Ante todo, quiero agradecer a José
Luis Mendoza y a la congregación Dominica por esta oportunidad de poder exponer
sobre la obra de una mujer cuya actividad literaria le permitió hacer la labor
propia de su vocación. Antes de empezar a hablar sobre la obra de nuestra
artista, haré una presentación general muy breve del trabajo realizado en el
mundo de la literatura por mujeres religiosas que tomaron los hábitos para
contextualizar el trabajo por Edith de la Cruz y en la segunda, hablaré de la
obra realizada por la autora.
Estuve revisando la labor literaria
femenina monacal. Hallé personajes notables medievales como la poeta alemana
Hrovist, llamada Rodeswinda; a Santa Hildegarda de Bingen o las abadesas místicas
de monasterio de Helfta, como Santa Gertrudis, la Grande, o Santa Mectildis de
Magdeburgo que escribía en alemán. Todas reunidas en el trabajo Escritoras
alemanas en la literatura religiosa medieval de Elizabeth Reindhart [1]. O en los ensayos de
Martina Vinatea Recoba (Mujeres escritoras en el virreinato peruano
durante el siglo XVI y XVII)[2] o el de Patricia Martínez
y Álvarez (Mujeres religiosas en el Perú del siglo XVII: notas sobre la herencia
europea y el impacto de los proyectos coloniales en ellas)[3]. Demás está decir de la
obra notable de dos grandes escritoras de hábitos: Sor Juana Inés de la Cruz,
jerónima mexicana del siglo XVII y XVIII, y la doctora en mística, Santa Teresa
de Jesús. Incluso, algunas mujeres de credo protestante usaron la literatura
para enfrentar la marginación como lo estudió Antonia Sagredo[4] en su ensayo Mujeres
marginadas y perseguidas por sus creencias religiosas en el periodo colonial
norteamericano. Juana de Asbaje usó los hábitos para su independencia
como mujer intelectual; no así Santa Teresa. Esta última es la senda de la Hna.
Edith.
La obra de Edith de la Cruz[5] debe tener como referentes
su vida personal, su familia y su espacio geográfico. Nelsa Edith de la Cruz
Cuzcano nace un 25 de julio de 1957 (estaría cumpliendo 57 años este mes) en
Paullo, cerca en Lunahuaná. Por la propia autora, tenemos una sucinta
descripción de del árbol genealógico de
sus padres y el suyo: sus padres fueron Oswaldo Ferrer de la Cruz Llanos y
Dalila Victoria Cuzcano Casas. Tuvo diez hermanos: Venerando (lleva el nombre
del abuelo paterno), Oswaldo, Susana Dalila, Percy, Elmer, Javier, Elva Milena,
Teodoro Walter y Teresa Haydée. De los once hermanos, Edith es la tercera hija
y la hermana mayor de esta vasta prole. Según la explicación que nos alcanza la
autora en su autobiografía de las páginas 25 a la 28, el padre perdió a su
madre de temprana edad y esto quizá haya motivado a que haya decidido tener una
numerosa familia. La bucólica naturaleza
que rodeó la niñez de Edith fue decisiva, ya que va a ser un recurrente leit-motiv
a lo largo de su obra poética. Solo basta indicar que en su primer poemario
Estación del Silencio, la poeta hace alusión a la tierra (hiperónimo) y todos
los elementos terrestres vegetales, 48 veces; en su segundo poemario, 164 veces.
