

En el tráfago diario de nuestra vida, hay que hacer siempre un alto para hacer un recuento de lo que nos pasa como seres humanos. Esta vida cotidiana que se ha venido construyendo en los últimos años (ni yo, ni creo que los que lean este blog han querido construir un mundo así) nos ha hecho insensibles, apurados, angustiados, egoístas y pragmáticos hasta el extremo. Los diarios han traído en estos últimos días dos noticias que enlutan nuestra dignidad humana por lo que estos hombres significan para la formación de nuestra esencia como seres humanos. En la vorágine noticiosa de fútbol y petróleo derramado, el pensamiento de estos dos hombres cuestiona precisamente, por un lado, nuestra absurda formación mediática: un balón de fútbol es más importante que los conflictos humanos - hoy día es el día del refugiado, del exiliado, del que perdió todo, ¿lo sabíamos?; y por otro lado, la incapacidad (o falta de voluntad) del hombre de querer cambiar sus paradigmas por sólo ver su egoísta provecho personal y atentar contra todo lo que rodea: sus semejantes y el planeta.
Leí interesantes ensayos de Monsiváis sobre el cine y la construcción de la identidad mexicana (y de paso, la latinoamericana). Agudo ensayista, arremetió contra todo. Le dio "de alma" al espíritu del macho mexicano demoliendo el paradigma encarnado por Pedro Infante y Jorge Negrete. Sin ser un Gregorio Marañón, que cuestiona al macho Casanova, el macho latino va perdiendo pie sea en su ensayo No te muevas Paisaje, así como en su fascinante libro Escenas de Pudor y Liviandad. En esa última tiene un ensayo (que encierra varios escritos) titulado Mexicanerías. ¿alguna vez hubo once mil machos? Quizá algunos pseudo charros estarán felices con su reciente deceso. Espero, como suele suceder para los mercachifleros del libre mercado, sea esta una oportunidad para que sus textos tengan una mayor difusión. Me dio mucha pena que en la última feria del libro aquí en Trujillo, ciudad de la "cultura", su visita haya pasado totalmente desapercibida (¿alguna universidad con facultad de CC. Sociales lo invitó? y que su tremenda exposición haya sido disfrutada por un puñado de expectadores. Si comparamos la visita de Vargas Llosa con la de Monsiváis, la situación es embarazosa. El mediático Vargas arrastró a mucha gente hasta Huanchaco; para el genial Monsiváis estuvimos unas cien personas (y es mucho decir). En fin. Queda en mí el gusto de haber departido algunas palabras con este genial hombre. Era enemigo de protocolos, esos paradigmas que cuestionaba y detestaba, tanto así que ni siquiera se hacía llamar Licenciado o Doctor como les gusta a los mexicanos y muchas personas, que piensan que esas palabras los van a cubrir de dignidad o de mediocridad.
La reciente partida a Saramago es otro gran dolor para la humanidad. Cuando leí el discurso que dio al recibir el premio Nóbel, muchas lágrimas vertí al ir reconociendo a este gran hombre que había conocido al leer su gran llamado a sensibilidad como es Ensayo sobre la Ceguera; al ir describiendo de manera muy personal su infancia, en dicho discurso narró el momento en que su abuelo, sabiendo que iba a morir, comenzó a despedirse de sus amados árboles, porque sabía que no los iba a volver a ver. Los estrechaba con todo el amor que una persona puede tener por un ser amado. Su abuelo, un hombre analfabeto del campo, le dio la más bella lección de vida, el amor por los seres, el respeto de la esencia de estos y el velar por el bienestar de los mismos. Cuando leí El Evangelio según Jesucristo, vi en él al narrador que te va calando en las fibras de tu propia naturaleza. No soy muy religioso, pero al haber abordado el lado humano de Jesús, trascendiendo sus marcos referenciales temporales, me acercó a esa imagen que muchos quieren negar: la naturaleza humana de Joshua. La escena que más me desgarró es la de Jesús llorando frente al cuerpo de su padre José que había sido crucificado con los habitantes de Séforis.
Quiero trascribir este párrafo conmovedor: " Aquel muchachito llamado Jesús está arrodillado al lado del cadáver, llorando, quiere tocarlo, pero no se atreve, mas siempre llega un momento en el que el dolor es más fuerte que el temor a la muerte, entonces se abraza al cuerpo inerme, Padre, padre, dice y otro grito se une al suyo, Ay José, ay mi marido, es María que ha llegado al fín, agotada, venía llorando ya desde lejos, porque ya desde lejos, viendo detenerse al hijo, sabía lo que le esperaba. El llanto de María redobla cuando repara en la cruel torsión de las piernas del marido, es verdad que no se sabe, después de morir, qué ocurre con los dolores sentidos en vida, en especial con los últimos, es posible que en la muerte se acabe todo..." De la capacidad de poder procesar todas esas vicisitudes que acompañaron a Saramago puede haber recreado este dolor como lo hizo Vallejo en su poesía por la muerte de su hermano Miguel.
En verdad, qué sola se queda la humanidad. Gloria Mundi