Miércoles 21 de octubre. El problema del
agua en el hotel que nos quedamos a pernoctar cambió la cara de ese bonito
viaje. Hice las coordinaciones para que nos devolvieran al hotel anterior para
que nos podamos bañar. Arequipa, pese a estar soleada, tiene agua bastante
fría. Felizmente, una vez ya todos duchados, emprendimos una última visita con
la que cerraríamos el viaje a Arequipa: el mercado San Camilo. En Arequipa,
durante mi niñez e inicios de mi juventud, vivía cerca de este mercado (calle
Santo Domingo, cuarta cuadra). Recuerdo mis visitas con mi padre o solo para ir
a comprar figuritas de mis álbumes. En realidad, poco recordaba de sus
instalaciones interiores. La motivación era de ir a comprar todas las cosas que
sueles llevar a casa de Arequipa: pan tres puntas, queso para hacer rocoto
relleno, chichasara, guaguas de pan. Tomamos un taxi para ganar tiempo y poder
aprovechar más el tiempo. Lo del incidente del agua nos había quitado tiempo y
bajado un poco “las baterías”. Grande fue mi sorpresa de hallar un mercado
ordenado, relativamente limpio y no tan bullicioso como suelen ser los
mercados. Quizá la hora y el día hayan ayudado a evitar tumultos. El primer
objetivo era los higos que María quería llevar. Merodeamos por hallarlos a buen
precio y, luego de una marcha breve, quedamos en el puesto de una señora que
los vendió baratos. Nos invitó más fruta y salimos a ver más cosas: el mercado
era un paraíso para la curiosidad. Vimos diversos tipos de papa, de maíz,
granos cocidos, quesos, más frutas. Cuando llegamos a la sección de granos, una
señora prácticamente “posó” para la cámara de Soraia quien tomaba fotos a todo
este mundo de cosas nuevas para ella. La dueña del puesto arreglaba
primorosamente sus cosas para exhibirlas bonitas, bien puestas, para que sean
llevadas a otro lado del mundo en la memoria de los viajeros que pasaron por
ahí. Luego pasamos por la sección de sombreros y, posteriormente, a una sección
de productos para magia y shamanería: fetos de vicuña o llama para pagos a la
tierra que se usan para las construcciones, pócimas de amor y amarre, equecos
para la buena suerte, plantas para ahuyentar los malos espíritus y curar el mal
de ojo, vigorizantes en perfume (uno se llamaba Siete Machos y con fotos
sugerentes). Luego fuimos por la sección de los panes para comprar los famosos
tres puntas que no salieron tan buenos (nos dimos cuenta ya en Trujillo). Pero
la sección que iba a ser la más simpática fue la de los jugos, sección en la
que hicimos un alto para tomarnos un delicioso con papaya arequipeña y otras
frutas de la región. La señora, también amable, nos mostraba cómo preparar
jugos con estas frutas y nos dimos un atracón; estaba tan festivo nuestro
ambiente que pronto llegaron más personas a curiosear la casi fiesta que
estábamos disfrutando. Después de esta celebración a la conversación, a los
buenos momentos, al pasarla bien, teníamos que regresar al hotel para empacar
nuestras cosas e irnos al aeropuerto. Como no estábamos lejos de la iglesia de
Santo Domingo, hicimos un alto antes de tomar un taxi. Patricia, una amiga de
la infancia y cuyo hijo nos había organizado el viaje, se encargó de recogernos
del hotel para llevarnos al aeropuerto. En nuestro camino de retorno, Patty me
iba contando sobre los viejos amigos; además, Patty y María se habían conocido
en mes de abril para la celebración de los 80 años de mi madre en Trujillo. Y
así llegamos a nuestro punto de retorno. Ya antes en el hotel habíamos hecho
nuestros chequeos de conexión Lima-Trujillo. Una vez ya chequeados subimos a
las instalaciones de ingreso. El aeropuerto está bien implementado. Antes de
ingresar a la sala de embarque, compré varias cosas de La Ibérica, inevitable
si has visitado Arequipa. El vuelo salió casi en hora y llegamos puntualmente a
Lima y en su aeropuerto estaríamos unas cuantas horas, en tránsito a Trujillo (¿algún
día Trujillo tendrá interconexiones provinciales sin tocar Lima?).