Incluso en dos poemas esencialmente teológicos, los elementos terráqueos son
nombrados dos veces y doce veces en sus poemas no clasificados que son reunidos
bajo el título de Líneas sueltas. Además
recuerda frecuentemente tanto su lugar de origen, como lo fue Paullo y
Lunahuaná, como Sullana y el valle del Chira, la ciudad y la geografía que la
cobijó en su adolescencia y que será tema central de su segundo poemario. Su
familia de gran raigambre rural se mudó de Lunahuaná al cálido valle del Chira,
donde realizará sus estudios primarios en el Colegio 1041 de Malingas, zona que
corresponde a una ex hacienda y poblada por más de 1500 habitantes, muchos de
ellos ligados a la agricultura, ganadería y la apicultura; los estudios
secundarios los realizó en el colegio Las Capullanas en la ciudad de Sullana,
colegio que pasó por épocas difíciles y tuvo cambios constantes de directoras y
hasta la designación de una Supervisora interina enviada, desde Lima, por el
Ministerio de Educación, la Sra. Consuelo Monroy, hasta
que un 15 de agosto de l968 llegan a Sullana las Madres Dominicas de la
Inmaculada Concepción. El pequeño grupo estaba presidido por la Madre
Provincial, en aquellos momentos, Madre María Cristina Rodríguez, quien encargó
la dirección del colegio a Sor Paulina Espinoza Barba[6]. La congregación va a
regentar el colegio hasta la actualidad. Ella va a realizar sus estudios
secundarios entre 1970 y 1974, y el espíritu dominico va a influir en su
vocación. Según los datos biográficos ofrecidos por su hermano Teodoro, Edith
realiza estudios de administración por tres años y luego, por su fuerte
vocación, se enrumba hacia nuestra ciudad para ingresar al Noviciado de las
Dominicas de la Inmaculada Concepción en 1978. Estuvo en labores religiosas en
Chincha, Arequipa, Trujillo y Lima. Falleció el 31 de enero del 2013.
El libro está dividido en tres partes:
1)
La
primera parte contiene dos dedicatorias, una anónima y una segunda ofrecida por
la poeta sullanense Luz del Carmen Arrese Pacherres, poeta autora de dos
poemarios, Retorno de los latidos y Canicas de Papel[7]. Las reflexiones de una
escritora, a las cuales llama Auscultando las huellas de la luz, nos acerca a
la visión íntima de una escritora que utiliza el lenguaje para evidenciar una
fe, principio que rige a todo hombre y mujer religiosos. Tomando las palabras
de Carmen Arrese, el contenido del libro es “[...] una doble convicción, producto de una percepción paralela, la del alma
y la del cuerpo [...]”. En esta primera parte, además leemos un poema
SUEÑOS en los que la poeta rinde homenaje a la Congregación Dominica. Y para
culminar con la primera parte del libro, tenemos dos biografías y una
autobiografía. La primera, bastante escueta, es la narración puntual del
hermano menor y penúltimo de la vasta fraternidad. La segunda biografía es
hecha por la Hna. Elfi de María Pozo Aguilar a quien le dedica una copla que
hallamos en el libro entre las páginas 115 a la 117. La Hna. Elfi ofrece más un
testimonio del intenso vínculo que hubo entre ambas y nos da una propia visión
del trabajo realizado por la Hna. Edith.
Y por último, una autobiografía, que en realidad es una generosa
descripción de los orígenes de su familia, remontándose al árbol genealógico de
ambos padres. Así nos nombra a sus abuelos y tíos paternos y maternos. Asimismo
nos transmite ese amor que tiene nuestra artista por la naturaleza, que como ya
comenté líneas arriba, se vuelve en un referente obligado para expresar su
mundo interior. Además nos narra sucintamente de una los restos arqueológicos
más olvidados de nuestro país: Incawasi, ruinas incaicas cerca de Lunahuaná. De manera indirecta, nos
menciona ese campo de oportunidades que significó la creación de la represa de
San Lorenzo en el Chira.
