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Trujillo, La Libertad, Peru
Un espacio para mostrar ideas y puntos de vista ligados al arte, a la cultura y la vida de una sociedad tanto peruana como universal

martes, 31 de diciembre de 2013

CRÓNICAS DE VIAJE 2013: LUCMA

Este fue uno de los viajes relámpagos más interesantes del 2013. La fecha señalada: 06 de octubre. Gracias a las gestiones realizadas por Armando Plasencia, dueño de Restobar de Cascas, y Bárbara Wong, entrañable amiga y directora de ZoomTravel, pudimos visitar algunos lugares de interés con potencial turístico cercana a la pequeña ciudad de Cascas.  En esta oportunidad, el más interesado en mostrar la zona fue el actual alcalde de Lucma, Díber Pérez, ya que nos proporcionó una camioneta y envió a su principal asesor, Joel Díaz, para poder hacer una visita a los lugares de interés: Baños Chimú y Lucma. El viaje de Trujillo a Cascas fue bastante bueno, puesto que ya se cuenta con una ruta asfaltada que permite llegar a esta zona vitivinícola sin tanto problema. En la ruta veíamos grupos de motociclista que hacían el viaje para ir a disfrutar este cálido valle rodeado de viñedos, el cual había visitado con cierta regularidad en 1992 y que tuve una visita de dos días en el 2011. Ahora ya se cuenta con una carretera que hace más placentero el viaje, carretera que corre paralela al río Chicama. Espero que la temporada de lluvias de enero a marzo no la afecte para poder seguir visitando este simpático lugar. Pero el objetivo era visitar varias zonas de la provincia de Gran Chimú, de formación bastante reciente, que tiene por capital a Cascas y cuenta con varios distritos. El distrito que nos llamó la atención era Lucma. Gracias a una foto que colgué sobre la vieja iglesia de Cascas cuando mostraba su bello altar barroco indígena (que ha sido malamente restaurado y maltratado), Armando Plasencia nos propuso poner en valor otra joya arquitectónica del barroco indígena, la que acoge al Sr. De la Misericordia. Luego de tomar un consistente desayuno en su restaurante, Joel, Bárbara y María Ramos, una arquitecta especialista en restauración, partimos hacia nuestros objetivos.
El primer lugar para visitar era Baños Chimú. Evoco mucho este nombre, puesto que algunos clientes de mi padre (cuando tenía su negocio) solían hacer compras y daban sus datos. Esto ya hace muchos años. Algunos referían de lo bello de la zona y las fuentes termales con las que contaba. Pasaron los años, el negocio se cerró, pero el nombre siempre queda en el recuerdo. Muchas personas refieren que esta zona tenía unos excelentes servicios para baños medicinales, pero la falta de una buena carretera, los problemas del terrorismo en los 80 y los fenómenos del Niño que asolaron la zona han dejado su triste huella de abandono. El último Niño del 98 provocó una suerte de avalancha que se llevó una gran parte de las instalaciones y ahora lo que se ve son cosas muy precarias, difícil para sostener un turismo que exige ciertas condiciones para su uso. El viaje de Cascas al lugar es muy interesante; pasamos al lado de recodos amplios en los cuales se podrían instalar miradores que podrían tener por vista el cauce del río Chicama (seco en esta parte del año) y, al frente, un alucinante bosque de cactus, una maravilla que enmarca el paisaje. Un poco antes de llegar a nuestro primer objetivo, vimos una mina de carbón abandonada, a unos 50 metros del lugar, lo que le da unas características muy especiales, casi un ambiente del lejano oeste norteamericano. El lugar luce descuidado, con instalaciones dañadas y con una barrera de piedras colocada para evitar la erosión sistemática del río de lo que queda de las instalaciones. El lugar, en su conjunto, podría ameritar una