Julio 2013. Luego de tres intensos días calurosos en París para festejar
los 130 años de la Alianza Francesa, partí hacia el sur francés por tren. Con
Isabelle habíamos estado coordinando mi visita al sur, un curso que se llevaría
a cabo en la pequeña ciudad de Jaca (bella) y una posterior visita a Zaragoza
en Aragón, España. Viajar en tren es una verdadera delicia en verano, ya que
ves la bella campiña francesa, totalmente soleada y verde como lo puede estar
un verano europeo. Lastimosamente, el viaje estuvo rodeado de algunos tristes
incidentes que rodearon todo mi viaje por tierra por Francia y España. La ruta que había tomado París-Brive La
Gaillard- Rodez; en el primer tramo se cruzaba una estación en la cual hubo un
lamentable descarrilamiento: Brétigny-sur-Orge. Hubo siete muertes y la vía fue
cerrada hasta nuevo aviso. El accidente había sido el 13 de julio y yo salía
hacia el sur el 18. Fui, un día antes, a la estación de Austerlitz a ver qué
pasaba. Ya en ventanilla, la señora que me atendió muy amablemente me dijo que
podía viajar sin problemas y, es más, me pidió las reseñas y procedió a
imprimir tanto el boleto como el de retorno a París. Ya con el alma al cuerpo,
avisé a Isabelle de tan buena noticia e hice mi viaje normal por la calurosa
campiña gala. Llegué a Rodez sin contratiempos y fui recibido por Isabelle.
Estaba otra vez en el Midi-Pyrénées, zona rica en historia y culinaria, zona de
cátaros y templarios, zona de bellos parajes naturales y de entrañables amigos.
Una cena generosamente rociada de vino, acompañada de fragantes y deliciosos
quesos, marcó mi breve permanencia en esta ciudad. Ya el 19 hice una ruta que
ya había visitado en 2010.
Aquella vez habíamos hecho una extensa visita por
zonas ricas de historia y una de estas fue a este tesoro histórico: Conques.
Isabelle había hablado con una amiga suya, profesora de historia, quien gustosa
nos llevó a visitar el lugar. Tomó un atajo para ir directamente al lugar. Por
los pequeños senderos que existen por siglos, fuimos con su auto y llegamos a
nuestro objetivo temprano. Había estado en Conques hacía tres años en el
invierno del 2010. Pero ahora con este esplendoroso sol, caminábamos por las
estrechas calles de esta pequeña ciudad (¿villa?) que vive en verano y
“descansa” en invierno. Aquel enero del 2010 llegamos cerca del mediodía, razón
por la cual no logramos visitar uno de los lugares más interesantes, el famoso
Trésor (Tesoro). Dejamos el auto aparcado en una zona llamada la Salasse e
hicimos una breve caminata. La pequeña ciudad ahora estaba llena de vida, los
lugares de recuerdos abiertos, los restaurantes rebosantes, mientras veías las
torres de abadía de Sainte-Foy brillar esperando nuestra visita. Nos dirigimos
hacia el tímpano de la entrada principal para ver su trabajo tallado
impresionante. La descripción medieval del cielo y el infierno, con 134 personajes
que ascienden a la gloria o que son devorados por seres monstruosos que los
capturan con sus fauces. Por ahí, una pareja de lujuriosos, un avaro, la gula
en todo su esplendor (¡cómo no pecar de gula en una zona tan rica en platillos,
quesos y embutidos! En fin). Pero gracias a nuestra guía docente, vimos un
detalle pícaro en pleno tímpano: un rostro que emerge juguetonamente entre
tanta tragedia en la zona del infierno. Suponen, ya esta es una iglesia que fue
construida y financiada por los campesinos de la zona, que era una forma de
burlarse de los curas que los cobraban impuestos, predicaban la pobreza y
vivían en la riqueza. Pero el miedo al más allá es evidente por lo mostrado en
ese bello trabajo. Llenos de detalles, ingresamos a la iglesia. En realidad, en su interior ya
puedes sentir la frescura, luego de un galopante calor que ya bordeaba los 34
grados. Ahora, con el sol esplendoroso, puedes apreciar el trabajo realizado
por el artista Pierre Soulages, quien procedió a restaurar las vidrieras
(vitraux) de la iglesia, tratando de mantener esa atmósfera que sobrecogía a
los peregrinos que iban en ruta hacia Santiago de Compostela. Conques es parte
de la ruta llamada Vía Podensis, que parte desde Le Puy, antes llega a Espalion
y recalas en Conques. Parece ser que el mismo nombre de Conques viene de concha
(o venera) con la que los peregrinos viajaban llevada colgada en la cabeza y
que la utilizaban
tanto para recoger agua, como cubierto para las comidas.
Recalaron diversos peregrinos, entre ricos y pobres, quienes dejaron ofrendas
al lugar. Muchas valiosas que visitaríamos luego en su museo. El interior de la
iglesia presenta una galería de columna que marca la división entre la nave
central y las alas laterales. Es una
bella muestra de arte románico y está hecha totalmente en piedra y en la
edificación colaboró todo el pueblo. Algunos murales de la antigua iglesia del
siglo XII se mantienen, aunque tenues. El tiempo no pasa en vano. Luego de
caminar bajo sus altos frescos techos y con la tenue iluminación del lugar,
salimos con rumbo al museo donde se halla el Trésor y muchas cosas más. La
primera vez (2010) llegamos tarde, pero esta vez paseamos el lugar a nuestras
anchas. No te permiten fotos, pena. Pero el lugar reúne piezas de diversos
periodos históricos de Francia, arte merovingio, carolingio, datos que me
hacían recordar mis clases de historia del colegio; nombres como Carlomagno o
Pepino, el Breve, aparecen entre los donantes de los tesoros. Presenta diversas
vitrinas que contienen tesoros dejado por reyes peregrinos y enviado por papas
para enaltecer este lugar de peregrinaje. El papado le confería ese valor y, al
título, lo acompañaba con una ofrenda, como un relicario del papa Pascual II
del 1100. Pero hay una impresionante reliquia, la majestad de Santa Fe (Saint Foy), a quien se dedica el claustro, convento y todo el lugar. La estatuilla en oro y piedras preciosas ha tenido una evolución del siglo V en adelante, concluida en el siglo XVI, cuando le agregaron los brazos y las manos. Hay cuatro vitrinas en las que se muestran las piezas de acuerdo al tiempo en que llegaron a la abadía. Uno de los detalles que hacen bello el conjunto es que en torno a la iglesia, el claustro y la bella capilla del Rosario del siglo XV, se fue construyendo una bella villa medieval. Esta fue declarada entre las más bellas de Francia, un concepto que ha permitido mantener el lugar sin modificarlo en su esencia. Uno recorre sus estrechas calles y retorna al medioevo. Ahora, en el cálido invierno, la estrechez de las mismas permitía canalizar corrientes de aire fresco, aunque en invierno no es tan benévolo. El concepto de “Les plus beaux villages de France” es un concepto que podría utilizarse en la restauración y preservación de tan bellos pueblitos de la sierra y costa peruanas que son destruidos con cemento y concreto bajo equivocado criterio de modernidad. La visita fue todo un placer para seguir hallando las raíces de la vieja Francia.
La belleza de la Abadía |