Este espacio ha sido creado por Gerardo Cailloma con el fin de difundir mis ideas y poder compartir con el que esté interesado temas sobre cine, música, educación, viajes, literatura y todo aquella diletancia que produzca placer estético (como el buen comer)
Datos personales
- Gerardo Cailloma
- Trujillo, La Libertad, Peru
- Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
domingo, 7 de diciembre de 2025
ADRIÁN RUIZ Y CLIVER HUAMÁN, UN PERÚ MEJOR (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 7 DE DICIEMBRE)
domingo, 3 de abril de 2022
¿ADAPTÁNDONOS A GOLPES? (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 03 DE ABRIL)
En medio de la latente amenaza
del COVID que está enviando al encierro a millones de personas en otras
latitudes y de los tambores de guerra cuyas consecuencias nos está pasando una
dura factura que son parte del grave problema de una huelga de transporte que
tiende a agravarse; el retorno a aulas sigue siendo un reto en el que todos
debemos de hilar fino. La naturaleza de las clases virtuales del mundo escolar
de estos dos últimos años ha generado cambios actitudinales que aparecen como
una suerte de fractura insospechada que se está manifestando en las nuevas
relaciones. El “restablecimiento” de estas relaciones de niños y adolescentes
en sus salones de clases ha provocado ciertos comportamientos que hay que
observar atentamente. El ansiado momento presencial está generando algo de
desencanto y un complicado reacomodo entre todos los actores de la tríada
educativa: alumnos, profesores y padres de familia. Siendo una de las pocas
sociedades sin clases presenciales por dos años, los peruanos estamos en un
lento proceso de aprendizaje en el que vemos muchos bemoles por los cuales
debemos de estar alerta. Tanto la educación pública como privada están, pues, aprendiendo
en el camino y con pautas que iremos entiendo, pues no existen referentes en
otras sociedades.
Durante la primera semana en
la que empezaron las clases presenciales en muchos colegios públicos, una niña
declaró, muy sincera ella, a un entrevistador televisivo su desasosiego por
retornar a aulas: el hecho de tener que lidiar con compañeros de clases que no
“le caen bien” o estar en una clase aburrida se volvían momentos desagradables
para esta alumna que añora la virtualidad. Me contaban diversos amigos que
trabajan o tienen hijos en educación inicial ese duro proceso de socialización
para niños que habían vivido prácticamente aislados o con escaso contacto con
otros niños de su edad, pese a haber estado regularmente en sus momentos
virtuales. Compartir un juguete u otro objeto para estos niños no es de su
agrado y estos reaccionan negativamente a la socialización; esto exige a muchos
docentes creatividad y perseverancia para crear en el niño la necesidad de compartir
y aprender a convivir con los demás. Interesante panorama que para muchas
personas ha pasado desapercibido. Y esta evolución no está exenta de varios
momentos reactivos que generan malestar y frustración no sólo a los niños, sino
a los profesores y a muchos padres desconcertados. Los colegios están viviendo
toda una ebullición social en la que se ven muchas reglas quebrantadas,
conflictos de convivencia y cuestionamientos ante el nuevo contexto. El retorno
es para muchos también un espacio de expresión de tensiones vividas en sus
hogares y en el mundo familiar, algunos incluso arrastrando duelos de personas
queridas que partieron a la distancia. Es, pues, una realidad que exige la colaboración
de todos para restañar las brechas emocionales, mentales y sociales.
domingo, 24 de enero de 2021
RESPONSABILIDADES ABRUMADORAS (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 24 DE ENERO)
A uno le gustaría empezar una actividad, como el redactar un texto, con buena predisposición. Sin embargo, la presencia de tantos incidentes, cifras y noticias ligados a la pandemia lo hacen a uno cambiar de opinión en el camino. Por ejemplo, el mundo político con su campaña electoral daría tanto que hablar que uno podría escribir muchos artículos al respecto, entre alarmantes y jocosos, irónicos y reflexivos. O el Poder Judicial y sus sorprendentes liberaciones de personajes peligrosos. Pero no.
Círculos cercanos de amigos y
experiencias personales me han llevado nuevamente a este asunto, que ya parece
monotemático, único. La semana comenzó a fragmentárseme al leer los textos de diversos
grupos de amigos y colegas de trabajo que informaban sobre el contagio de
amigas y amigos que habían sido muy cautelosos en su quehacer. A estas alturas,
puedo afirmar que no hay ningún chat colectivo en los que participo en el que
no haya habido personas contaminadas, enfermas o fallecidas desde el inicio de
la pandemia. En junio y julio del año pasado leía textos desesperanzados de familiares
cuyos padres, hermanos o tíos habían caído enfermos y necesitaban urgente
apoyo. O saber que algunos de ellos fallecieron. Y, de pronto, en estas últimas
semanas se repite ese duro panorama. Dos buenos amigos están infectados y
guardan su aislamiento de rigor. Un excolega de trabajo y su familia están en
el hospital bajo observación. Mi madre que sigue un tratamiento por una
dolencia tuvo que ser desplazada a un piso superior por la demanda de espacio
para personas infectadas. Mi esposa me comenta que Portugal vive lo mismo y en
los hospitales hay hileras de ambulancias esperando colocar a los enfermos. Ahora
los jóvenes conforman el nuevo grupo de riesgo; cada día hay más infectados.