interesante puesta en valor, pero se necesita un estudio de suelos para construir sobre algo seguro. Joel nos contaba que alguna vez un grupo de japoneses quiso hacer una suerte de balneario en el lugar con todas las implementaciones de nivel internacional; pero muchas cosas eran necesarias de ser articuladas y una de ellas compete al gobierno regional o nacional: una adecuada vía de comunicación. La fuente sí es de origen volcánico, como lo demuestra el número de metales registrados en su muestra: hierro, azufre, calcio. Todo esto sale de la montaña a través de diversos riachuelos e incluso presenta una suerte de ojo de montaña del cual caen gotas calientes ferruginosas. Unas buenas instalaciones harían un perfecto circuito que comprendería Cascas y Lucma. Y de poder hacer una conexión efectiva, complementarla con Coina, se podría organizar un circuito turístico de la salud.
Nuestro siguiente objetivo, y el plato fuerte, fue Lucma. Retornamos un tramo del camino andado y luego llegamos a una bifurcación (urgente señalización de la zona), tomamos el camino hacia la izquierda para comenzar el ascenso hacia nuestra meta. En el ascenso veíamos el impresionante paisaje del valle hasta llegar a Chascón, de ahí iniciamos un leve descenso hacia la zona de Lucma, teniendo por primera visión un pequeño cañón y luego una hacienda, la cual fue el lugar de nacimiento del famoso Martín Rivas, del grupo Colina. Como anécdota, muchas personas, sobre todo señoras, nos iban a hablar brevemente de él. Llegamos a Lucma y ya nos esperaba un almuerzo con productos de la zona. Lucma debe mejorar su infraestructura de servicios. Cuenta con alumbrado, hay de señal de televisión; pero urge de servicios de agua y desagüe; tengo entendido que se van a focalizar en esto. Los SS.HH. son necesarios para dar la imagen de un lugar con alta salubridad, servicios que apreciará cualquier ciudadano que quiera visitar este simpático rincón de La Libertad. Una vez concluido el almuerzo, nos fuimos a ver la iglesia que nos interesaba: la del Sr. De la Misericordia. El monumento ha sido declarado en emergencia
para evitar que el techo colapse (espero que estas lluvias se apiaden de esta iglesia); pero, como nos comentaba María, es un edificio que debe ser completamente intervenido. Vimos el techo bastante deteriorado, pero lo que nos dio mucha más pena fueron sus altares, algunos ya colapsando. Aquí está la belleza de este monumento que atraería a muchos turistas ávidos de hallar joyitas religiosas de carácter popular. Las yeserías muestran toda la imaginería popular, una interesante combinación cromática que da no un aspecto lúgubre, sino de alegría de pueblo que honra a su santo (aunque tengo entendido que Santiago es el patrón y la antigua iglesia ya está clausurada y que podría ser recuperada para hacer un pequeño museo temático de la zona). Las restauraciones anteriores también han afectado la estructura de la iglesia. Un buen proyecto pondría el valor este bello monumento, pero debe ir acompañado del mejoramiento de la zona. Este año tuve la oportunidad de visitar un pequeño pueblo en Aragón, España; se llama Ansó y han hecho una reconstrucción de todo el pueblo, respetando sus formas originales, preservando su plaza e iglesia hermosa, y ha involucrado a todos los vecinos como principales actores de servicios y actividades para los turistas. El pueblo sigue siendo agrario, pero ha encontrado en el turismo una fuente de ingresos importante y ha traído calidad de vida a los pobladores. Este principio es el que debe regir para poder hacer de Lucma una zona potencial de turismo. Hay que hacer, aparte de infraestructura, una fuerte campaña de sensibilización para que conozcan las posibilidades que se abren en este campo, ¿por qué no?

