre la charla y el examen la habíamos aprovechado para hacer algunas compras como panes serranos, y dar una vuelta por la ciudad, la cual tiene sus diversos atractivos. Tayabamba es una ciudad minera, agrícola y comercial. De mejorar sus pistas, la ciudad no se vería tan sucia por los lodazales. La lluvia limpia si es que encuentra la forma de hacerlo. Pero no nos preparamos para ello. Y las pendientes de esta pequeña ciudad ayudarían a dejar la ciudad bastante despejada. Ya sin el compromiso del examen, me fui a tomar fotos en el interior de la iglesia, de techo alto, altísimo. Luego cenamos relativamente temprano, puesto que el plan era salir a las 5 de la mañana hacia Trujillo.
Pero el clima nos iba a jugar una mala pasada: no bien nos acostamos, se desató un fuerte aguacero que ya nos iba a dar una idea de los que iba a pasar a nuestro retorno. Incluso habíamos quedado con un joven parte del proyecto que iba a retornar con nosotros en la camioneta. A la hora pactada y ya con todos nuestros bultos preparados, nos decidimos partir, pero el joven no se apareció; se las olía. Como queríamos llegar temprano a Trujillo, salimos raudos de la ciudad, aún con lluvia. Ya en el camino nos íbamos a encontrar con ciertos vestigios un poco alarmantes. Una camioneta estaba mal parqueada en la ruta; los ocupantes se quedaron en ella, ya que la camioneta no podía prender a causa del agua que había ingresado al distribuidor, agua acumulada en los charcos de la ruta. Felizmente nuestra camioneta era alta, pero ese indicio nos estaba alertando de lo que se nos venía. El paisaje era impresionante, pese a lo persistente de la lluvia y el frío que iba penetrando en la camioneta. Seguimos avanzando hasta llegar a Huancaspata. En el camino vimos pequeños derrumbes y en algunos tramos el paso era un poco difícil. En ese descenso nos topamos con una camioneta que nos dio la primera advertencia: un derrumbe había interrumpido el paso ya cerca del Marañón. Seguimos descendiendo, puesto que teníamos la esperanza que esta situación fuese pronto resuelta. Nos encontramos con dos jóvenes en motocicleta y nos dijeron que sí había paso, eso nos dio optimismo. Pero luego nos hallamos una camioneta que llevaba policías y delincuentes. Retornaban puesto que la carretera sí estaba obstruida. Llegamos hasta Mamaguaje para curiosear. Era una realidad; desde ese momento las conjeturas comenzaron a crearse como que eso se arreglaba en un par de horas o que teníamos que regresar a Trujillo por Huamachuco con huelga de mineros y la posibilidad de más y peores derrumbes o huaycos. En Mamaguaje comimos algo (la idea era tomar un buen desayuno en Sihuas) y, viendo que la cosa tenía para largo, decidimos regresar a Huancaspata para pernoctar. Habíamos conversado con la gente de la zona, en el lugar del único teléfono del pueblo para saber las noticias. Tuvimos que subir nuevamente hasta Huancaspata y buscar un hotel. Hallamos uno para pasar la noche y salir temprano al día siguiente. Pero ya tratando de instalarnos en dicho pueblo, comenzó el rumor de que ya carretera ya se había abierto. Llamamos por teléfono al lugar y nos confirmaron. Eso significaba que íbamos a viajar toda la noche. Coordinamos con otra camioneta para poder ir juntos y poder ayudarnos. Llegamos al tramo abierto a eso de las 10 de la noche. Antes pasó un camión y pensé que nuevamente nos íbamos a quedar en la zona. Además no teníamos mucho combustible. Logramos pasar este tramo no sin un buen susto. El camino hacia el Marañón estaba despejado, pero uno nunca sabe lo que puede ocurrir. Felizmente y con los cinco sentidos totalmente atentos, nos fuimos desplazando a buena velocidad hacia Sihuas. Llegamos a esta ciudad a la 1 pm. Desde ahí comenzamos otro ascenso. La carretera era iluminada solo por los faros de la camioneta. Pocas zonas eran reconocibles debido a la tenue neblina. Pronto pasamos la zona de la espesa niebla y desde ahí comenzó el descenso hacia el río Santa. Pero hubo tramos en los que veías ramales de carretera y no tenían señalización, ¿estábamos yendo por buen camino? Dos veces tuvimos que retornar por el camino andado. Los nervios te traicionan y ves solo un laberinto de caminos sin paneles. Todo en una noche cerrada. De pronto vimos el puente que conectaba con la carretera a Huallanca y respiramos tranquilos. Aquí hicimos una pascana. En el lugar vimos varios camiones y camionetas que hacen un alto para descansar un poco. La ruta es dura. Ya era casi 4 de la mañana. Ya nos quedaba el tramo de los túneles y de ahí a Chuquicara. Seguimos en nuestro camino y entramos a la Panamericana a las 6 pm. Llegamos a Trujillo a las 8 de la mañana. Me esperaba una buena siesta. Fin de viaje.
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