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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal
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domingo, 10 de junio de 2018

¿MOLICIE O INDIFERENCIA TRUJILLANA? (ARTÍCULO DE OPINIÓN DIARIO CORREO 10 DE JUNIO)


Las últimas semanas me he visto involucrado en una serie de eventos y situaciones que dan pie a este artículo. Participé en varias charlas sobre la delincuencia en nuestra ciudad, una sobre el Mayo del 68, una exposición colectiva de arte sobre la violencia. Además, he sido testigo de la partida de una amiga que decidió retornar a su país de origen; otro amigo prepara sus papeles para cerrar su negocio e irse con su familia para buscar una mejor calidad de vida. Ya hace dos meses que mi hermana estuvo por Trujillo y otros amigos más que alguna vez residieron en nuestra ciudad; la impresión que se llevaron cada uno de ellos fue la de un total desencanto, no solo por el lamentable estado en el que ha quedado la infraestructura vial urbana, sino por el deterioro acelerado de las relaciones que las personas e instituciones tienen con el ciudadano de a pie. Muchos amigos y conocidos han optado por irse, cansados de la indiferencia y de la anomia en la que está cayendo nuestra ciudad, que es en cierta forma la que está sucediendo en casi todo nuestro país, pero más acentuado en Trujillo.
En las exposiciones sobre la violencia, fuera de la debilidad de las autoridades y la corrupción engastada en todos los niveles, se destacó la indiferencia de la ciudadanía frente a los numerosos hechos que la compromete y, ante las cuales, tiene poca capacidad de reacción. Odiosas comparaciones se me vienen a la mente: mientras la algarabía por el irregular retorno de un pelotero colmaba a los trujillanos, el puerto de Salaverry fue dado en concesión con alcances no del todo claros, sobre todo en el manejo de espigones, causantes principales de la fuerte erosión de nuestro litoral. El Sur peruano se levantó ante el alza de impuestos dada cuando en toda esa cortina coyuntural futbolística podía acallar cualquier acción de protesta. La sociedad civil trujillana no ha tenido capacidad de respuesta y los posibles afectados con estas proyecciones (desde Las Delicias hasta Huanchaco) no han hecho alcanzar sus preocupaciones. No sé si les preocupe perder sus propiedades. El derecho a la protesta en inherente al hombre cuando este ve amenazados sus reales intereses o el de los suyos. Lastimosamente, la década fujimorista tergiversó el sentido del reclamo justo de nuestros derechos como actos terroristas: reclamar puede ser sinónimo de desadaptado social o un potencial vesánico. O simplemente la gente se aturdió, se alertagó.
Sin embargo, también fui testigo de una acción hecha por los ciudadanos reunidos para un fin común. Somos vecinos de un colegio que trasgrede las normas de sonido y de limpieza, el cual usualmente usaba las calles como un botadero, incluso de su mobiliario vetusto. Por la presión del vecindario, cambiaron el mal hábito de desechar su basura sin importarle la vecindad al de actuar correctamente como le debe de competer a una institución que dice inculcar valores. Presión social efectiva.

domingo, 16 de octubre de 2016

ARTE Y CENSURA: AGUDO DILEMA (ARTÍCULO PARCIALMENTE REPRODUCIDO EN EL DIARIO LA INDUSTRIA DE TRUJILLO)

Los recientes sucesos acaecidos en nuestra ciudad ponen sobre el tapete sobre la censura y la actividad artística de una sociedad. La censura es, según la RAE, “la intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra, atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas”. Esta definición debe de ir acompañada de criterios que te permitan establecer qué es censurable, puesto que la ideología, la política e incluso los criterios morales van cambiando. Un desnudo puede ser objeto de censura en el siglo XIII medieval o en una sociedad religiosa extrema. El arte, la expresión más compleja del ser humano, le otorga diversas oportunidades para su acercamiento: por placer estético y lúdico, por hallar evasión, para conocer su realidad y coyuntura; y para “leer” la abierta denuncia sobre algo injusto que atenta contra la esencia del ser humano. Es muy difícil que la obra artística, de por sí polisémica, postergue una u otra de estas funciones que suele tener el arte en una sociedad. El Quijote, por ejemplo, es una obra que produce placer estético, que me permite conocer la España retratada en la misma, que la puedo utilizar como distracción, pero que también denuncia una serie de injusticias e irregularidades que pasaban en ese entonces en la boca de los personajes creados. Tanto así que la censura le había puesto el ojo por las observaciones que se emitían en dicha novela; se salvó del Santo Oficio al haberse entendido que el personaje era un hombre “que se le había secado el seso” por muchas lecturas inadecuadas. A lo largo de la historia el arte ha sido un tema bastante complejo de cómo tratarlo. Aunque muchos artistas usaron su ingenio para sobrevivir ante el poder político, religioso o económico de su época; varios de ellos o su obra terminaron siendo pasto de llamas o enviados al exilio e incluso ostracismo. La Italia renacentista conoció a un personaje oscuro como lo fue Savonarola, quien no solo persiguió a artistas, sino que quemó sus obras de arte. La Alemania de Hitler vio grandes piras conformadas por libros de autores y escritores judíos, comunistas o socialistas; así como condenó a la oscuridad a músicos judíos, demócratas o comunistas como Kurt Weill, Thomas Mann o Bertold Brecht. Stalin avasalló a músicos como Shostakovitch o cineastas como Serguei Eisenstein. La Argentina de los militares y su ala secreta, la triple A, condenó al exilio a personas como Mercedes Sosa o Quino con su Mafalda, la niña inconformista que molestaba mucho a los militares. El Chile de Pinochet mató a Víctor Jara y mandó al exilio a muchos artistas, algunos de los cuales continuaron su obra en otros países como el nuestro; así tenemos a la famosa bailarina y coreógrafa Hilda Riveros, quien elevó la calidad del grupo de danza moderna de Lima; o el maestro Mario Baeza quien elevó el nivel musical del Conservatorio Regional de Trujillo.
La censura económica y la política en una democracia formal son las más discretas: la decisión de poner una exposición o no publicar un libro de calidad puede tener algunos argumentos descabellados. Pero es una censura real y que impide que el arte y sus diversas propuestas no prosperen o se borren, como lo que hizo Castañeda con varios murales en Lima. Y todo apunta a que lo sucedido en Trujillo con la exposición de Álvaro Portales está en este nivel, pues raros argumentos han surgido para evitar armar una exposición de arte gráfico, cuyo contenido ya había sido difundido y socializado. A veces el desconocimiento de la obra global hace que algunas decisiones sean bastante burdas y que desdibujan a las personas que la ejercen. Esto pasó con diversas exposiciones como “20 años de historia en el Perú” o el documental sueco Tempestad en los Andes, absurdamente censurado al pensar que era una apología de Sendero, cuando en realidad era un documento que desnudaba la crueldad y falsedad de los principales líderes de este nefasto movimiento. La ignorancia es supina. 
Sin embargo, muchas veces también se han presentado ciertas irregularidades que se convierten en un abuso por parte de autores que presentan obras de menor calidad, irregulares o inconclusas, y que por razones obvias no son recibidas. A veces las reacciones son inadecuadas, pues culpan de proceder de manera unilateral (censura) por parte de los organizadores cuando quieren mantener un trabajo serio y respetuoso al público en general. Este problema se ha presentado en galerías, editoriales o salas de arte, teatro y música. Esto obedece también a la poca profesionalización, preparación y compromiso personal hacia su obra que cunde entre personas que se dedican a este complejo quehacer.