Una vez concluida nuestra visita, regresamos a la ciudad de Trujillo bastante raudos, ya que Joel tenía que casar a unas personas. Cosas de la vida.

CRÓNICAS DE VIAJE 2013: GOCTA

Se cierra un año más, un año fructífero. Pese a diversas las circunstancias que obligarían a uno mejor quedarse en casa, este 2013 fue un año que me permitió conocer bellos parajes, interesantes ciudades y muchas personas simpáticas dispuestas a compartir las bondades de sus ciudades o pueblos, y los secretos que estos encierran. Este año tuve la oportunidad de viajar a Tacna no sólo para encontrarme con viejos amigos, sino para visitar la sierra de esta zona, una sierra amable, poco agreste y con bellos tesoros que los turistas chilenos admiran más que los peruanos. Pero en el mes de marzo hice un viaje, con un grupo de amigas, mi harem, a la ciudad de Chachapoyas. Todas ellas, Lorena, María, Elsia e Isabel, iban por primera vez a esta ciudad. Para mí, era mi cuarta visita, pero es un lugar en el que siempre hay tanto para conocer. Y así iba a ser. Había contactado previamente, vía internet, los servicios de un hotel céntrico y desde el cual íbamos a hacer todas nuestras actividades. Esos dos únicos días tenían que ser exprimidos al máximo, pero las lluvias de verano iban a jugarnos malas pasadas. Habíamos salido un viernes por la tarde para estar a temprana hora en Chachapoyas y empezar nuestra visita a Kuélap, un sitio arqueológico que he visitado en todas las oportunidades previas. Ya prontos a llegar a la ciudad, un derrumbe había cubierto la carretera en un breve trecho, pero iba a tomar regular tiempo para ser reabierto. Llamé a nuestro hotel y la administración nos envió una movilidad (la misma que nos iba a llevar a Kuélap luego) para recogernos. Caminamos cierto trecho y llegamos al lugar en el que se había aparcado la camioneta; en realidad, estábamos muy cerca de la ciudad. Llegamos a nuestro hotel, tomamos un rápido desayuno y salimos rumbo al sitio arqueológico: el viaje fue bastante emocionante, habida cuenta que en temporada de lluvias se vuelve muy dificultoso. Un tramo bastante breve está asfaltado, el resto es trocha; el lodo se veía a lo largo del sendero. Nos detuvimos a contemplar la belleza e imponencia de Macro. Siempre hay algo que ver por ahí. No había muchas movilidades que iban en dirección a nuestro objetivo, así que hacer todos los contratos para el almuerzo no eran complicados. Recuerdo cuando fui para fiestas patrias y tanto la ruta como el lugar era un hormiguero. Hechas las gestiones, nos fuimos hacia el complejo.  Llegamos sin contratiempos a una buena hora. Recorrimos el lugar y nos dimos con la triste sorpresa que muchos muros están colapsando. María, como buena arquitecta, estaba sorprendida por el descuido que presentaba tan bello lugar. Ascendimos a las plataformas que albergaban, hipotéticamente, a las castas de esta cultura. Las explicaciones para obtener el agua siguen siendo bastante complicadas, pero todo parece que el agua era acarreada desde las partes inferiores. No hay evidencias de reservorios, ni fuentes de agua por las cercanías. Menudo trabajo. Esta vez sí me preocupó todo ese gran muro en peligro de caer, nos advertían no acercarnos a ciertas zonas por temor a derrumbe o desprendimiento de rocas. Aunque tarde esta crónica, el sitio permanece y los ciudadanos de Chachapoyas, el mundo arqueológico, entidades privadas del turismo y el Estado deben canalizar esfuerzos para el rescate de este soberbio lugar, como otros tantos que hacen de Amazonas un departamento tan rico como Cuzco. Es casi su equivalente en el Norte peruano. A las tres de la tarde comenzó nuestro retorno. Almorzamos con calma, una deliciosa sopa regional con quinua y luego trucha. Llegamos a Chacha a golpe de 6 y media. Luego de un buen duchazo salimos a cenar, no sin antes visitar la nueva iglesia que reemplaza a la caída en un terremoto y visitar las calles aledañas. Han hecho bonitos paseos por los que puedes caminar y ver cómo han restaurado varias casas, algunas ya convertidas en hospedajes simpáticos. Fuimos a un restaurante típico a cenar y para cerrar la noche, fuimos a otro a tomar un vino entre todos nosotros para celebrar nuestro primer día de aventuras. Antes de irnos a dormir, salimos a la plaza y cayó un corto chapuzón. Nuestro hotel no estaba muy lejos, así que nos dirigimos al mismo para preparar nuestras cosas para el día siguiente.
