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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

domingo, 10 de agosto de 2025

LA CIUDAD DEL CAOS Y LA RARA “TOLERANCIA” (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 10 DE AGOSTO

 


“Pucha, esto está peor que Ucrania o Gaza”. “#&%&, otra calle cerrada y no avisan, estos tarados”. Estas frases y muchas más, cargadas de groserías, cólera e impotencia, son las que se emiten todos los días, salvo los fines de semana, por parte de miles de pasajeros, conductores, peatones, padres de familia, choferes de taxi o de cualquier transporte público. Es la pesadilla cotidiana de trujillanos que se desplazan a cualquier hora a o de colegios, centros de trabajo, bancos o cualquier institución pública o privada en la que uno tenga que hacer alguna gestión. Todo esto se agrava por dos razones: la primera, una escasa o nula información de los planes de intervención, fuera de una clara estrategia de contingencia, lo que obliga a los sufridos choferes a buscar sus propias rutas alternativas y que hacen volar “en pedazos” al más pintado GPS que nos acompañe; la segunda, la nula educación cívica que tenemos como sociedad para situaciones como estas. Uno puede identificar la idiosincrasia de una sociedad y sus gobernantes a través de su tránsito. Bueno, tenemos una radiografía lamentable que nos pinta de cuerpo entero: nada solidarios, bastante egoístas, abusivos. Hablaba con un taxista que me comentaba que, en un principio, él quería actuar correctamente respetando las reglas de tránsito; pero la actitud violenta y salvaje de muchos choferes lo terminaron por doblegar. Al final hizo un par de maniobras temerarias que nos sacó de un atolladero en la Av. Túpac Amaru, en el cual ningún chofer de taxi, camión, camioneta, combi, micro e, incluso, mototaxi quería ceder el paso a otro: todo un nudo gordiano vehicular. Y, por supuesto, ningún policía de tránsito en la periferia. La ciudad se ha plagado de variados cuellos de botellas en los que los ciudadanos tratan de salir del paso a como dé lugar. No quiero imaginar una situación de emergencia y veamos ambulancias o un carro de bomberos sumidos en el caos. Anteriormente vivía en Urb. Primavera, la que he visto que sus avenidas han sido nuevamente intervenidas: ¿desagüe, agua potable, alcantarillado? Un albur. El año pasado fui testigo de la suspensión del trabajo que se hacía en dicha urbanización por falta de pago. Ahora leyendo los graves sucesos que encierran elementos de corrupción en los contratistas “fachada”, un vox populi silencioso, se puede temer que esta oleada de subsanaciones de pavimento pueda ver truncada súbitamente por las irregularidades que hemos visto en los casos de Huerta Grande, El Recreo y otras urbanizaciones, irregularidades que se vuelven normales. Es la regla de estas empresas fantasmas. Esto sucede con la insólita pasividad del ciudadano trujillano como me lo recalcan dos amigos extranjeros que están de visita: hemos aceptado que se nos maltrate como usuario, como habitante de la ciudad; que las calles estén mal, que las veredas estén rotas. Es lo que nos merecemos. ¿En verdad nos lo hemos ganado? 

domingo, 3 de agosto de 2025

RESPONSABILIDAD Y ESTUPIDEZ (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO TRUJILLO 03 DE AGOSTO)

 


La última semana estuvo cargada de necedades políticas encabezadas con el insulso discurso de la frívola presidente, las torpezas diplomáticas deslizadas durante su inefable parloteo y gruesos escándalos de corrupción en nuestra región y el congreso. Pero hubo tres eventos que merecen toda nuestra reflexión, pues estos sirven para retratar nuestro comportamiento como sociedad y constatar los estragos que pueden causar la corrupción. Dos de los sucesos han sido naturales: un violento sismo en la Rusia asiática y vientos huracanados denominados Paraca en el Sur peruano; y el otro es el lamentable accidente de un vehículo informal contra un autobús del servicio Metropolitano, producto de la negligencia humana. El fuerte sismo ruso causó un estado de alerta en todos los países del Océano Pacífico; felizmente no hubo el temido tsunami, mas sí retiradas del mar y algunos oleajes anómalos; sin embargo, la reacción de muchas personas ha sido por lo demás indolente e irresponsable. Países con una cultura preventiva más desarrollada como Chile o Japón, mandaron señales de prevención a todos sus ciudadanos, quienes respondieron de manera ordenada ante la situación. La población colabora. Pero ver la actitud de compatriotas que deberían actuar con más responsabilidad es una muestra de la escasa cultura preventiva que arrastramos. Es la misma actitud que vemos en muchos cuando estamos participando en un simulacro de sismo o evacuación de incendio: la chacota, la indiferencia, el irrespeto y, peor aún, el boicot. Los peruanos debemos aprender a convivir con fenómenos naturales como El Niño, terremotos, inundaciones o sequías, y ahora los fuegos forestales, algunos de los cuales son provocados irresponsablemente por el hombre. Los que pasaron el sismo del 70 saben lo que es un fuerte movimiento telúrico; hablar con algún sobreviviente de Yungay debería ser una forma de sensibilización para muchos niños y jóvenes. El silencio sísmico norteño nos debería concientizar para ser cuidadosos con nuestros espacios. La narración de Juan Villoro, Santiago 2010, en el libro de Felipe Moreno, Relatos de terremotos en Chile, tiene una frase contundente: “los terremotos son inspectores de la honestidad arquitectónica”. En un país de alta informalidad y corrupción en la construcción, aún no hemos pasado la prueba. En cuanto a los vientos Paraca, tuve la oportunidad de pasar una experiencia dura durante mi época escolar en Arequipa: una gran plancha de Eternit cayó a un par de metros de mí. La plancha había sido arrancada de un techo; pude haber sido una cifra más de los muertos y heridos, pues no tuve consciencia de guarecerme como debería haberlo hecho. Sí, es peligroso. Pone a prueba lo endeble de instalaciones que pueden ser mortales. Lo último, ya es llorar sobre mojado. La informalidad, la viveza y la estupidez son aliadas mortales que asuelan hogares con las tragedias humanas que vivimos casi todos los días.