Pero nuestras actividades no concluían con
este viaje, sino que se prologaban ese fin de semana. En una cena que tuvimos
el jueves 22, y a iniciativa de César Alva, nos embarcamos el viernes 23 a
Cajamarca. Gracias a César regresamos al hotel donde estuvimos en los
carnavales de este año: el Cabildo. Hizo las reservas telefónicas y Lorena nos
consiguió los boletos por bus. Así el viernes 23 salíamos por fin de semana a
tierras cajamarquinas.
Llegamos bastante temprano el sábado 24,
así que descansamos un poco. Cajamarca estaba muy distinta a la que vimos en
febrero. Algunos negocios habían cerrado. César estaba con sus familiares por
unas fiestas, así que quedamos con él para más tarde. La idea era visitar dos
lugares este primer día: la necrópolis de Combayo (http://labrujuladelazar.blogspot.pe/2012/03/combayo.html)
y el santuario de Polloc, lugar que
habíamos visitado en febrero. Hicimos arreglo con un taxista para que nos
llevara a Combayo; pero el viaje iba a ser un poco decepcionante. Había estado
aquí en el 2009 y pensé que algo había mejorado; sin embargo, la realidad iba a
ser otra. El mismo taxista estaba medio perdido. Para llegar al lugar tomas la
ruta a las ventanillas de Otuzco (parte en pequeño de lo que veríamos luego) y
sigues la ruta que conecta con Celendín como ruta final. Hay un buen tramo
asfaltado y el paisaje es espectacular; pero la señalética es pobre y, por eso,
nos terminamos pasando de nuestro objetivo. Llegamos al poblado de Combayo,
donde nos dieron las instrucciones indicadas.
Combayo es un lugar espectacular,
pero en abandono. Hay que trepar y no es aconsejable para acrofóbicos. Las
tumbas pertenecen a la cultura Cajamarca que data entre 500 a 1200 d. C. Están en un lugar alto y está un poco más de
tres mil metros s. n. m. Es considerado el cementerio más antiguo del Perú.
Aquí hay más datos (http://www.mincetur.gob.pe/TURISMO/OTROS/inventario%20turistico/Ficha.asp?cod_Ficha=2298).
Ojalá Cajamarca deje de lamentarse con
el tenso asunto de la minería y apunte al rubro del turismo, el cual puede
mover tanto dinero como la minería y dar más empleo y mejorar la oferta de
servicios. Habría muchos turistas de buenos
recursos que aman la arqueología que se desvivirían por visitar un
impresionante espacio como Combayo. Pero si ni los mismos cajamarquinos conocen
esta atracción, será bastante difícil que se lo promocione y se lo ponga en
valor como se debe. Después de la caminata con María y Soraia, y con el conato
de lluvia, emprendimos el retorno a Cajamarca.
Almorzamos en el Cascanueces. El
Querubino, un buen restaurante, había limitado su carta casi a pastas. Son
síntomas de una ciudad que está perdiendo el atractivo de visitantes. Luego,
tomamos otro taxi para ir a Polloc. Este santuario ya lo habíamos visitado en
febrero y quedamos deslumbrados. El viaje fue simpático. Hubo momentos de cielo
despejado. Polloc es una joyita ubicada en medio de la campiña en la carretera
Cajamarca – Celendín (http://elrincondeschultz.blogspot.pe/2015/02/polloc-y-los-carnavales-cajamarquinos.html).
En esta oportunidad tuvimos algunos cambios positivos y negativos (depende cómo
los veamos). Ahora ya el lugar cuenta con un punto de venta y la plaza exterior
tiene muchas zonas más acabadas. Las paredes están terminadas. Pero ya está
prohibido tomar fotos en el interior de la iglesia. Luego de verla, nos fuimos
al claustro. Estaban en limpieza, por lo que tuvimos que esperar un momento.
Una vez culminada la limpieza, procedimos a visitarlo. Ahora los portales están
mejor trabajados. Lastimosamente también puedes ver algunas zonas con algunas
piedras caídas. Es una obra delicada y hay que tener mucho cuidado con ella.
Sin embargo, el lugar se debe visitar. El punto de ventas de trabajos hechos en
piedra tallada o madera es interesante. Vale la visita. El mismo taxista no
conocía el lugar y prometió regresar a este lugar con su esposa. Retornamos a
Cajamarca para coordinar con César para la cena.
Por la noche, los topamos con
la procesión del señor de los milagros, razón por la cual varios bares y pubs estaban
cerrados. Para ser sábado, una noche un poco triste.