La primera semana de diciembre del 2013
también nos dimos un salto a Pacasmayo, San Pedro de Lloc y Chicama para
visitar sus lugares históricos, que los hay, y las bellezas naturales que toda
ciudad marítima puede encerrar. Para esto fuimos en mi auto, María, Isabelle y
Marc, un profesor francés de la Alianza Francesa. Salimos el sábado 07 de
diciembre temprano para poder llegar antes de mediodía a Pacasmayo y buscar un
buen hotel. Nos habían dado varias referencias, pero elegimos el Pakatnamú, un
hotel en el que había estado antes. El viaje fue tranquilo, se veía en ese entonces
los escasos avances de la Autopista del Sol. Llegamos sin contratiempos y,
felizmente, hallamos cupos en el hotel. Una vez acomodados, decidimos salir a
almorzar y nos dirigimos a la plaza de armas a buscar un restaurante. El
almuerzo no fue tan notable, pero sí lo fue la caminata que hicimos luego por
la ciudad. Fuimos caminando por las estrechas calles en dirección al muelle. En
el trayecto fuimos descubriendo casas bellas, escondidas, algunas con un
pequeño patio exterior con azulejos. Antes de ir al muelle, nos dirigimos al mercado a
ver qué había en sus instalaciones. El mercado central tiene instalaciones
antiguas; sé que ahora hay uno nuevo denominado zonal, además de la llegada de los
supermercados que se irán instalado en las afueras del viejo Pacasmayo; sin embargo, lo viejo tiene su encanto. En este compramos frutas, algunas nuevas para María, como la chirimoya. Tan
sorprendida y alegre estaba, que contagió a Marc y celebraban el descubrimiento
con muchas risas. Una de las vendedoras pensaba que estábamos ebrios. En fin.
La ciudad vive de su actividad marítima,
aunque muchas de estas se han ido extinguiendo por la decadencia de su extenso
muelle. Luego del mercado, nos enrumbamos a esta construcción. María había
estado en esta ciudad pocos meses antes con el fin de tomar fotos para su investigación
comparada de arquitectura mediterránea y marítima. En el muelle hay numerosas aves guaneras que
están a la caza de peces o mariscos que caigan accidentalmente de los
pescadores artesanales. Caminamos hasta el extremo del muelle para ver las instalaciones,
las vías abandonadas del tren, las cuales se oxidan irremediablemente. Hay una
campaña intensa de rescate de estas instalaciones históricas que generan
identidad visual a Pacasmayo.
Esta zona es muy antigua, tiene rastros de haber
sido ocupada desde épocas prehispánicas, pero no llegó a ser zona importante
como lo fue San Pedro de Lloc o zonas cercanas como Pakatnamú, por ejemplo.
Pero es en la colonia que le da relevancia al construir y declararla zona portuaria, más precisamente
en 1785. Y en la época republicana va a
tener su apogeo, sobre todo cuando se convierte en el principal punto de salida
de la azúcar en la época de las grandes haciendas del XIX y XX. La construcción del puerto de Salaverry inició el debilitamiento de su comercio; posteriormente se comenzó a desmantelar muchas vías ferroviarias costeras en casi todo el país. Así cayó en el olvido el tren de Pacasmayo. Para ver su magnificencia hay que ir a la casa estación
convertida en centro cultural; aquí se puede ver una interesante colección de
fotos que muestran el esplendor de esta vía ferroviaria que iba hasta Chilete. Este
lugar debe ser rescatado, puesto que hay muchas más cosas para ofrecer. Es usado como centro para dictar clases de danzas u otras artes. Vimos un grupo de niñas en sus prácticas.
Como comentaba María, y como se vio en Chicama al día siguiente, estas
construcciones tienen la influencia alemana por su bloque principal y su suerte
de domo mayor. Es un bello monumento de madera
y adobe que no debe perderse. Antes de ir a descansar un rato, nos
fuimos a comprar algunas cosas del supermercado. Luego de un breve descanso y
una buena ducha, salimos a cenar. Nos dirigimos al restaurante del hotel
Estación. Luego dimos un paseo por la ciudad nocturna, sus calles y su interesante iglesia con una plaza escalonada muy peculiar. Hay bellas casas, aunque
algunas ya se las ve deterioradas. Su malecón tiene casas bellas, pero algunas
construcciones afectan su equilibrio. Aún en nuestro país no existe un orden
urbano que se respete para no permitir la construcción de cosas desafortunadas que solo satisfacen el ego
de nuevos ricos, pero que afean la ciudad. Los ciudadanos no nos merecemos eso.