Acabo de hablar con un exalumno mío que sale de su convalecencia. Estos datos
no son de noticias elaboradas, son los que recibo de manera directa.
La gente pide no parar las
actividades económicas. Nos tratamos de recuperar. Pero nuestros errores como
sociedad nos han puesto en esta encrucijada. El debilitamiento del sistema de
salud pública es uno de ellos y estamos pagando las consecuencias. Hay gente
que pide que el sector privado asuma la entrega de vacunas. Si algún candidato
ofrece esto, ese es el promotor de una estrategia terrible: genocidio. Vemos
que no hay una receta social eficaz que contenga el avance de la pandemia hasta
la fecha. Algunos datos preocupantes latinoamericanos: Panamá, un país modelo de economía pujante:
población 4´711 mil habitantes y 4,980 muertos por COVID. En otras palabras, un
poco más de un muerto por cada 1000 habitantes; al igual que nuestro país en
relación con el número de habitantes. Colombia y Argentina se dispararon. Ni
hablar de Brasil o México. Y cada vez rodeados de irresponsables antivacunas o
antimascarillas (hasta un candidato sale así en las entrevistas). La verdad,
¿la hay?
domingo, 6 de septiembre de 2020
PESADA HERENCIA JUVENIL (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 06 SETIEMBRE)
Durante la semana fui invitado a conversar telefónicamente con un periodista conocido para comentar sobre la actitud de la juventud frente al retorno de la cuarentena y su respuesta indiferente e, incluso, díscola frente a toda normativa que se ha dado a medida que la pandemia y la emergencia económica se han ido desarrollando en nuestra sociedad. La estrategia del programa radial es narrar experiencias personales de todos aquellos que, por la edad, han pasado momentos sociales tensos como toques de queda en conatos de conflictos armados externos (simulacros de bombardeo nocturno en 1981) o la terrible época de los movimientos sediciosos que asolaban ciudades del país. Es una forma de invitar a la reflexión a jóvenes que no están conscientes del peligro que esta situación sanitaria significa. Se pide educar con el ejemplo.
Pero tres situaciones tiran por tierra toda buena intención de llamar al sentido común a jóvenes individualistas, escépticos y formados en una burbuja de una realidad económica que se ha venido abajo. El primer caso se suscita con la lamentable falta de la autoridad, la PNP, al haber mentido sobre el manejo de los acontecimientos de la discoteca de Los Olivos. El ocultamiento de una verdad sobre las causas de la mortal estampida humana deteriora más su credibilidad, pese a que todos los demás elementos son una clara demostración de la irresponsabilidad social: desde el funcionamiento de este inaparente local para una fiesta y los organizadores hasta las absurdas justificaciones que algunos padres dan sobre el comportamiento de sus hijos.
El segundo es sobre las condiciones dadas en diversos espacios laborales, ahora graves focos de infección. Un amigo me comentaba cómo el crecimiento de contagio de personal en zonas agroindustriales, compañías mineras o pesqueras se ha vuelto incontrolable. Los contagios en un inicio eran de 30 por ciento; ahora llega a casi 85 por ciento; uno de los infectados fue este amigo, quien a su vez contagió a su esposa e hijos. Comentaba que, en una campaña de reclutamiento para cosecha, el 100 % reclutado para el primer día retornaba solo el 12% al día siguiente. Esta información es alarmante, pues no solo afecta la productividad en general (hablando en frío), sino la cantidad de personas que se la expone al contagio, muchos de ellos jóvenes necesitados de trabajo.
Y la tercera vino de la boca
de una congresista, Martha Chávez. Las opiniones vertidas, tendenciosamente
racistas, sobre Vicente Zeballos dejaron atónita a la opinión pública. Tal fue
el calibre de sus insidias que hasta su partido político marcó distancia. Pero
la posterior respuesta a su partido ha sido peor, pues muestra una actitud de
soberbia no solo con sus correligionarios, sino contra todos esos jóvenes que
emitieron su voto por ella. Su desprecio nos dice lo que piensa de ellos:
simple ganado que debe de seguir sus consignas.