Temprano, ya domingo, fui al mercado a comprar pan; el pan de esta zona es muy rico y tienes muchas variedades; vino María conmigo y escogimos frutas diversas para llevar a nuestro nuevo objetivo: Gocta. Había quedado deslumbrado de todo lo que informaban al respecto y lo vi “con mis propios ojos”. Sin embargo, previamente, íbamos a experimentar ciertas situaciones que no teníamos la menor idea. El viaje se hace por la carretera que va a Pedro Ruiz, la que íbamos a tomar esa noche para retornar a Trujillo. Aún se veían los rastros del deslizamiento y veíamos el caudal del río Utcubamba bastante cargado. Hay muchos tramos en que la carretera va en paralelo al río, atravesando túneles y en zonas donde el caudal casi toca el pavimento. En el camino ves desprendimientos de rocas, algunas lo bastante grandes como para obstaculizar tu camino. Llegamos al poblado de Coca y doblamos hacia la derecha para ingresar hasta Cocachimba, por una estrecha trocha. Cocachimba es un lugar simpático y ya los habitantes se han organizado para poder ofrecer diversos servicios a los viajeros atraídos por las cataratas. Hay pequeños hoteles, pero ya un español ha construido un hotel de ensueño desde el cual ves las cataratas como si alimentaran las aguas de la piscina del mismo. Nuestra visita era por el día y fue una pena que no nos hayan advertido más para poder haberle sacado el jugo. La caminata toma más de dos horas y es una caminata que demanda resistencia física, tenacidad y paciencia. A lo largo de la ruta ves la catarata, pero demoras más de horas en llegar a ellas. El sendero está muy bien trazado, pero es accidentado e irregular. No va en ascenso o descenso. Vi a un par de viajeros que llevaban los bastones que te sirven para asegurar tu marcha. Si llevases esos bastones, harías el trayecto más rápido y menos esforzado. Todo el grupo decidió no tomar caballos, sino caminar. En realidad, no sabías lo que nos iba a pasar. Como uno es una persona sedentaria, pegada a su auto y a su mesa de trabajo, el caminar tantas horas nos iba a pasar la factura. Felizmente no había sol que nos retumbase sobre la cabeza, pero sí humedad que hacía más pegajoso nuestro sudor. Si no hubiéramos tenido la presión, además, de tener que retornar temprano a Chacha para nuestro bus a Trujillo, hubiéramos disfrutado más el lugar. Creo que el hospedarse en la zona sería lo ideal, ya que tus tiempos serían otros, podrías salir más temprano para evitar el calor, disfrutar más la catarata y regresar pausadamente, sin apuros. Para la próxima vez. Pronto, Isabel, una acompañante del grupo pidió un caballo. Nuestro guía, Don Telésforo, iba a acompañar más al grupo de Lorena, María y Elsia hasta la meta. En el camino vas viendo parajes bellos, todo cubierto por la vegetación. Hasta que llegamos a nuestro destino. Impresionante. Las cataratas centrales no están solas, hay otras pequeñas cerca de la mayor, tan altas como la principal y que es reconocida como la tercera catarata más alta del mundo. Su caída tiene “dos tiempos” y una vez que llegas a la parte final de esta, una gran garúa cubre el lugar; por esa razón, debes ir con un poncho de plástico para que no termines completamente mojado. Nos quedamos casi media hora en el lugar, disfrutando el paisaje. La gente llega al lugar y suelta sus emociones, todos juegan con las finas gotas y se quedan embelesados viendo la imponente caída. Don Telésforo, ya en un descanso, nos contó algunas leyendas que hay del lugar y, algo más triste, la amenaza de minería de oro hallado en el lecho del lago que se encuentra en la parte superior y que da sus aguas a la catarata. Si sigue
la ambición de grandes y chicos, esta belleza se extinguirá en poco tiempo.

El retorno fue también accidentado. Me había agenciado de un bastón que había tenido Isabel y que me lo obsequió. Hacia el final del camino, el pobre estaba casi quebrado. Había cumplido su noble misión. Devoramos nuestro delicioso almuerzo, la caminata nos había abierto el apetito. Ya en nuestro bus, y con la prisa de estar en Chacha para arreglar nuestras cosas, cancelar el hotel y cenar algo previamente, pedimos al chofer que regresáramos a la ciudad. Nuestros reclamos fueron oídos y llegamos a las 6:30 aproximadamente para hacer los últimos arreglos. Ya en el hotel, me encontré con un amigo de la PUCP que no veía en años Hugo Fukushima, quien ya tiene años trabajando en la zona. Grato encuentro. Arregladas nuestras cosas, salimos a buscar un chocolate caliente para el viaje. Nos levantó el espíritu, pagamos nuestro consumo y saliendo para ir al hotel, se desató un fuerte aguacero. Pensé, íntimamente, que el camino de retorno iba a estar bloqueado por deslizamientos u otra cosa así. No, nuestro retorno fue tranquilo y feliz.