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Trujillo, La Libertad, Peru
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domingo, 27 de noviembre de 2016

FUEGOS QUE MATAN. ARTÍCULO PARCIALMENTE PUBLICADO EN EL DIARIO LA INDUSTRIA DE TRUJLLO 20 DE NOVIEMBRE

Hace tres semanas escribí en un diario local un artículo de opinión sobre el valor de la vida en el Perú. En ese entonces, me motivó escribir el mismo por la triste muerte de tres bomberos en un misterioso incendio en Lima aún no del todo esclarecido. Pocos días antes se había difundido por las redes un estudio realizado por William Chopik de la Universidad Estatal de Michigan (https://www.indy100.com/article/psychopaths-countries-map-world-empathy-least-seven-lowest-7363926), en el cual se ubica a la sociedad peruana como la tercera más empática a nivel mundial. El informe resulta de lo más irónico por la forma en que nosotros concebimos la seguridad y la prevención, medidas precisamente para velar la integridad de los demás y de uno mismo. De mantener ese criterio, la sociedad peruana debería de estar entre las más protectoras de la vida humana. Sin embargo un nuevo incendio este último miércoles nos salta en la cara. Así pues, todo lo que ha sucedido y viene sucediendo en nuestro país es una muestra que desmiente la posición de una sociedad altamente empática.
A lo largo de la historia peruana han sucedido diversas tragedias y desastres, muchos naturales, otros provocados por la mano del hombre, sea por intención o por descuido. Los desastres naturales son por ahora inevitables, pero la falta de previsión y el relajo en las medidas de seguridad en diversos procesos y protocolos hacen que un desastre sea altamente mortífero no por acción natural, sino humana. Los siniestros o incendios en construcciones no son de origen natural o, como aducen algunos, divino; son producto las más de las veces de la irresponsabilidad, la corrupción, la mala fe o la ignorancia de personas encargadas de dichas medidas. El uso de ciertos materiales, el otorgamiento de licencias de manera oscura, el robo sistemático de ingredientes o el uso excesivo de ciertos materiales que deberían estar de baja son algunos de los factores nada naturales que han sido grandes causantes de tragedias que comienzan con un cortocircuito, el desgaste de cables, la acumulación de material inflamable, etc. La negligencia humana está, además y hay que resaltarla, en la actitud de conmiseración que se tiene ante ciertas situaciones que sabemos son altamente riesgosas: un ejemplo de ello es el comercio ambulatorio que es permitido y hasta justificado para permitir que diversas personas puedan llevar un pan a sus hogares, cuando en realidad pueden llevar la muerte a otros. El caso de Mesa Redonda aún resuena para muchas personas, pero para otras no pasa de ser una anécdota hasta que esperemos otro gran incendio que cause la muerte de 277 víctimas. Entonces se volverá con eterna letanía y la búsqueda de culpables. Pero más irresponsable es el caso de diversas empresas que con el fin de reducir costos no titubean en “sacarle la vuelta a las normas” con el fin de incrementar sus ganancias adosando su irresponsabilidad a la vida de sus empleados, obreros o clientes. Basta darse una vuelta para ver las condiciones con las que ciertos locales de expendio masivo, centros comerciales, tiendas de departamentos en las que fueron inaugurados y en las que se encuentran ahora. Veremos puertas selladas, escasez de grifos o extintores, material inflamable que reemplaza a uno más seguro pero caro, un largo etcétera que valdría pena revisar, cuestionar y actuar antes de convertirse en un nuevo crematorio de inocentes.

Así ya podremos decir que somos una sociedad altamente empática.

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