La sesión empezó, éramos 6 personas que comenzamos a recorrer el lugar que se halla en las fallas geológicas de la meseta, estábamos en las galerías en las que el factor humedad y especial luminosidad han permitido el desarrollo de esta industria quesera desde el siglo XIX. La primera demostración es cómo se creó esta falla geológica, luego la recolección láctea en una filmación y luego la visita a las cuevas naturales para ver la producción. Han hecho todo un show de luz y color en una de las cuevas. Sería genial que con los bellos espacios arqueológicos que tenemos aquí en el Perú se harían maravillas, imagino Chan Chan de noche. Luego de la visita, llegamos a un pequeño museo en el que vemos las primeras muestras de este queso (desde el siglo XV) y los inicios de su industrialización en el XIX. Para cerrar, un muestrario de quesos (hay 3 tipos, uno de ellos llamado Templario. Interesante), recuerdos, cata de quesos y la consabida compra. De los que compré, aún atesoro dos trozos que esperan su ocasión.
Luego fuimos a un restaurante gourmet, bueno, huelgan las palabras para describir el festín. Pero eso sí, no quise probar la ronda de quesos por saturación (aunque tienen un tipo de Brie extraordinario).
Luego del almuerzo, decidimos hacer una pequeña pausa, pero el clima nos apretaba. Entonces decidimos ir a la iglesia de San Víctor.
Luego de esta visita, hicimos un buen periplo por el río Tarn y su valle. Para esto, Daniel sacó un disco que había comprado aquí en Perú: Caetano Veloso y su álbum Fina Estampa. El Tarn quizá oía por primera vez música peruana.
Para cerrar el día, nos fuimos a las librerías a husmear. Daniel quería un libro sobre Mongolia, su próximo objetivo. Yo buscaba un Astérix pero Occitano. No había. Tengo una amplia colección de Astérix en diversas lenguas en los países que he estado o encargado, en griego, hebreo, danés, sueco, húngaro. Pero occitano, ufff.
Por la noche fuimos al cine a ver INVICTUS, que no me gustó mucho. Cerramos el día.