2)
La
segunda parte es la parte poética. Su poesía es escrita en verso libre, tanto
en métrica como en rima, igual en su cadencia acentual. Esta encierra dos
grandes poemarios en sí por su unidad estructural: Estación del Silencio y Alma
de Algarrobo. El primer poemario cuenta con 25 poemas, por ella misma
numerados. Es un poemario muy personal, elegíaco, escrito en el proceso de
asimilar la muerte de su madre. Desconozco la fecha de este lamentable suceso,
y los poemas carecen de las mismas también. Influida por tan duro evento,
advierte a los lectores en la página 37 con una introducción Antes
de avanzar. En el último párrafo del mismo dice: “Si has vivido la Estación del Silencio, comprenderás el silencio de mi
estación […]” y termina con una frase conmovedora: “Entra con los pies descalzos al santuario de mi alma que está abierto
para ti”. Los poemas podríamos distribuirlos entre íntimos, referentes al
alma, como los poemas I, VIII, XIII, XIV y XIX; y aquellos que se refieren a
los elementos prestados de su entorno, sobre todo la naturaleza. Así evoca su
casa, los brazos de su madre, los olores que la recuerdan, las aves, el agua,
los elementos naturales que la acompañaron en su niñez y juventud, sobre todo
en el poema III. El poema XXV es su Ars Poética, es su testamento como mujer
escritora. El poema XII, uno de los más interesantes de su primer poemario,
tiene fuertes evocaciones del poema “A mi hermano Miguel”[8]. Incluso el poema V está
teñido de un impresionismo realista por la forma cómo describe el paisaje. Esta
actitud también la vemos en el segundo poemario, Alma de algarrobo, el cual
está constituido por 16 poemas. Es un canto a Sullana; hace descripciones
impresionistas de los elementos naturales vivos del paisaje sullanense: los
algarrobos, el chilalo, el cuculí, los cocoteros (el cual recibe dos poemas) y
sus frutos, el chivillo (ave de plumaje muy negro), el famoso Piajeno, a quien
describe, como Juan Ramón Jiménez en Platero y yo, con mucha ternura como el
caso del poema L2. Hay dos poemas, uno de carácter histórico: Alma de
capullana, homenaje a la mujer de Sullana; y el bello poema El churre de ayer.
Encierra vocablos típicos de Piura. Cierra este poemario con Tu nombre hermoso,
Sullana, que condensa la toponimia con sus memorias de la ciudad de su
vida.
Concluye este bloque con dos poemas
teológicos, un bloque de 8 poemas reunidos bajo el nombre de Líneas sueltas y
las coplas dedicadas a la Hna. Elfi por sus bodas de plata.
3)
La
obra en prosa está dividida en dos partes: la primera consta de diversas obras
narrativas entre crónicas de viaje (Misión Atahualpa), impresiones de
actividades realizadas en su misión religiosa, unos reportajes escritos por su
actividad en el Capítulo Provincial, reunión de la congregación, realizada en
Lima en el 2008. En esa oportunidad, se hace pasar como una reportera que
escribe bajo el seudónimo de DIC. Además, escribe una breve pieza de teatro en
homenaje a Rosa de Oliva, Santa Rosa de Lima. La segunda parte es un estudio
detallado de la fundadora de orden de
las Hermanas Dominicas de la Inmaculada Concepción, Eduviges Portalet. Ella
fundó la orden en 1884. Fue una religiosa muy activa y tuvo presencia en suelo
americano en 1889, en Ecuador. Luego sus religiosas llegarán al Perú, fundando
en 1898 el Colegio Santa Rosa en Trujillo.[9] Su obra narrativa tiene
momentos hilarantes y de buen humor, como la descripción que hace de su viaje a
Bambamarca (pág. 128) o el manual para los sullaneros (pág. 131)
Fue una mujer que usó la palabra para
hallar la luz en la vida y se las otorgó a muchos más.
Muchas gracias.
[1] http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/676/4/7.%20ESCRITORAS%20ALEMANAS%20EN%20LA%20LITERATURA%20RELIGIOSA%20MEDIEVAL,%20ELISABETH%20REINHARDT.pdf
[4] http://www.escritorasyescrituras.com/revista-detalle.php/7/57/mujeres-marginadas-y-perseguidas-por-sus-creencias-religiosas-en-el-periodo-colonial-norteamericano
[5] DE
LA CRUZ CUZCANO, EDITH. Legado de Luz. Palabra y obra para la eternidad. ENFOKO,
Lima, 2014.
[7]
CABEL, JESÚS; MURAL BIBLIOGRÁFICO DE LA POESÍA PERUANA SIGLO XX, Asamblea
Nacional de Rectores, Lima, 2009
1 comentario:
El libro "El legado de la Luz", un hermoso libro escrito por Nelsa De la Cruz Cuzcano, mi hermana y maestra de muchas cosas sobretodo el arte, un ejemplo a seguir y una mujer completa y admirable, bondadosa y muy culta...
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